Aristóteles (VII) – Principios físicos

Aristóteles (VII) – Principios físicos

       Tras establecer los fundamentos de la lógica, Aristóteles aplica este método a la física. Filósofos anteriores habían reflexionado sobre cuál era el primer principio material de la naturaleza, si el agua o el fuego, el aliento primitivo o el número… Pero no había una clara discusión sobre el movimiento (al menos de manera cualitativa). De hecho, había una tradición de negarlo. Parménides defendía que el mundo era uno (pues el ser es absoluto, ya que todo lo que no engloba es «no ser», por lo tanto no es), donde el movimiento no se podía dar: moverse del ser al ser no sería moverse; del no ser al ser, no sería posible; y del ser al no ser no sería: «lo generado tendría que llegar a ser o del ser o del no-ser, pero ambas alternativas son imposibles; porque de lo que es no puede llegar a ser, puesto que ya es, y [,] de lo que no es [,] nada puede llegar a ser, puesto que tendría que haber algo subyacente. Y así, extremando las consecuencias inmediatas, llegaron a afirmar que no existe la multiplicidad, sino solo el Ser mismo» (Fís. 191a30). Incluso su discípulo Zenón había planteado varias paradojas del movimiento con la intención de negarlo.

       No obstante, la existencia e importancia de la ciencia de la naturaleza queda justificada por un hecho indiscutible: es evidente. «Que la naturaleza existe, sería ridículo intentar demostrarlo» (Fís. 193a1), y lo mismo ocurre con el movimiento: «pretender que todas las cosas están en reposo y apoyarse para ello en la razón rechazando el testimonio de los sentidos es debilidad intelectual» (Fís. 253a30). De hecho, la propia naturaleza consiste en aquellos seres que tienen capacidad de moverse a sí mismas y por sí mismas, como los animales, las plantas o los cuerpos simples (tierra, agua, aire y fuego): «la naturaleza, primariamente y en el sentido fundamental de la palabra, es la entidad de aquellas cosas que poseen el principio del movimiento en sí mismas por sí mismas» (Met. 1015a10). Por lo tanto, la cuestión es con qué principios se explica este movimiento.

       En base a la doctrina esotérica de Platón, que establecía como primeros principios el uno y la díada, Aristóteles recuerda que si solo existiera un principio (el sujeto, por ejemplo, o uno de los contrarios), no se podría justificar la multiplicidad (el negro es únicamente negro, y nada más), es decir «No es posible que haya un único principio, puesto que los contrarios son una misma cosa» (Fís. 189a10). Y, a diferencia del maestro, si los principios fundamentales fueran solo dos (pues Platón aceptaba la existencia de principios fundacionales de cada ciencia) no se podría explicar más que cierta gama del ser (del negro y el blanco puede surgir toda una gama de grises, pero no el azul o realidades que no tienen nada que ver con el color, como el ser músico o ser hombre). Además, tampoco podría haber ningún ente (ni siquiera uno totalmente negro) si no hubiese un sustrato sobre el que se aplicaran estas realidades: «tiene que haber siempre algo subyacente en lo que llega a ser» (Fís. 190a15).

       Por lo tanto, los principios fundamentales de la naturaleza son tres: una multitud de «contrarios», es decir, parejas de atributos en los que una parte es la «forma» y otra la «privación»; y un sujeto sobre el que se aplican: «todo lo que llega a ser proviene de su contrario o de algo intermedio y todo lo que se destruye se destruye en su contrario o en algo intermedio» (Fís. 188b20), que actúa «sobre una tercera cosa [la sustancia]» (Fís. 189a25). Esto podría entenderse como una reformulación de los primeros principios platónicos, pues en estos la díada (que haría las veces de contrario primitivo) se aplica sobre el uno (que sería la materia) para generar la sustancia. Nótese que los contrarios son irreductibles en tanto que parejas, es decir, no se pueden deribar unos de otros (el blanco o el negro no pueden venir de lo grande o lo pequeño, ni viceversa): «es incorrecta la doctrina de quienes manifiestan que, en un tiempo, todas las cosas estaban juntas y combinadas, puesto que no todo es combinable con todo» (GC 327b20).

       Ya que el movimiento se producen entre parejas de contrarios: «el agente y el paciente son contrarios, y la generación es un pasaje a lo contrario, de manera que, necesariamente, el paciente se transforma en el agente» (GC 324a1). En las alteraciones, hay algo que se destruye para dar lugar a algo que se genera: «si algo se genera, es evidente que habrá una sustancia en potencia y no en acto, de la cual procederá la generación y en la cual necesariamente se transformará lo que se ha destruído» (GC 317b20). Es decir, lo blanco se destruye para dar lugar a lo negro, que se genera, en una entidad que es originalmente blanca en acto y negra en potencia, para acabar siendo negra en potencia y destruyendo su característica blanca. Por eso este tipo de generación se da «en el ámbito de una de las dos columnas de contrarios» (GC 319a10). Y para que una cosa desaparezca tiene que ser del mismo género pero de especie opuesta a aquella a la que da lugar: «no cualquier cosa es naturalmente apta para actuar y padecer, sino solo aquella que son contrarias o poseen contrariedad, es necesario que el agente y el paciente sean semejantes e idénticos en género, pero desemejantes y contrarios en especie» (GC 323b30). Es decir, el calor no es afectado por el color o el tamaño, sino por el frío, que es de su mismo género, pero de especie contraria.

       De esta manera podemos explicar la realidad de los entes naturales como compuestos de materia y forma (esta última siendo cierta tensión entre los contrarios). Es decir, las entidades son realidades hileomórficas: «Tres son, pues, las causas, tres los principios: dos correponden a la contrariedad ―de ella, uno es definición y forma, y el otro es privación―. El tercero es la materia» (Met. 1069b30); «todo llega a ser desde un substrato y una forma» (Fís. 190b15); «siempre debe suponerse una materia única como base de los contrarios» (GC 314b25).

Puedes continuar leyendo los principios del movimiento de Aristóteles.

Citas

  • Ediciones de Biblioteca Clásica Gredos de las siguientes obras aristotélicas:
    • Met.: Metafísica
    • Fís.: Física
    • GC: Sobre la generación y la corrupción
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