Marx (VII): Generación de la plusvalía

Marx (VII): Generación de la plusvalía

       Una vez establecidos el sistema de producción y la circulación de mercancías, surge el sistema de producción capitalista. No obstante, si el capitalista vende una mercancía por lo que le cuesta comprar las materias primas, más las herramientas de trabajo, más la totalidad del valor que el trabajador introduce en cada mercancía a través de su trabajo, el beneficio sería exactamente cero: «el valor de la fuerza del trabajo y el valor que introduce durante su proceso de trabajo son dos cantidades diferentes» (K-1.3.5). Por lo tanto, para que el capital pueda acumularse en las manos del capitalista, debe pagar al trabajador menos de lo que este produce: «El secreto de la revalorización propia del capital se resuelve en la disponibilidad de una cierta cantidad de trabajo externo no pagado» (K-1.5.16).

       Es decir, es necesario que el trabajador trabaje unas horas para obtener lo que necesita para vivir un día, lo que constituye el «trabajo necesario», pero puede seguir trabajando, dando lugar a la «plusvalía». Con casos concretos, Marx muestra que en ocasiones el trabajador dedica casi cuatro horas a su sustento y seis horas para beneficio del capitalista. En resumen, en el mejor de los casos «el trabajador trabajó la mitad del día para sí y la otra para el capitalista» (K-1.3.7). Si un agricultor independiente produce lo necesario para su consumo trabajando durante seis horas, en un jornalero es contratado para trabajar doce horas, pagándole exáctamente lo que necesita para vivir (es decir, lo producido en seis horas).

      «currar más allá del trabajo necesario le cuesta [al trabajador] trabajo, gasto de fuerza de trabajo, pero no le aporta ningún valor a él. Él forma plusvalía, que sonríe al capitalista con el estímulo de la creación de la nada» (K-1.3.7).

       Este proceso es la base del sistema de producción capitalista, no la producción de mercancías: «La producción capitalista no es únicamente la producción de mercancías, es esencialmente la producción de plusvalía» (K-1.5.14), hasta el punto de que la obtención de la plusvalía, a costa de cualquier cosa, es la motivación principal del capital en este estadio: «El capital tiene sin embargo una única pulsión vital, el impulso a revalorizarse, a crear plusvalía, a succionar con sus partes constantes los métodos de producción, la masa mayor posible de excedente de trabajo» (K-1.3.8).

       Así, la riqueza del capitalista está fundamentada en su totalidad en el trabajo de sus jornaleros, ya que las tareas que él puede llevar a cabo de organización de sus trabajadores no es trabajo productivo, y tampoco es necesario que él mismo las realice (pues a partir de cierto umbral, también se pueden encargar a otros trabajadores). El capitalista, en tanto que capitalista, es un núcleo de organización del trabajo externo (producido por otros) para el aumento del capital, pero él mismo no trabaja (si lo hace, es en tanto que trabajador de su propia empresa): «la plusvalía capitalista. Desde el principio no contiene ni un átomo de valor que no provenga del trabajo externo no pagado» (K-1.7.22).

       El «trabajo necesario» es una cantidad determinada, a partir de la cual todo es «sobretrabajo» o «trabajo no pagado», por lo tanto, alargar la jornada laboral aumenta la cantidad de sobretrabajo producido. En las sociedades gremiales, se trabajaba mientras había luz, tampoco había una capacidad real de iluminar un recinto, y coser bajo la luz de una antorcha no era realmente efectivo. Tampoco necesario. Los trabajadores despertaban temprano por la mañana (con el alba o el famoso canto del gallo –que, por cierto, es anterior al alba–) y trabajaban en el taller hasta que la luz comenzaba a irse, lo cual podían ser entre seis o diez horas, dependiendo de la zona y la época del año. Con la llegada de la industria, las jornadas laborales se alargan al extremo: 12, 16, 18 o 20 horas, incluyendo periodos en su totalidad nocturnos, incluso a periodos de 30 o más horas seguidas de trabajo. La luz eléctrica permite trabajar a cualquier hora, y el capital lo exige. Así se aumenta «la plusvalía absoluta», que consiste en sencillamente alargar el tiempo de trabajo, lo cual es más rentable que contratar nuevos trabajadores, a lo cual tiende el capital: «Apropiarse del trabajo durante las 24 horas del día es por lo tanto el impulso inmanente de la producción capitalista» (K-1.3.8).

       Todo ello busca, no la máxima eficiencia, sino la máxima efectividad del proceso, es decir, aumentar al máximo la capacidad de trabajo de un trabajador durante un corto período de tiempo, aunque sea a costa de su salud y su tiempo de vida. Porque, al fin y al cabo, cuando muere un trabajador, o cuando pierde eficiencia, se puede sustituir por otro: «El capital, por lo tanto, no tiene miramientos respecto a la salud o al tiempo de vida del trabajador allí donde no está obligado por la sociedad a tener esto en cuenta» (K-1.3.8). Como dice el Dr. Richardson, citado por el propio Marx: «trabajar hasta la muerte es la rutina diaria» (K-1.3.8). El resultado es que los trabajadores tienen tal carga laboral encima, que no pueden hacer nada más con sus vidas:

       «la jornada laboral cuenta diariamente las 24 horas completas menos las pocas horas de descanso, sin la cual la fuerza de trabajo fallaría su nuevo servicio. Es obvio, que el trabajador no es nada más que fuerza de trabajo durante toda su vida, que por eso su tiempo disponible por naturaleza y derecho es tiempo de trabajo, que pertenece al aprovechamiento propio del capitalista. El tiempo para la formación humana, para el desarrollo espiritual, para el cumplimiento de las funciones sociales, para el contacto social, para el juego libre de las fuerzas vitales físicas y espirituales, incluso las fiestas de los domingos – sea en la tierra del sabbat sagrado – ¡mera fruslería! Usurpa el tiempo para el crecimiento, el desarrollo y el mantenimiento del cuerpo. Roba el tiempo exigido para la circulación de aire libre y luz solar. Tacañea el tiempo para la camida y lo introduce cuando es posible en el propio proceso productivo, de tal manera que el trabajador sea alimentado como un mero medio de producción, como el carbón para la caldera de vapor, o el sebo o el aceite para la maquinaria. El tiempo saludable para el recogimiento, la renovación y la refrigeración de las fuerzas vivas se reduce a las horas imprescindibles para la reanimación de un organismo absolutamente agotado» (K-1.3.8)

       El capitalista puede intentar explotar más a los trabajadores, pero esto alcanza ciertos «límites insuperables», aunque sean las 24 horas del día, lo que, después de décadas de abuso y gracias a grandes movimientos de los trabajadores, queda regulado por la ley (que inicialmente limitaba las jornadas laborales a 16 horas, unas pocas menos para los niños). Para seguir aumentando la plusvalía, se puede reducir el trabajo necesario, es decir, el tiempo que el trabajador necesita para producir lo necesario para vivir, manteniendo la jornada laboral y, por lo tanto, aumentando el tiempo que el trabajador trabaja para el capitalista. Esto se llama «la plusvalía relativa». Esto se puede realizar aumentando la velocidad de producción mediante la mejora de los recursos técnicos del trabajador. El trabajo en cadenas de montaje, por ejemplo, aumenta la productividad mediante la condensación de trabajadores en el mismo espacio y su reducción a una actividad básica. Y una última norma básica para aumentar el beneficio es la reducción del salario al mínimo posible.

Puedes seguir leyendo Marx (VIII): El salario mínimo.

Citas

K-libro.sección.capítulo: Karl Marx. Das Kapital: Kritik der politischen Ökonomie.

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