Aristóteles (XVI) – Reformulación de la teoría platónica

Aristóteles (XVI) – Reformulación de la teoría platónica

       Esta nueva filosofía requiere el estudio de los casos concretos, de lo sensible, para conocer el individual, pues «hay que sacar esta conclusión general no solo por un razonamiento, sino también por los hechos particulares y por los hechos sensibles, mediante los cuales tratamos de obtener razonamientos generales» (MA 698a10). Así, hay que intentar que «los datos de la percepción concuerden con nuestras teorías» (GC 336b15), pero si «los hechos no son suficientemente conocidos, y si alguna vez se conocieran, entonces habrá que fiarse más de los sentidos que de los argumentos» (GA 760b30). A diferencia de la filosofía de los antiguos, ahora la realidad se conoce «tanto si es consecuencia del razonamiento como sin mediar razonamiento» (Sens. 436b5).

       Es decir, hay que recurrir a la información que proporcionan los sentidos para reflexionar sobre la naturaleza, pero allí donde los sentidos no alcanzan, se debe aplicar el puro intelecto en la búsqueda del orden que se le presupone al universo. Así llegamos a una teoría que «no solo es evidente por la percepción sensible (pues realmente es así), sino también por la razón» (GA 740a5), como cuando vemos que «el orden es la naturaleza propia de las cosas sensibles» (SC 301a5) o que «en todas las cosas, siempre, hacia lo mejor aspira la naturaleza» (GC 336b25). Esto es especialmente importante para ámbitos que no permiten una observación muy detallada, debido a, por ejemplo, su distancia y tamaño, por lo que «acerca de las cosas inaccesibles a los sentidos creemos que es suficiente inferir mediante el razonamiento si con él nos remontamos a lo posible» (ME 344a5).

       Ahora bien, el conocimiento que perseguimos es científico, es decir, estable, imperecedero. Y la ciencia sigue tratando de lo universal, pues, «si no existe algo aparte de los individuos y los individuos son infinitos, ¿cómo es posible alcanzar ciencia de las cosas infinitas? En efecto, conocemos todas las cosas en la medida en que se da algo que es uno, idéntico y universal» (Met. 999a25), por lo que «si nada hay aparte de los individuos, nada habrá inteligible, sino que todas las cosas serán sensibles, y no habrá ciencia de nada» (Met. 999b1).

       Esto implica que si rechazamos al completo las ideas, volveríamos al problema de Heráclito, propuesto hace ya unas cuarenta olimpiadas [siglo y medio], que Platón solucionó con las ideas. Por lo tanto, «habrá algo fuera del compuesto concreto: la forma, la forma específica» (Met. 999b15), aunque estas no sean sustancias, sino que «es necesario que sean universales, sin ser entidades separadas, los principios de las cosas que son» (Met. 1087a10). Pero lo que hay que estudiar (a lo que hay que aplicar los universales que son las ideas) es la sustancia, lo concreto, por eso «en cierto sentido la ciencia es de lo universal, pero en otro sentido no lo es» (Met. 1087a25). Estudia ahora lo concreto, en base a las ideas, no las ideas como sustancias en sí mismas.

       Y es que no hay definición del individual concreto (tampoco ciencia), porque lo concreto es inestable, cambia y desaparece, sino de las formas generales o de los universales, pues «el enunciado es de lo universal» (Met. 1036a1). Con otras palabras, «toda ciencia se ocupa de los universales y de lo que es de tal cualidad, mientras que la entidad no es universal, sino más bien un esto y algo separado» (Met. 1060b20). No se estudia científicamente a un hombre o a un caballo concreto, sino sus características generales, como su forma de vida, la estructura de sus partes, etcétera. Así, las entidades, que «se captan mediante el pensamiento o la percepción sensible» (Met. 1036a5), serán descritas científicamente en base a predicados universales que definan su esencia. De hecho, el objeto de estudio de la biología aristotélica es la especie, no el individuo particular: «lo mejor sería, si se pudiera, estudiar aparte los seres particulares e indivisibles en especie» (PA 644a30). Pero lo realmente real es el individual concreto, no las predicaciones abstractas que lo estudian; el interés del filósofo es lo real y esto son las entidades, los sujetos, pero para estudiarlos científicamente hay que recurrir a los predicados universales.

       Por eso, si bien ni la díada indeterminada, ni las ideas, ni las realidades matemáticas son entidades, como podría pensar el maestro, sí pueden ser usadas como predicaciones sobre las entidades reales, que son los individuales concretos. A diferencia de la Academia, «“algo que es” y “uno” son los predicados más universales por excelencia» (Met. 1053b20), pero predicados al fin y al cabo: «esas cosas, más bien que sujetos, son afecciones y accidentes de los números y de las magnitudes» (Met. 1088a15). El tres no es una entidad, tampoco «lo que es» o «lo uno» son entidades en sí mismas (no existen en ningún sitio) ni ninguna de las ideas como la belleza o la justicia en sí, no son principios ni nada existente en lo cual las cosas participen, sino predicados que se aplican a las entidades: «Sócrates es mortal», «Calias es uno», «hay tres ciudades»… Tampoco la idea del hombre en sí mismo no es una entidad, «hombre» es una predicación que se aplica a determinados seres: «el hombre y el caballo, y cuantos [predicados] generales abarcan de este modo a las cosas singulares, no son entidad, sino un compuesto de tal forma y de tal manera en general» (Met. 1035b25).

       Así, Aristóteles continúa la obra platónica, incorporando en su pensamiento los avances filosóficos anteriores, a saber, la teoría de las ideas como fundamento del conocimiento científico, pero aportando una nueva visión a ellos, es decir, tomando las ideas como predicados universales que describen la realidad, no como sustancias. Se reformula así la metafísica platónica, pero manteniendo las características del conocimiento científico y el objeto de estudio, esto es, la sustancia. Pero, ahora, esta se aplica principalmente a los seres individuales, concretos.

       Así comienza el estudio de los seres vivos, como nunca había existido. Pero este requiere un conocimiento individualizado de lo sensible, uno a uno, parte a parte, comportamiento a comportamiento. Y esto exige una gran organización para ser estudiado, fuera del alcance de cualquier individuo particular.

Puedes continuar leyendo Aristóteles (XVII) – Vuelta a Atenas y estudio de la vida.

Citas

  • Ediciones de Biblioteca Clásica Gredos de las siguientes obras aristotélicas:
    • GC: Sobre la generación y la corrupción
    • GA.: Generación de los animales
    • ME: Meteorológicos
    • PA: Partes de los animales
    • SC: Sobre el cielo
    • Sueñ.: Acerca del sueño y la vigilia
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