Hegel (III) – Primer momento: la conciencia

Hegel (III) – Primer momento: la conciencia

noviembre 15, 2021 1 Por Alberto Buscató Vázquez

       El primer estadio del desenvolvimiento del espíritu es la «conciencia», entendida como la capacidad de captar un objeto independiente de ella. Es decir, comenzamos con una conciencia que conoce algo, un objeto. Su desarrollo se divide en tres momentos: la «certeza sensible», la «percepción» y el «entendimiento».

       El conocimiento comienza con la certeza sensible, que se presenta a la conciencia de manera inmediata y absolutamente concreta: un árbol, el color negro, una pizca de sal. Todos estos objetos los capta la conciencia mediante la sensibilidad. No obstante, el árbol que se quiere captar a través de su certeza sensible en el aquí y el ahora, no es más que un ejemplo de un árbol, ya que cuando cambia dicho aquí y ahora el árbol deja de ser captado. Es decir, la percepción sensible depende del espacio en el que se sitúa la conciencia (que siempre es «aquí») y el tiempo en el que se sitúa (el «ahora»). Y cuando estos cambian, cambia lo que percibe.

       Así, lo que la conciencia comprende del individual concreto (del objeto que percibe) es únicamente su percepción inmediata. No se capta la pizca de sal concreta en sí misma, sino sus características externas como la blancura o su forma cúbica, por lo tanto lo que la conciencia está captando son propiedades compartidas con otros individuales. Y aquí, el objeto que se pretende captar se escapa, pues no se capta a dicho individual, sino que se perciben propiedades generales. Se ha creado la primera contradicción dialéctica, que se da entre el objeto particular que se pretende captar y las características universales del mismo.

       Esta contradicción se resolverá en segundo estadio de la conciencia: la percepción, que es la superación de la certeza sensible. Si la certeza sensible captaba un color blanco en el aquí y en el ahora, la percepción capta el blanco en sí. Es decir, consigue captar las características generales de un objeto en su generalidad. Estas características aparecen por un lado como independientes entre sí (la sal no es blanca por ser cúbica, pues hay otras cosas con forma cúbica sin color blanco, y otras blancas sin ser cúbicas –como la nieve–), pero por otro lado guardan cierta dependencia mutua, pues aparecen todas a la vez, como formando parte de la misma entidad. Así, la sal siempre aparece como blanca y cúbica, como si estas características fueran dependientes una de otra, aunque son captadas como propiedades independientes. Encontramos aquí una segunda contradicción entre la independencia de las características generales y su dependencia en el objeto concreto. Y para resolverla, tenemos que pasar al entendimiento, que constituye el próximo estado en el desenvolvimiento de la conciencia en el que se captará el objeto en sí mismo.

       En el entendimiento se capta la unidad de multiplicidades que constituye el concepto de la cosa. Es decir, si bien con la percepción captábamos distintas características generales (es decir, una multiplicidad de características) pertenecientes todas ellas a un mismo objeto, ahora captamos el propio objeto que existe tras dichas características. Se capta la sal o el árbol en sí mismo, gracias al surgimiento del concepto, que es una unidad en la cual aparece una multiplicidad de características. El concepto de árbol, por ejemplo, lleva siempre asociadas una multiplicidad de características, pero el propio concepto de árbol es una unidad, como el propio árbol. Dicho de otra forma, aquí surge una tensión entre la cosa en sí (la sal, por ejemplo) y su manifestación externa (las características que se ven de ella), lo que constituye una «fuerza». Del juego de fuerzas establecido entre diversos atributos y entidades surge el fenómeno en su totalidad, que es el objeto que capta el entendimiento. Así, el concepto del entendimiento supera la contradicción dialéctica de la percepción.

       Pero este objeto concreto, que captamos gracias al concepto, aparece completamente separado de los demás objetos, y la conciencia busca siempre una unidad mayor, que conecte todos los objetos percibidos. Así, el árbol y la sal, o el agua y la tierra, aparecen como objetos aislados en el entendimiento, pero la razón busca unirlos. Surge aquí el objeto de la razón, esto es, las leyes, como estructuras determinadas que explican una multiplicidad de fenómenos del mundo exterior. Pero esta explicación solo sirve a la propia conciencia, pues no afecta para nada a la cosa en sí. Es decir, las leyes de la naturaleza no están en la naturaleza, donde únicamente se encuentran fenómenos materiales, sino que son la forma en la que el sujeto entiende la relación entre los fenómenos naturales. Por eso la conciencia se está conociendo aquí por primera vez a sí misma, transformándose en «conciencia propia», que será el segundo gran momento del desarrollo del espíritu.

Puedes profundizar en los estadios del desarrollo de la conciencia.

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