Aristóteles (II): Periodo académico – Eudemo

Aristóteles (II): Periodo académico – Eudemo

       Durante dos décadas, Aristóteles estudiaría las teorías del maestro y entraría en contacto con otros grandes discípulos, como Xenócrates o Espeusipo, así como con sabios de toda Grecia que llegaban a la Academia a discutir con Platón (como es el caso de Eudoxo y sus discípulos, que se produjo poco después de la llegada de Aristóteles). Así, estudiaría y debatiría la teoría platónica de las ideas; escucharía de la boca del maestro las «doctrinas ocultas» solo accesibles a los estudiantes o, mejor dicho (pues la Academia era un espacio público) no divulgadas a través de un diálogo generalista; se ejercitaría en la dialéctica y en las infinitas discusiones matemáticas, como técnicas para alcanzar el bien; y se ejercitaría en el tan limitado método de la división.

       Durante este tiempo Aristóteles escribe algunos diálogos, imitando al maestro en su forma de divulgar la filosofía (de ahí que titule varios diálogos de la misma manera, como Político, Sofista, Simposio), y posiblemente desarrollara gran parte de sus ideas, que se escribirían más tarde. Especialmente en los últimos años de vida del maestro, Aristóteles estaría formado en filosofía, y aunque no escribiese muchas de sus doctrinas, las reflexiones de este periodo irían construyendo las bases de sus futuros textos. Sea como fuere, los textos de esta época, como Eudemo o Protrépticos, reflejan un pensamiento claramente platónico, tanto en la prioridad de la vida filosófica como en la defensa de la inmortalidad del alma.

       Una diferencia significativa entre los escritos esotéricos y estos «discursos que se hacen públicos» (Eud. 7c) es la utilización de argumentos necesarios en los primeros y plausibles en los últimos (idea básica de la lógica que se escribirá más tarde): «Aristóteles establece la inmortalidad del alma en sus obras acromáticas y lo hace con argumentos necesarios, pero en sus diálogos la establece, verosímilmente, con argumentos plausibles» (Eud. 3). Estas podían estar escritas en diálogos, como atestigua un pasaje del Eudemo de la filosofía occidental conservado por Plutarco (también el de Sobre la nobleza por Estobeo, Nob. 2):

  • «Ya ves lo que está en boca de los hombres y se viene repitiendo desde hace muchos años.
  • A qué te refieres – dijo él.

Y aquel le respondió:

  • Qué no haber nacido es lo mejor de todo y que haber muerto es mejor que vivir» ( 6).

       El Eudemo es una obra escrita a la muerte de un amigo de Aristóteles, del mismo nombre. Dado que se escribió poco después de la batalla de Siracusa en la que este cayó, y sabemos que esta sucedió en el 354 o 353, es una de las pocas obras que se pueden datar con relativa precisión. Es especialmente significativo que se escribiera durante el periodo académico de Aristóteles, cuando llevaba trece años en la Academia de Platón. Y el carácter platónico de la obra es muy significativo, lo que se observa tanto en la crítica a la teoría del alma como armonía (también en el Fedón), como a la creencia en la inmortalidad del alma y en la (posible) creencia en la teoría de las ideas. El recurrir a la inmortalidad del alma y así «creer que los difuntos son dichosos y felices» (Eud. 6) al volver a contemplar las ideas, podría ser una consolación por la muerte de su amigo. Así, «para las almas, la vida sin el cuerpo, al estar en concordancia con la naturaleza, se asemeja a la salud, mientras que su vida en los cuerpos, al ser contraria a la naturaleza, se asemeja a la enfermedad» (Eud. 5), lo que también se observa en la historia de Sileno, que decía que lo mejor es no nacer y lo segundo mejor morir cuanto antes. En la obra observa la crítica platónica al mundo físico mundo, según la cual el cuerpo era una enfermedad del alma: «la estructura de las enfermedades se asemeja de alguna manera a la de los seres vivientes» (Platón 89b).

       Así, en esta obra se expone «tanto en el argumento que supone que los conocimientos son recuerdos como en el de la semejanza con dios» (Eud. 2), ideas claramente platónica que más tarde desaparecerán en Aristóteles, incluso se volverán incompatibles con su sistema, y que parecen aceptar la teoría de las ideas, pues en ellas estaba fuertemente basada la creencia de que los conocimientos son recuerdos (pues el alma observaba las ideas al estar separada del cuerpo, y olvida estos conocimientos al unirse con él).

       Se establece que «el alma es inmortal» (Eud. 3), porque hacemos libaciones a los difuntos, y no lo haríamos si estos no existieran; y subrayó «todos los problemas sobre el descenso del alma» (Eud. 4), como haría Platón en el Timeo 338d, entre los que podríamos encontrar el olvido de las ideas: «el alma, al llegar aquí procedente del más allá, olvida las visiones contempladas en aquel lugar» (Eud. 5), a las cuales recuerda cuando abandona el cuerpo. Estas visiones difícilmente pueden interpretarse como no perteneciendo a las ideas, las cuales están presentes (aunque no aceptadas explícitamente) en toda la obra. De todas formas, Jaeger cree que aun así, la existencia de la idea de la preexistencia del alma y la anamnesis ya justifican la creencia en las ideas: „müßte die Annahme der Präexistenz- und Wiedererinnerungslehre als solche schon genügen, um die Ideenlehre zu fordern“ (Jaeger, 1923: 51).

       Este conocimiento, sea de las ideas o de los primeros principios, pero en cualquier caso de «aquel objeto primero, simple e inmaterial» (Eud. 10), que constituye «la culminación de la filosofía» (Eud. 10),  da de manera inmediata, no ética y no racional, de forma mística: «La intelección de lo inteligible, puro y simple, como un relampago que ilumina el alma, le permite entonces aprehender lo y verlo una vez. Por esta razón Platón y Aristóteles llaman a esta parte e la filosofía una revelación mistérica» (Eud. 10), recordando a la intuición platónica que se encontraba más allá del pensamiento discursivo de las ciencias.

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Citas

  • Vallejo Campos, A. (2005). Fragmentos. Madrid: Gredos.
    • Eud. – Eudemo.
    • Nob. – Sobre la nobleza
  • Jaeger, W. W. (1923). Aristoteles. Grundlegung einer Geschichte seiner Entstehung. Berlin: Weidmannschen Buchhandlung.
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