Querido doctor

Querido doctor

      No sé cómo contarle lo que me ocurre, pero no quiero callar mucho más tiempo. Cada vez que he intentado hablar de ello, solo me he encontrado con la incomprensión y el juicio, incluso con cierto reproche por el desagrado que a algunas personas le produce hablar de ello, como si mi queja fuese peor que mi afección. En mi familia, todos sabemos que está ahí, pero nunca se ha hablado de ello. Al menos, no lo suficiente. Y las amistades que también pasan por esto están tan perdidas como yo me encuentro, lo que nos sume en una incapacidad que hace más lamentable esta situación. Sin embargo, me niego a pensar que no hay solución ni remedio posible para el mal que me atormenta.

      Padezco una enfermedad desde hace años. No sé si es exactamente una enfermedad o una característica de mi condición humana. Pero duele. Y molesta. Y me jode, pues siento como un pinchazo profundo en el vientre que lo atraviesa de parte a parte, de tal manera que durante días apenas puedo salir de la cama, ni hacer movimientos bruscos ni ejercicios.

      Y no solo por el dolor, sino por el malestar general en que me hallo durante este tiempo, en el que siento que mi cuerpo arde hasta su última célula, haciendo que el más ligero roce con las sábanas se asemeje a un contacto con una áspera lija que lima mi piel, provocándome dentera y escalofríos.

      Todo me sienta mal, poco me alivia, nada me agrada. No tengo ánimo ni humor. La única actividad intelectual que puedo permitirme es quejarme de este malestar, ya que siento que mi mente está tan embotada como mi cuerpo dolorido. Mi capacidad de concentración y estudio se ven enormemente reducidas. Incluso disminuye mi apetito. El único divertimento del día es verme en la obligación de levantarme de la cama para limpiar los fluidos que supura el órgano afectado, y cambiarle las vendas con las que he de cubrirlo.

      No podría vivir en este estado de no ser por su corta duración. Tal y como viene, se va en dos o tres días, como si una horda huna estuviese de paso por mi cuerpo. Sin embargo, cada cierto tiempo, vuelve. Una vez, y otra vez, y otra vez… Recordándome constantemente que es parte de mí, y que aunque yo quiera negar su existencia, eso no va a negar la mía.

      Pero lo peor de todo es que parece que a nadie le importa. Con un simple resfriado, mi mundo se detiene para esperarme: trabajo desde casa, mis amigos se preocupan por mí, mi pareja me cuida… Incluso algún familiar me escribe para saber si estoy mejor. Pero este mal, por recurrente, parece haberse normalizado. Y eso me hace sentir imbécil. Débil. Incapaz. Extraña.

      Durante varios días veo al mundo avanzar a un ritmo que no puedo seguir. Que no quiero seguir. Es como si no estuviese pensado para mí. Siento que tengo que competir con mis semejantes en unas condiciones que ellos no sufren, pero que a mí no se me tienen en cuenta, haciéndome sentir que padezco una especie de histeria.

      No sé si tiene usted una pastilla mágica que haga desaparecer los síntomas. O un consejo. O algún remedio casero… Pero, al menos, hablar de esto, ayuda. Eso espero.

      Un saludo,

 

      ….

 

      PD.: también quería preguntarle si conoce usted alguna forma de costear los productos necesarios para paliar síntomas, ya que al no estar cubiertos por la Seguridad Social, suponen un gasto extra para mi economía.

Puedes compartir esta entrada en tus redes sociales: