El sistema de Copérnico

El sistema de Copérnico

septiembre 18, 2020 6 Por Alberto Buscató Vázquez

          Copérnico plantea, no por primera vez, pero sí de manera definitiva, el sistema por el cual la Tierra, como el resto de planetas, se mueve alrededor del Sol, que se consideraría inmóvil en el centro del universo. Esta teoría era tremendamente revolucionaria, pues se oponía tanto a las autoridades intelectuales básicas del pensamiento occidental como a la cosmovisión cristiana por la que los hombres eran el centro del universo y estaban «abajo», con la materia, mientras que las divinidades incorruptibles estaban en lo más «alto» del cielo. Además, planteaba que la Tierra se movía a una gran velocidad, lo que es a todas luces contraintuitivo, pues no cuadra con la experiencia común. El propio Copérnico entendía que sus teorías iban «contra la opinión tradicional de los astrónomos y casi contra el sentido común» (ROC: prefacio). ¿Por qué proponer este sistema, entonces?

          En primer lugar, porque los astrónomos no tenían claro cómo explicar los movimientos de los astros conocidos por ser observables a simple vista (el Sol, la Luna, la Tierra y los otros cinco planetas –Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno–). Unos recurrían a centros compartidos, otros introducen epiciclos o círculos excéntricos… y se solía explicar los movimientos de los astros en base a un número creciente de esferas (a medida que se observaba con más y más detenimiento), dando lugar a «casi una infinita multitud de esferas» (ROC: I, X) que pretendían justificar las irregularidades en un sistema que se presuponía perfecto y armónico: todo el universo gira de este a oeste, excepto la Luna y los demás planetas, que lo hacen en la dirección contraria, además de moverse oblicuamente en el zodiaco (junto con el Sol); el Sol y la Luna se mueven a distintas velocidades a lo largo del año, aunque lo hacen siempre en la misma dirección mientras que los cinco planetas restantes tienen movimientos retrógrados y estacionarios; además estos aparecen en distintas posiciones respecto al Sol y en diversas ocasiones parecen más cerca o más lejos de la Tierra (lo que implica que el centro de sus órbitas no puede ser esta)…

          Estas inconsistencias no cuadran con una concepción armónica del cosmos donde la Tierra ocupaba el centro inmóvil mientras todo gira a su alrededor, pero surgen de la experiencia, por lo que requerían una explicación más coherente, sencilla y elegante: «es impropio concebir estos defectos en objetos constituidos en el mejor de los órdenes» (ROC: I, IV). Esto es lo que Copérnico quiere explicar con un nuevo sistema.

          «si los movimientos de otros planetas se correlacionan con la órbita de la Tierra y son calculados para la revolución de cada planeta, no solo sus fenómenos se siguen de ahí, sino que el orden y el tamaño de todos los planetas y esferas, incluso el cielo mismo, quedan tan unidos que nada puede cambiarse sin romper el resto de partes, incluso el universo en su totalidad» (ROC: prefacio).

          Copérnico acepta que los cielos deben ser prácticamente divinos, estables e incorruptibles, por lo que poseen todas las perfecciones y las características de un cosmos armónico. El sistema copernicano, por lo tanto, no niega la forma clásica de entender el cosmos basada en el orden y la armonía (incluso la tranquilidad mental que produce su contemplación), sino que ahonda en ellos, planteando (y esta si es una visión revolucionaria) que las observaciones astronómicas se pueden atribuir tanto al movimiento de la totalidad del universo (con la Tierra inmóvil) como a la Tierra (estando el universo, o algunas de sus partes, inmóvil): «atribuimos a los cuerpos celestes lo que pertenece a la Tierra» (ROC: I, IV).Y esta es la razón de ser de su sistema: el orden. De hecho, el sistema copernicano es tanto una exposición filosófica como un planteamiento científico, ya que Copérnico no tenía observaciones suficientes para probar el sistema, y ni siquiera explica nuevos fenómenos, sino lo ya conocido con un sistema más armónico y uniforme que sitúa a la Tierra en el centro del universo. Su sistema es, por lo tanto, una cuestión de perspectiva, lo que se podría llamar «el giro copernicano».

Sistema copernicano

          El primer lugar, Copérnico plantea que «el universo es esférico» (ROC: I, I), pues esta es la forma geométrica más perfecta, por ello presente en los demás planetas, incluyendo la Tierra (recuérdense las pruebas de Ptolomeo al respecto) y, por la misma razón, los cielos, es decir, las esferas de los distintos planetas, se mueven circularmente (ROC: I, IV). «La primera y más levada de todas es la esfera de las estrellas fijas» (ROC: I, X), que es inamovible, debido a su lento movimiento y a su inmensa distancia y tamaño. Dentro de esta están, en orden, la esfera de Saturno; la de Júpiter; la de Marte; la que provoca la revolución anual, que incluye la Tierra y la Luna; la de Venus y la de Mercurio, todas alrededor de un Sol que «ocupa el centro del universo» (ROC: I, IX), en reposo. Explicar los movimientos cósmicos en base a esferas era habitual en la época, pero incluir a la Tierra en una de estas esferas implicaba que esta se movía alrededor del Sol: «la Tierra no es el centro de los círculos sobre los que gira» (ROC: I, IV).

          «las revoluciones anuales […] se transforma de un movimiento solar a uno terrestre, donde el Sol se reconoce como quieto, cuyo levantamiento y puesta a través de los signos zodiacales y las estrellas fijas aparecería de la misma manera» (ROC: I, IX).

          Como se puede ver, este sistema muestra a la perfección la «maravillosa simetría del universo» (ROC: I, X), ya que se explican los mismos fenómenos recurriendo a menos causas y movimientos distintos, además de que se unifica el movimiento de las esferas con su tamaño (cuanto más lejos del Sol, es decir, cuanto mayor es la esfera, más tarda en dar una vuelta alrededor de este). También se explica de una manera elegante los movimientos retrógrados de los distintos planetas, los cuales no cambian de dirección de manera brusca ni quedan suspendidos en el espacio durante ciertos días, ni giran alrededor de la nada sobre su epiciclo, sino que al girar respecto a la Tierra (pero no respecto al Sol), parece que van hacia atrás en el momento en que la Tierra les adelanta en su curso. Pero todos seguirían órbitas circulares, uniformes y regulares: los «movimientos retrógrados y los directos se reconocerán, no como movimientos de los planetas, sino como movimientos de la Tierra» (ROC: I, IX), la cual «debe ser considerada como uno de los planetas» (ROC: I, IX). Nótese, además, que el elemento más excelso y más distintivo a simple vista (el Sol), ocupa un lugar más excelso y distintivo que los demás astros (el centro) «la inmovilidad se entiende como más noble y divina que el cambio y la inestabilidad» (ROC: I, VIII).

          Así quedan parcialmente solucionadas las inconsistencias de los anteriores sistemas, a través de un sistema más elegante y sencillo, más regular y comprensible, que se sobrepone a la cosmología cristiana y la autoridad del pensamiento aristotélico. Comienza una explicación racional del mundo, que pronto encontrará un sustento en observaciones empíricas.

Citas: ROC, De revolutionibus orbium coelestium: Libro, Capítulo.

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