Aristóteles (XII) – La ciencia de la verdad

Aristóteles (XII) – La ciencia de la verdad

       «Todos los hombres por naturaleza desean saber. Señal de ello es el amor a las sensaciones» (Met. 980a20). En los seres con memoria, esta puede dar lugar a una experiencia (basada en la repetición de observaciones), que da lugar al arte cuando se crea una idea general de estas experiencias. Aquí surge el sabio, que es el que conoce la causa de las cosas, aunque la falta del conocimiento de los fenómenos concretos puede hacer que no tenga capacidad de llevar a la práctica su conocimiento: «los hombres de experiencia saben el hecho, pero no el porqué, mientras que los otros conocen el porqué, la causa» (Met. 981a30). Es decir, «lo que se llama “sabiduría” se ocupa de las causas primeras y de los principios» (Met. 981b25) o «la sabiduría es ciencia acerca de ciertos principios y causas» (Met. 982a1); «la sabiduría es una ciencia de los principios» (Met. 1059a15). Esta es la ciencia que buscamos, como había enseñado el maestro.

       Pero esta se da en mayor medida en unas ciencias que en otras, concretamente, es más sabiduría la de todas las cosas, las más difíciles, las más exactas, las que se escogen por sí mismas y las que ordenan a las demás. Y esto se da en la ciencia de los universales, que versa sobre «los primeros principios y causas» (Met. 982b10), de tal manera que «la ciencia del filósofo se ocupa de lo que es, en tanto que es, universalmente y no parcialmente» (Met. 1060b30). Esta ciencia es la de más estima, una ciencia divina propia de los hombres y superior a todas las demás. Por eso  «es correcto que la filosofía se denomine “ciencia de la verdad”» (Met. 993b15), ya que «no conocemos la verdad si no conocemos la causa» (Met. 993b20). Y estos primeros principios fuente de la verdad son sus objetos de estudio: «verdadera es, en grado sumo, la causa de que sean verdaderas las cosas posteriores a ella» (Met. 993b25). La filosofía, por lo tanto, es la ciencia que trata sobre los primeros principios y causas de la realidad, porque «es evidente que hay algún principio» (Met. 994a1).

       «La filosofía […] no investiga acerca de realidades particulares, en tanto que a cada una de ellas le ocurre tener alguna propiedad, sino acerca de lo que es, en tanto que cada una de ellas es algo que es» (Met. 1061b25).

       Pero, ¿en qué se diferencia la metafísica de cualquier otra ciencia? ¿No explica la física las cuatro causas? ¿No trata la lógica sobre los principios? La metafísica es «una ciencia que estudia lo que es, en tanto que algo es, y los atributos que, por sí mismo, le pertenecen» (Met. 1003a20), es decir, «Se trata de buscar los principios y las causas de las cosas que son, pero obviamente, en tanto que cosas que son» (Met. 1025b1). Se buscan, por lo tanto, «los principios y causas supremas» (Met. 1003a25) de las cosas en sí mismas, de «lo que es». Pero lo que es se dice de muchas maneras, sea como entidad, como atributo, como proceso… Incluso lo que no es se dice que es «algo» (algo que no es, que tiene «no ser» o carencia). Todo ello lo estudiará esta ciencia: «corresponde a una sola ciencia estudiar lo que es, en tanto que algo es, y los atributos que le pertenecen en tanto que algo es» (Met. 1005a10).

       Para ello contamos con las ideas y los principios, como fundamento, causa y explicación de la realidad. Esta teoría, en palabras de Aristóteles, defiende que «existen algunas cosas aparte de las particulares y estas son las ideas» (Ide. 3: 79, 8‒11), las cuales «tiene una existencia separada de ella y [de lo que se predica] y es eterno» (Ide. 3: 80, 8‒15). Por ejemplo, las «cosas iguales son iguales en tanto que imágenes de lo que es propia y verdaderamente igual» (Ide. 3: 83, 11‒17, similar en Platón Fedón 74a). Estas ideas tienen también el carácter de arquetipo o paradigma: «existe un paradigma de las cosas de este mundo, que es en sentido propio» (Ide. 3: 83, 17‒22) y, precisamente, «el ser idea consiste en ser paradigma» (Ide. 86, 13‒19).

       Además, «toda ciencia realiza su función haciendo referencia a algo, único e idéntico, y no en relación con ninguna de las cosas particulares» (Ide. 3: 79, 3‒8), por lo tanto, «debería haber para cada ciencia alguna cosa, aparte de las sensibles, que sea eterna y paradigma de las cosas que se generan en el ámbito de cada ciencia» (Ide. 3: 79, 3‒8), que sería la idea. También justifica las ideas el hecho de que se predique la misma cosa (o idea) de una pluralidad: «cada uno de los múltiples hombres y animales es hombre y animal, respectivamente […] hay algo que se predica de todas sin ser idéntico a ninguna de ellas» (Ide. 3: 80, 8‒15). Igualmente existen las ideas por el echo de que pensamos en ellas, incluso cuando las realidades sensibles a las que se refieren no existen (cf. Ide. 3: 81, 25‒82).

       Por eso estas son fundamentales para las definiciones, por su carácter universal: «las definiciones tienen por objeto los universales y lo que permanece siempre» (Ide. 2), porque «Todas las cosas particulares cambian y nunca se encuentran en idéntico estado, pero las universales son inmutables y eternas» (Ide. 2). La medicina, por ejemplo, no estudia el estado de salud de un individuo concreto, sino la salud en general (cf. Ide. 3: 79, 11‒15).

       Y tras estas ideas, en pares de contrarios, encontraríamos los primeros principios: «casi todos los contrarios se reducen a lo Uno y lo Múltiple como principio» (Con. testimonio 3). Por eso el propio Aristóteles «redujo todos los contrarios a lo múltiple y lo uno» (Bie. 5e, similar en 5f, 5g). Además recopila la doctrina del maestro en la obra «Sobre el bien».

       Aquí encontramos a un Aristóteles en gran medida platónico. Y así lo entendieron los comentadores antiguos. Asclepio trata a Aristóteles como platónico (Bie. 6), otros defienden que en «Sobre la filosofía» Aristóteles expone las doctrinas platónicas (Fil. 11b (Alejandro de Afrodisias), 11d (Simplicio); 11e (Filópono)). Pseudo Alejandro dice que «las noticias que nos transmite Aristóteles acerca de Platón en su obra Sobre la filosofía, por lo cual expuso aquí el pensamiento de estos [los platónicos] de forma breve y resumida» (Fil. 11f). Incluso Plutarco (Fil. 1) habla de las «obras platónicas» de Aristóteles.

       Una de las muestras más claras de esto es la exposición de cierta versión del llamado «mito de la caverna» de manos de Aristóteles, en el que se insiste en los lujos que se pueden obtener aun estando en la ignorancia y se utiliza el paso de la oscuridad al mundo real para justificar la existencia de dios, pero que se recurre a la misma idea platónica de «salir de la cueva» de la ignorancia para entrar en el mundo real del conocimiento:

       «si existieran quienes hubiesen habitado bajo la tierra en buenas y magníficas mansiones, adornadas con estatuas y pinturas y equipadas con todas aquellas cosas de las que disfrutan en abundancia quienes se consideran felices y, sin embargo, no hubieran salido nunca fuera a la superficie de la tierra, pero […] luego en un determinado momento se abrieran las fauces de la tierra y pudieran escapar dejando tras de sí aquellos aposentos ocultos y salir hacia estos lugares que nosotros habitamos, de repente, cuando vieran la tierra, los mares y el cielo, conocieran la magnitud de las nubes y la fuerza de los vientos […] creerían ciertamente que hay dioses y que estas cosas de esta magnitud son obra de los dioses» (Fil. 13a).

Puedes continuar leyendo Aristóteles (XIII) – Las críticas a «nuestra» teoría.

Citas

  • Ediciones de Biblioteca Clásica Gredos de las siguientes obras aristotélicas:
    • Met: Metafísica
    • Fragmentos
      • Fil.: Περὶ φιλοσοφίας
      • Ide.: Περὶ ιδεῶν
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