Las eternas leyendas negras

Las eternas leyendas negras

    La historia está íntimamente conectada con la ideología. Una se crea a partir de la otra y se fomentan mutuamente, en un círculo vicioso de manipulaciones y engaños. Y la conquista española de parte del territorio americano no iba a ser menos. Hay quienes defienden que el descubrimiento de América fue uno de los mayores genocidios de la historia de la humanidad y hay quienes dicen que los españoles buscaron llevar la civilización y progreso a pueblosesp primitivos. Intentemos ver la cuestión desde un punto de vista objetivo, empezando por el aspecto más bélico y continuando por el moral.

La conquista

    La intención de los primeros colonos es conquistar el territorio descubierto y obtener un beneficio económico de él, algo que ha sido el objetivo básico de los líderes mundiales hasta el siglo XX y que quizás siga siendo la forma de pensar de muchos. En las Capitulaciones de Santa Fe se puede ver que la intención de Colón (además de científica, social y todo lo que se quiera) es en gran medida económica y política. En ellas se recoge cómo los reyes católicos le otorgan diversos reconocimientos políticos y un diezmo de todo lo que la conquista generase. De hecho, Juan II de Portugal rechazó el proyecto del genovés por sus elevadas exigencias.

    En el primer viaje, Colón partió con una tripulación de cien personas. Un año más tarde volvería a partir con diecisiete barcos y alrededor de mil quinientos tripulantes, con la clara intención de conquistar el territorio descubierto. A partir de entonces se inician una infinidad de expediciones que van llevando poco a poco soldados, armamento, mujeres (para repoblar los territorios) y personalidades religiosas (para la evangelización). Comienza entonces una conquista masiva del terreno incluyendo la explotación de los recursos, la esclavitud de muchos nativos y la sustitución de la cultura indígena por la católica.

    Y este punto es el más importante. A América no se llega con la intención de unirse pacíficamente con la civilización que allí habitase, ni buscando un intercambio cultural, ni siquiera con la intención de abrir rutas comerciales bilaterales, sino para obtener un beneficio económico a toda costa. La expresión “hacer las américas” o la palabra ‘indiano’ se refieren a esta situación, en la que aventureros europeos se dirigían al nuevo mundo para hacerse ricos. De hecho, la llegada de plata del territorio conquistado produce un fenómeno de hiperinflación en la península, muestra de la dimensión económica de la conquista. Y la riqueza se obtiene de la explotación de los recursos, en muchas ocasiones con mano de obra esclava obtenida tanto de los (mal llamados) indios como de los africanos que se llevan a América con ese fin. A esto se le une el proceso de evangelización, por el cual se sustituyen las religiones nativas (las infieles) por la católica, creyendo en la superioridad esta.

    Los españoles conquistan la mayor parte del territorio americano, pues no hay que olvidarse de que el oeste del Misisipi también forma parte del imperio español, por eso encontramos ciudades en Estados Unidos con nombres como Los Ángeles o estados como Colorado o Nevada. Y una conquista es una conquista, con ella vienen las matanzas, el genocidio o la diezma de la población. Llámese como se quiera, es indiscutible que la presencia española produce la muerte de una gran cantidad de individuos, el espolio de sus recursos y la eliminación de su cultura.

La misión española

    Ahora bien, veamos la otra cara de la moneda. Cierto es que gran parte de las muertes las producen las enfermedades que llevan los europeos. Acostumbrados a vivir en pequeñas ciudades y pueblecitos, rodeados de animales pero alejados de los entornos naturales, nuestro sistema inmunológico se fortalece a raíz de la exposición constante a todo tipo de virus y bacterias, algo que, al parecer, no ocurrió en los nativos americanos, que enfermaban de muerte con tan solo respirar el aliento de un español. Aunque no es menos cierto que la falta de intencionalidad no elimina la causa.

    También es verdad que parte de los conflictos ocurren entre los propios nativos, quienes aprovechan el revuelo causado por los españoles para librar sus propias guerras, algunas de las cuales eran entre las grandes metrópolis y los pequeños pueblos periféricos, ya que las primeras parecían oprimir a los segundos. La centralización y su relación con la periferia es un problema en todas las sociedades humanas, de la cual los nativos americanos no se libraron.

    También es cierto que la resistencia a la conquista fue notable, como es lógico. Los indígenas reaccionan y, tarde o temprano, se vieron obligados a hacerlo por la fuerza. De ahí que surjan episodios de crueldad por parte de los nativos, tanto al norte como al sur del continente. Los estadounidenses acostumbraban a estar armados en casa para defenderse de un ataque de los navajo o los apaches (de ahí, quizás, su tolerancia a las armas). En el sur, cualquiera que haya leído el Martín Fierro es consciente de que los indios no eran almas caritativas (tampoco tenían por qué). Son personas y muchos de ellos pueden ser tremendamente crueles en condiciones de guerra.

    En definitiva, no hay que pensar que los nativos americanos vivían en un paraíso libre de sufrimientos y miserias hasta que llegaron los españoles. Aunque eso no quita que la llegada de estos produjese males mucho mayores que los que ya había en esta tierra. En el caos que produjo la llegada de los españoles a América se desataron batallas multilaterales, epidemias y rebeliones que desestabilizaron todo el continente y junto con el espolio, la esclavitud y la evangelización acabaron con culturas enteras.

Los menos malos

    A todo esto se une una última cuestión, la supuesta moralidad española durante la conquista. Es cierto que hay muchas pruebas de la preocupación de determinados sectores de la población (que no todos) por las formas en las que esta se llevaba a cabo. Los reyes católicos (quienes nunca pisaron nuevo mundo) insistían en la protección de los indígenas y en reconocer sus derechos. Incluso el testamento de Isabel la Católica deja escrito que:

non consientan e den lugar que los indios vezinos e moradores en las dichas Indias e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas e bienes; mas mando que sea bien e justamente tratado.

    Además, el surgimiento de las leyes de Indias (que son un conjunto de sesudos volúmenes jurídicos) muestran la preocupación por tratar a los nativos americanos como seres humanos, respetando su dignidad y sus derechos. Personalidades religiosas como Francisco de Vitoria crean el derecho internacional al defender la dignidad de los nativos y la teología del momento, tras discutir largo y tendido al respecto, acaba reconociendo que los derechos humanos son universales y que todos los hombres tienen alma, dignidad y una integridad física y moral que hay que respetar.

    A esto se unen hechos como la construcción de universidades, hospitales y catedrales que, siendo lo más granado de la cultura europea, llevarlas al nuevo mundo te indica que allí no se buscaba solo destruir, sino también construir (aunque no dejan de ser un caso más de colonización cultural). También el hecho del mestizaje, que si bien en muchos casos sería por apropiación forzada, en otros muchos lo sería (y lo sigue siendo) por una unión sincera entre dos personas; o el hecho de que los territorios conquistados fuesen (al menos políticamente) provincias y no colonias, es decir, parte integral del imperio español; o  el hecho de que los españoles poseyeran un porcentaje ínfimo de esclavitud, especialmente en comparación con otras naciones que conquistaron américa… Y un largo etcétera.

El debate

    Entonces, ¿por qué hay tanta disputa respecto a esta colonización en concreto? No se debate sobre si los franceses o los alemanes son unos… sádicos, por formar grandes imperios. Tampoco se discute tanto la colonización inglesa o portuguesa de América y, en parte, es porque no hay descendientes que puedan reivindicar su memoria. En Norteamérica no quedan prácticamente indígenas, mientras que los porcentajes de población nativa en los países de habla hispana son significativos (aunque muy discutidos y discutibles). En muchos podemos encontrar hasta un sesenta u ochenta por ciento de indígenas, lo cual no ocurre en los lugares conquistados por otras potencias europeas.

    Ahora bien, que los españoles hayan sido los más compasivos (en términos muy muy muy relativos) a la hora de conquistar un territorio no significa que la conquista sea justificable. Ni la evangelización, ni las guerras, ni el espolio… Las conquistas, especialmente las violentas, son fenómenos atroces de los que solo cabe arrepentirse. Todas. Los romanos que trajeron su preciado derecho y sus valores a una Hispania primitiva, favoreciendo el avance cultural de una civilización, pero también cometieron atrocidades de todo tipo (muertes, violaciones, esclavitud…). Igual que los árabes posteriormente, igual que los vikingos al norte, igual que los guptas en la India o los mongoles en medio mundo, igual que seguramente harían los mayas y aztecas con los pueblos conquistados.

    Las colonizaciones son procesos brutales, en los que se masacra a la población, se expolian los recursos del país y se destruye la cultura regional. Y son una constante en la política y en el pensamiento humano, pero estamos en una época histórica, con un nivel de civilización, educación y consciencia que nos permite acabar con ellas. Empezando por las acciones estadounidenses en regiones extranjeras con grandes recursos económicos, siguiendo por la influencia de las naciones del norte de Europa sobre las sureñas, continuando por conquistas puntuales como el Tibet a manos de China, la presencia de Israel en Palestina… Hay que dejar que los pueblos se desarrollen y solucionen sus problemas por sí mismos.

    Y en el caso de que estos pueblos cometan atrocidades contra los seres humanos (y contra sí mismos) hay que intervenir en ellas, pero no en la totalidad de la cultura. Por ejemplo, las mutilaciones genitales que existen a día de hoy o los sacrificios humanos que existían en la América recién descubierta por los españoles o los sacrificios de las viudas en India, el sati, son barbaridades que no deben permitirse bajo la idea del respeto a las tradiciones culturales, pero que tampoco justifican la destrucción de la totalidad de la cultura. Hay que intervenir en casos puntuales, pero dejar que los pueblos evolucionen de manera natural. Quizás así llegarían a soluciones (a nivel político, medioambiental o social) de las que nosotros no somos conscientes y entonces podríamos aprender de ellos.

Las disculpas

    Por último, déjenme comentar un asunto de actualidad. Hay una idea relativamente extendida entre determinados sectores por la cual los españoles actuales tenemos que pedir perdón por lo que hicieron nuestros antepasados en América. Y, siendo honestos, la considero una demanda desenfocada. No me parece lo importante. “Lo siento, América”, son palabras que se lleva el viento. Lo que nos deberíamos de plantear es si se debería devolver la riqueza expoliada de otros países: la plata obtenida de Latinoamérica por los españoles, los tesoros robados de Grecia y Egipto por los ingleses o los italianos y un largo etcétera. No tiene sentido ver las momias egipcias en Londres, ni obras del romanticismo italiano en Francia, ni las esculturas griegas en Italia, ni restos de arqueología precolombina en Nueva York, especialmente cuando se han robado. Eso sí haría un cambio.

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