Sa’Nguitá, un viaje interno

Sa’Nguitá, un viaje interno

diciembre 15, 2019 0 Por Alberto Buscató Vázquez



     Sa’Nguitá, como la mayoría de mis temas de rap, no está escrito de una manera racional o discursiva. No me siento a estructurar el trabajo, algo que reservo para mis textos sobre filosofía (donde la estructura cobra una relevancia que no tiene parangón en ninguna otra disciplina), de tal forma que escribo, bien a través del inconsciente o bien a través de una conexión trascendental de algún tipo, por inspiración. Los versos me vienen (cuando me vienen) completos, ya con su estilo, su cadencia, su rima, su sentimiento. Llegan como unidades cerradas, sobre las cuales, en ocasiones, realizo pequeñas modificaciones (ahora sí, a nivel racional), pero cuya esencia surge junto con el propio verso.

     Estos se van agrupando de forma tan poco intencionada como su origen. Algunos cuadran entre sí por cuestiones estilísticas, otros comparten un mismo sentimiento o un mensaje similar, otros simplemente se asocian a nivel inconsciente en mí… Así se van construyendo los temas, y lo mismo ocurre con el trabajo completo, al cual voy sumando samples, audios personales (siempre espontáneos), pequeñas estrofas, colaboraciones (cuando las hay), textos en prosa… que contribuyen a profundizar en un mensaje.  El trabajo completo es, como reza su exordio, «música, y todas sus actividades asociadas».

            Esto ocurrió con Sa’Nguitá, igual que anteriormente con paganus. No obstante, si bien en este último no se aprecia ninguna unidad temática más que la histórica (pues recoge mis escritos de una determinada etapa personal), en el primero, una vez escrito y con varios temas ya grabados, me di cuenta de que se estaba contando una historia. Si bien yo no la había planificado, ni era consciente de haberla vivido, el trabajo era una narración completa; tenía una supraestructura que yo en ningún momento había pensado (a menos a nivel racional); los distintos temas del este se ordenaban respecto al todo, haciendo referencia a distintos pasajes de la vuelta a casa tras un viaje, una realidad tan simbólica como real, que no solo me ha ocurrido a nivel fáctico, sino también a nivel simbólico.

     La mayoría de elementos secundarios estaban ya escogidos, tratados y montados cuando me di cuenta de esto, si bien introduje algún retoque para cerrar la obra sobre sí misma, y ayudaban a profundizar en la historia: un viaje interior narrado desde la perspectiva de la vuelta a casa.

     Así, «San Diego» profundiza en la recepción en casa ya esbozada en «Cuídate, niño», igual que el sample de Estefanía que va entre ambos; «Luciérnagas» recoge un motivo propio de la relación con la comunidad local a la que vuelves, que se refleja en «Diáfano», como lo hace el sample de Kiko, un miembro de esta comunidad; «Betel» amplía el espectro de «Brujas», pues ambos narran las historias aprendidas en los viajes que se vierten sobre la comunidad (que no viaja contigo más que en sentimiento); y «Zaratustra» recoge la universalidad del sentimiento, la trascendencia detrás de los actos físicos, sobre la cual trata «Eterno», circunscrito por samples de Herme que hacen referencia a la tranquilidad mental que otorga el estado de consciencia o la conciencia de dicha trascendencia.

     Sa’Nguitá empieza con una conversación con una amiga del pasado (analizada con detalle aquí). Se deja entrever una larga relación entre ellos, y un aprecio capaz de mantenerse a través de los años, pero también cierto rencor por la ausencia. Ella empieza recriminándome mi marcha («¿dónde has estado?»), con un tono duro, aunque este se suaviza cuando me sincero, diciéndole que me he equivocado («no seas tan cruel contigo»).

     El viaje del que vuelvo lo describo como una pérdida en el desierto, una búsqueda infructuosa («poco he conseguido, excepto estar más alejado»). No obstante, se plantea la esperanza en el éxito de una búsqueda futura («ahora sé dónde buscar, y voy a llegar finalmente»), por lo que este paso por casa es temporal, siendo un punto de partida en el que recuperar fuerzas para el próximo viaje. Sa’Nguitá ocurre en este lapso.

     Esta conversación se dio, aunque más esquemática y simbólica, con una antigua amiga a quien me encontré por casualidad en una tienda de mi antiguo pueblo. Intercambiamos un par de comentarios, cuya esencia recogía lo que intento explicar en esta canción, y se despidió con las palabras que inspiraron el título: «cuídate, niño».

     Tras este primer tema, un sample de una vieja conocida, donde habla de sus viajes tal y como yo estoy hablando aquí de los míos, sirve como antecedente a «San Diego», un par de estrofas que narran lo que sería una llamada que yo realizaría al llegar a casa («lo primero que hago en cuanto llego/es dejarle un mensaje para ver cuando nos vemos»). La interlocutora también está viajando, pero no duda en acercarse a casa para participar de mi recibimiento, que es de lo que trata todo este primer conjunto.

     El segundo tema propiamente dicho, «Diáfano», el más experimental del trabajo, recoge la vida en la comunidad de origen, con tus amigos de toda la vida («chicos de barrio») y la esencia de las enseñanzas aprendidas. De ahí el estilo críptico y aparentemente inconexo del tema, pues para la comunidad es extraño lo que ocurre fuera de ella, que es lo que el viajero narraría a su vuelta. Esto se recoge en la conversación telefónica con un interlocutor mudo, donde este muestra su incomprensión respecto a las estrofas de la canción («no sé si lo he entendido del todo…»), así como el sample de Dano que antecede al tema y explica su emoción.

     Esta idea se continúa en «Luciérnagas», que presenta un motivo nocturno, las luces que produce un cigarrillo en la noche, quizás en el banco de enfrente en el parque donde te reúnes con tus amigos, o de un callejón oscuro de tu barrio. Tras un audio de Kiko que insiste en este sentimiento comunitario, segunda parte conceptual del trabajo, se da paso a la narración de la relación con la comunidad de origen.

     «Brujas» es un ejemplo simbólico de las enseñanzas adquiridas durante el viaje, las que contarías a los tuyos en el susodicho parque. En este caso, versa sobre el feminismo intercultural, como muestra de la importancia de conocer otras geografías para poder interpretar la realidad. El feminismo no es necesariamente empoderamiento, y el empoderamiento no pasa ineludiblemente por la inserción laboral, como pensamos en occidente. En los lugares más alejados de Europa y su supuesta lucha por los derechos humanos, he visto a mujeres tan empoderadas como la más occidental, aunque llevasen un velo o una marca hindú de casamiento («ella sale con el niqab y se para la plaza»).

     Otra de estas historias se recoge en las estrofas que continúan el tema anterior, «Betel», relativa a los perjuicios del consumo de hoja de betel, droga que hace estragos en el sur del continente asiático («enganchado a la hoja de betel»). Tras un silencio, termina el tercer bloque, el de la transmisión de lo aprendido, y comienza el cuarto y último, referido a la trascendencia de la experiencia, anticipado por un audio de Herme: «todo es mucho más fácil […] si tienes este nivel de conciencia que…».

    «Eterno» recoge la trascendencia que reside en las pequeñas cosas, la eternidad de los detalles, no en tanto que detalles, sino en tanto que vectores de la universalidad de la cultura humana y de la trascendencia a la que tenemos acceso. El absoluto del concreto, la eternidad de cada gesto. Casi todos los ejemplos son occidentales (pues en este punto de la obra yo sigo en «casa»), como el teatro, las costumbres mediterráneas, Zenit, las universidades («dejando a oscuras el templo»)… Pero, por más que intente centrarme en ellos, siempre vienen a mi recuerdo los momentos vividos en los lugares más remotos: los picos de Gangotri, las chabolas de Kolkata, los ermitaños de las montañas… que serán, quizás, las motivaciones para emprender el viaje de nuevo.

     Durante los cuatro temas (y unidades temáticas) del trabajo completo hay determinadas frases que están marcadas tanto en la letra (entrecomilladas) como en la voz (con una reverb), que se recogen al final de este tema. Son localizaciones geográficas nombradas en cada uno de estos y que recogen desde lo más particular («Dhapa», barrio indio de Kolkata), hasta lo más general («el mundo entero»), pasando por el aspecto religioso y cultural («el río sagrado») y el transcendental («desde el cielo»), que serían puntos intermedios que simbolizarían la universalidad de la cultura, que se encuentra en cada gesto humano. Todo ello se presenta intercalando el verso «¡pobres dándole a la vida gracias!», con el que se intenta mostrar que, tras la diferencia geográfica, existe una unidad en la esencia más profunda de la raza humana, alejada de los lujos y las falsas necesidades.

     Las últimas estrofas recogen todo este recorrido a través del trabajo completo, desde la llegada al pueblo natal; el contacto con aquellos que te recriminan, porque te quieren y les duele que te hayas ido; el tiempo con tus seres queridos; las historias que has aprendido durante el viaje; y la esperanza de continuar viajando para encontrar aquello que buscas. Este es uno de los detalles introducidos a nivel racional y a posteriori de los que hablaba al principio del texto.

Hoy, por fin, vuelvo a mi pueblo

tras perderme en el desierto.

Me recibes con reproches, [«Cuídate, niño»]

pero te llamo cada vez que vengo. [«San Diego»]

 

Ey, hermano, ¿cómo estás?

Joder, por fin me pude escuchar eso. [«Diáfano»]

Vamos a celebrarlo en la noche,

esas luces guiarán nuestros pensamientos. [«Luciérnagas»]

 

Te contaré mil historias

de damas sin apuros y príncipes muertos, [«Brujas»]

de tradiciones y victorias,

y de drogas que no te recomiendo. [«Betel»]

 

Sabes que partí con mi ego,

enfermo de esta cultura en el cuerpo,

pero encontré el lugar

y te juro por mi vida que era cierto. [«Eterno»]

     Tras este cierre, un pequeño texto en prosa, a modo de apéndice, resumen a vuelapluma de un pasaje del Así habló Zaratustra, de Nietzsche, recoge el sentimiento universal de la vuelta a casa tras un viaje transformador, en la que todo se ve más pequeño, porque se pone en relación con la amplitud inabarcable del mundo, así como por la conciencia de la pérdida de límites que se adquiere en un viaje de este tipo.

     Así, Sa’Nguitá, es un viaje, como todos, interno.

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