La mentira de Yudistira

La mentira de Yudistira

       La gran epopeya India, el Mahabharata, es la historia de una guerra entre hermanos. O, mejor dicho, representa simbólicamente la historia del hombre [no tanto del ser humano en general], y cómo la guerra pervierte incluso a la persona más honesta. Durante gran parte de esta historia, incluso cuando los protagonistas tienen que vivir en el exilio y sufrir las injusticias del destino, sus comportamientos se dan acorde con el dharma o, podríamos decir, la virtud y la ley divina. Especialmente en el caso de Yudistira, el mayor de los hermanos, pues este consigue mantenerse siempre virtuoso en los momentos más complicados, incluso cuando sus seres queridos dudan de él. Pero la guerra lo cambia todo.

       Cuando esta comienza, ambas facciones empiezan a perder todo sentido de la decencia, toda honestidad, toda rectitud moral. No sólo por los estragos que causa la guerra, sino por el mismo entorno que esta crea. Incluso las guerras tienen reglas y cierto orden para que los combates (aunque sean sangrientos y mezquinos) se desarrollen con honestidad: respetar el descanso, no hacer más daño del necesario, respetar a los inocentes… Sin embargo, a medida que pasan los días, los personajes empiezan a traicionarse, dejan de respetar las treguas, se producen emboscadas nocturnas, se suceden los espionajes y los intentos de vencer al enemigo con triquiñuelas… Dicen que en la guerra y en el amor todo vale, y eso incluye la miseria moral humana.

       Pero también la divina. Uno de los personajes principales de esta historia es Krisna, un ser tan hombre como divinidad surgido en la tierra como encarnación del dios Visnú, una de las divinidades superiores del hinduismo. Pero ni siquiera él consigue mantener su honestidad. Antes de la guerra juró participar en ella (pues se lo había prometido a Arjuna, el hermano de Yudistira), pero como mero conductor del carro de este, sin usar sus poderes divinos (pues se lo había prometido a Duryodana, el jefe enemigo). Pero no pudo resistir la tentación.

       Una noche, mientras los capitanes discutían la estrategia para el día siguiente, Arjuna, angustiado y decepcionado consigo mismo, juró que si no conseguía matar a uno de los capitanes enemigos antes del anochecer, abandonaría la guerra. Y esto significaría la derrota de su bando. Al día siguiente, las horas pasaron sin poder tan siquiera acercarse a su víctima hasta que, cuando quedaban unos pocos minutos para que el sol se pusiera, Arjuna todavía no había conseguido acercarse al capitán. Entonces Krisna rompió su palabra, se transformó en la divinidad que era, y detuvo el curso del sol unos instantes para darle tiempo a Arjuna a cumplir su misión. Y así se hizo, pero está pequeña batalla se ganó a costa del dharma, a costa de la rectitud de un dios.

       Ni siquiera los dioses pueden mantener su moral en la guerra. Sin embargo, en este punto, Yudistira, quien no es más que un simple hombre, había mantenido su honestidad. Su nombre significa «el que se mantiene (sthira) en la guerra (yudhi)», y no hay que entenderlo en un sentido literal ni físico, sino moral. Es el que mantiene su moral intacta, incluso en las situaciones más desesperadas. Pero los días pasaban sin darle fin a la guerra, y la situación era cada vez más angustiante. Drona, otro capitán enemigo, parecía invencible y estaba causando estragos entre el ejército de Yudistira. Si no conseguían frenarle, estaban perdidos.

       Entonces, uno de sus hermanos propone una trampa: «vamos a decirle que su hijo ha muerto y cuando, abatido por el dolor, pierda sus fuerzas, entonces podremos vencerle». A Yudistira no le gustaba la idea. No era justo. Pero incluso Krisna, que parece aquí más hombre que dios, apoya la idea. «No tenemos por qué mentir. No exactamente. Vamos a matar al elefante Aswatama, que se llama igual que el hijo de Drona, y le decimos: “Drona, Aswatama ha muerto”, sin especificar a quien nos referimos. Él pensará que estamos hablando de su hijo, y entonces tendremos ventaja».

       A Yudistira seguía sin agradarle la idea. Era una mentira, y era miserable. Pero estaban en medio de una guerra, sus hermanos le estaban pidiendo ayuda, el propio dios Visnú hecho carne estaba apoyando la argucia… Accedió a hacerlo. Y así se hizo. Al día siguiente, en un lateral del campo de batalla, mataron a un elefante llamado Aswatama, e hicieron correr la noticia. En el epicentro de la guerra, Drona escucha la temida frase: «Drona, Aswatama ha muerto». E inmediatamente pierde su concentración. En ese momento se gira hacia Yudistira, pues, a pesar de ser enemigos, sabe que él no le mentiría. Cree en la honestidad que este ha demostrado durante toda su vida, por lo que le pregunta a él directamente: «¿Es eso cierto?». Todos parecen girarse hacia Yudistira, como si la guerra se parase por un momento. Y Yudistira responde: «Sí, es cierto. Aswatama ha muerto».

       «Se dice que el carro de Yudistira estaba siempre a diez centímetros del suelo por su dharma, pero que tan pronto como dijo estas palabras, este descendió a la tierra y tocó el suelo. Yudistira aquel día se puso al nivel de cualquier otro mortal que anda sobre la tierra» (MB 7.30).

       Entonces Drona quedó desolado, fue asesinado y la guerra pudo continuar, siendo un momento importante para la victoria del bando de Yudistira. Sin embargo, esto se consigue mediante una mentira, símbolo del mensaje principal del Mahabharata: la guerra lo destruye todo. Los conflictos no son sólo la expresión del mal, sino la fuente del mal. Es fácil mantener la honestidad cuando todo está bien. Es fácil donar cuando te sobra, es fácil luchar por lo que te conviene, es fácil sacrificarse cuando se obtiene un beneficio. Pero mantener la virtud durante la tormenta… Quizás no sea de este mundo. Yudistira, al fin y al cabo, miente, no por ser una mala persona ni por ser débil, no por desesperación ni por laxitud moral, sino, sencillamente, porque es humano.

Puedes compartir esta entrada en tus redes sociales: