Marx (VI): Circulación y producción

Marx (VI): Circulación y producción

       Con el surgimiento del dinero surge la circulación, como desarrollo natural y paso superior al intercambio de mercancías. La circulación se da de dos maneras principales: mercancía-dinero-mercancía (M-D-M) y dinero-mercancía-dinero [D-M-D], que forman parte de una secuencia continua, pero cuya diferencia reside en el punto de vista de la clase que la observa. El primer esquema consiste en «vender para comprar», donde ocurre el auténtico intercambio de materia, ya que la mercancía abandona su valor de uso para intercambiarse por dinero, que luego se usará para comprar otras mercancías, de tal manera que siendo la primera y la segunda mercancía tengan el mismo valor de cambio, pero un valor de uso cualitativamente distinto (cambias patatas, que te sobran, por tomates, que te faltan, a través de la venta de patatas por dinero y la compra de tomates con este dinero). Por lo tanto, se obtiene un beneficio cualitativo, una mercancía que sacia una necesidad humana a cambio de una mercancía que el vendedor inicial no necesitaba. El objetivo final de este intercambio es la consumición de una mercancía por el primer vendedor, que consigue así librarse de una necesidad.

       El segundo esquema consiste en «comprar para vender», «cambiar dinero por mercancías para luego cambiar estas mercancías por dinero» (K-1.2.4), que constituye la «base de la circulación del sistema de producción capitalista». Aquí, el dinero es el punto inicial y final de la circulación, «la meta final de la circulación», mientras que la mercancía es el medio, que solo sirve para intercambiar dos cantidades de dinero. Aquí se compra una mercancía únicamente para venderla (más caro), por lo que dichas mercancías aquí no tienen más valor que el dinero por el que pueden cambiarse: «el valor de uso no es en absoluto la cosa que se ama por sí misma en el proceso de producción» (K-1.3.5). Y la razón de ser de este es la obtención de un beneficio cuantitativo: «la forma completa de este proceso es, por lo tanto, D-M-D’, donde D’ = D + ▲G, es decir, el dinero final es igual al dinero inicial más un incremento» (K-1.2.4). Este incremento es la plusvalía, y los encargados de llevar a cabo este proceso son los llamados capitalistas, ahora de pleno derecho: «como portador consciente de este movimiento el poseedor del dinero se convierte en capitalista» (K-1.2.4).

       Este proceso es constante y cíclico, se venden mercancías para obtener un dinero con el que comprar un producto que vende alguien cuyo dinero usa para comprar las primeras mercancías que se han vendido. Así, las mercancías van circulando por la sociedad, pero también lo hace el dinero: M-D-M’-D-M’’-D-M’’’… Y, obviamente, ambos procesos se dan a la vez (la mercancía es a la vez comprada y vendida por alguien) y de manera reiterativa (lo ahora vendido es luego comprado). No obstante, hay una diferencia fundamental en estos dos ciclos de capital, que es la forma en la que el sujeto que participa en ellos entiende el valor de cada elemento, es decir, cuál está supeditado al otro, lo que determina la clase a la que pertenece y la actividad que realiza.

       Para el capitalista, las mercancías son el sustento material que permiten la reproducción del capital y, por lo tanto, es indiferente al valor de uso de dicha mercancía. Como capitalista, le da igual vender sillas, vacunas o armas, solo le interesa la capacidad que estas tengan para producir dinero. El trabajador, por su parte, usa el dinero para comprar mercancías que necesita (para comer o amueblar su casa), donde el dinero sirve únicamente para procurarse dichas mercancías. En este momento se da una diferencia radical de clase, que ya está establecida con anterioridad, pero que aquí se perpetúa: «Los comportamientos de clase entre capitalista y jornalero ya existen, ya se presuponen, en el momento, en el que ambos llevan a cabo el acto D – F [dinero – fuerza de trabajo] (F – D desde la perspectiva del trabajador)» (K-2.1.1.). Y esta se realiza inmediatamente en el proceso de producción.

El proceso de producción

       Con el surgimiento del trabajo, las mercancías pueden ser consideradas como «cristalizaciones de trabajo», que Marx llama «trabajo objetivizador». Es decir, cada mercancía posee en su ser una cantidad de trabajo que algún trabajador ha introducido en ella (en su forma al tallarla o en su unión con otra mercancía al componerla o en su conjunto al bordarla, etc.), que constituye su valor: «¿cuál es el valor de una mercancía? La forma objetivada del trabajo social invertido en su producción. Y, ¿cómo medimos el tamaño de ese valor? A través del tamaño del trabajo en ella contenido» (K-1.6.7). Así, la mercancía adquiere el carácter de «objetivación del tiempo de trabajo general».

       Este valor introducido por el trabajador es únicamente de cambio, pues el valor de uso (que permite liberar de una necesidad) no se puede introducir: el agua sacia la sed, y no se puede introducir trabajo en el agua para que haga este proceso mejor. Ahora bien, sí se puede trabajar una mercancía para darle un mayor valor de cambio, continuando con el ejemplo, al embotellar el agua o al transportarla hacia lugares donde escasee. Aquí no se consigue aumentar el valor de uso de la mercancía, pero sí su valor de cambio. La producción de una serie de mercancías equivalentes requiere el mismo trabajo (por eso son equivalentes, tienen el mismo valor de cambio, es decir, se pueden cambiar por la misma cantidad de dinero).

       Esta es una forma de entender el trabajo desde la perspectiva del trabajador, no desde la del cliente o la del capitalista. El trabajador introduce un nuevo valor en el producto a través del tiempo que le dedica al trabajo, no del contenido que añade al producto: «él añade una cantidad de valor determinada, no porque su trabajo tenga un contenido especialmente útil, sino porque este requiere cierto tiempo» (K-1.3.6). Así los trabajadores quedan reducidos a su «tiempo de trabajo», de tal manera que lo que producen es una mercancía que requiere un número determinado de horas de trabajo: «¿Cómo medimos el tamaño de su valor? A través de la cantidad de sustancia constructora de valor contenida en el trabajo» (K-1.1.1). Por lo que el capitalista buscará extraer de cada trabajador el máximo número de horas posibles.

       Y la forma de medir el trabajo, especialmente en tanto que produce un valor de cambio, es mediante el tiempo aplicado a unidades de «trabajo simple» (aunque dependiendo de las condiciones del trabajo podemos hablar de un «trabajo complicado», que puede ser, por ejemplo, tres veces más valioso que el trabajo simple). La unión del trabajo de distintos individuos da lugar a un producto determinado, por lo que el «trabajo comunitario» mide la cantidad de trabajo total (independientemente de los individuos que lo realizan), que requiere una mercancía. Es decir, cuando estas salen a la sociedad, expresan cierta cantidad de trabajo abstracto individual en su valor de cambio. Este carácter de la mercancía como productos de distintas personas desaparece en el sistema monetario de la economía moderna.

       Para el capitalista, el proceso de producción aparece como secundario: «El proceso de producción aparece únicamente como un eslabón intermedio ineludible, como un mal necesario para la producción de dinero» (K-2.1.1), a diferencia de lo que se piensa sobre el capitalista en la «economía popular». No obstante, este requiere un sistema de producción, pues este no se dedica únicamente a comprar y vender, sino que organiza la introducción de un valor extra a la mercancía inicial (un valor añadido), gracias a lo cual puede vender esta mercancía más cara de lo que la compra. Convierte, así, algodón crudo en un traje, por ejemplo. O, mejor dicho, organiza dicha conversión, la manda realizar y paga su producción. Este proceso de producción requiere materias primas, que surgen de la naturaleza misma, más o menos trabajada, y herramientas, que también provienen de esta, pero que determinan como podemos trabajar la naturaleza y, por lo tanto, las distintas épocas históricas. Tras comprarlas, el capitalista requiere fuerza de trabajo para transformar las mercancías, introduciendo un valor en las primeras, ya que «solo el tiempo de trabajo social necesario cuenta como formador de valor» (K-1.3.5).

       Aquí se hace imprescindible que el capitalista compre dicha fuerza de trabajo, ya que una diferencia esencial entre este y el trabajador autónomo o el maestro de un gremio (que tampoco tienen nadie que les obligue a trabajar, excepto ellos mismos) es que el capitalista recurre a «la fuerza de trabajo» de un trabajador externo, distinto a él: «la quintaesencia de las facultades físicas y espirituales que existen en una corporalidad, en la personalidad viva de una persona y que él pone en movimiento cada vez que produce un valor de uso de algún tipo» (K-1.2.4). Independientemente de que el capitalista trabaje o no, en el proceso de producción o en otro ámbito (como la organización), la base del sistema de producción capitalista es que este obtenga un beneficio del trabajo que llevan a cabo los trabajadores que él contrata. Si no se obtiene este beneficio estamos hablando de un sistema de trabajo cooperativo, una organización gremial o una empresa deficiente, pero en ningún caso de una producción capitalista, pues el capital no aumenta ni se acumula si no se extrae del trabajador externo.

Puedes continuar leyendo la generación de la plusvalía.

Citas

K-libro.sección.capítulo: Karl Marx. Das Kapital: Kritik der politischen Ökonomie.

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