Parodias y apropiación cultural en el rap

Parodias y apropiación cultural en el rap

noviembre 20, 2019 0 Por Alberto Buscató Vázquez

   De un tiempo a esta parte, la palabra «ofendiditos» se viene usando contra todos aquellos que no ríen las gracias al cómico de turno o que se quejan de un insulto, una vejación o un menosprecio. En referencia al famoso anuncio de Campofrío que popularizó esta expresión, el cómico Facu Díaz expresó con certeza lo que esta palabra esconde: «parece que uno ya no puede ni quejarse, sólo puede comer chóped». Y parece que señalando y menospreciando al ofendidito, se justifican todo tipo de actuaciones. Entre ellas, quiero centrarme (valga como ejemplo de un fenómeno general) en las parodias y las apropiaciones culturales alrededor del ámbito del rap que, sumadas a la ola de popularización que sufre (digo bien) el género, cada vez son más habituales.

   Hay una diferencia fundamental entre estos dos conceptos. Una parodia es una representación sesgada con fines humorísticos de una determinada realidad, mientras que la apropiación cultural es la utilización de una cultura de un determinado grupo para el beneficio (usualmente espurio) de otro. Las parodias, por lo tanto, son una caricatura que resalta los valores y formas de ser propios de un movimiento y, como tal, los representan, pero las apropiaciones culturales suelen deformar y representar de manera equivocada el movimiento que usan para el interés de un tercero.

   Las parodias son normalmente aceptadas por los individuos que se identifican con el grupo parodiado. A mí, por ejemplo, en tanto que rapero, me alucina «Ali G anda suelto», una parodia en toda regla del rap. El llamado Ali G es, en cierto sentido, el anti-rapero, ya que es blanco en una cultura de origen afroamericano; vive en un barrio residencial, no en una sociedad marginalizada; no muestra casi ningún interés por nada más que sí mismo, mientras que el rap es en gran medida comunitario… No hay más que escucharle “rapear” para ver que no va en serio: «me saco un moco, me vuelvo loco». ¡Hasta vive con su abuela!

Andreu Buenafuente y Berto Romero han sabido parodiar el rap manteniendo un equilibrio entre el humor y el respeto (casi siempre). Nótese la valentía de Berto de lanzarse a improvisar durante un minuto…

   Y esto es lo que le hace representar a la perfección el rap. Las parodias son, en sus elementos accesorios y secundarios, tal y como es el objeto parodiado, pero en negativo. A la menos uno. Es como un grabado, donde la ausencia permite formar una figura. Cuando Ali G hace algo absolutamente contrario a lo que es habitual en el rap, los raperos nos sentimos identificados con su inversa y, por lo tanto, con la susodicha parodia. Sabemos que el rap es todo lo serio que no es Ali G, que requiere toda la dedicación que este no le presta, y que tiene tanta carga lírica como la que le falta al londinense.

   Para conseguir esto, los que parodian tienen que ser expertos en el tema que tratan. No vale cualquier cosa, hay que entender el movimiento y darle la vuelta, igual que un experto en caricaturas sabe ver qué rasgos faciales se salen de la norma, y se centra en ellos. Esto se ve claramente en la representación no parodiada de los elementos principales del movimiento, que en el caso del rap son la autenticidad, la igualdad y la clandestinidad. La trama de la mencionada película está centrada en la lucha por la defensa de la comunidad local frente a los abusos políticos movidos por intereses económicos. El lema «keep it real» (mantenlo real), está presente constantemente en la película (hasta en la ropa interior de los personajes) y llega a ser decisivo para que Ali G tome una decisión vital en su vida. Igual que lo es para el rap.

   La apropiación cultural es otra cosa. En ella el movimiento apropiado no se representa en ningún momento, sino que se intenta presentarlo de la forma que más permita obtener el beneficio deseado. En el caso del rap, si lo que hace gracia son colgantes grandes y cadenas de oro inmensas colgadas del cuello, pues se recurre a ellas. Si lo que interesa es la ropa trap, aunque poco tenga que ver con el rap, pues se usa dicha ropa. Si a la gente le suena «el rap de los ochenta», aunque sea únicamente la expresión, pues nos expresamos de esa manera. Da absolutamente igual que el uso de colgantes de oro sea minoritario en el rap, da igual que el rap haya surgido en los setenta o en los noventa. Lo que importa es que la gente se ría y así aguanten los minutos de publicidad pegados al televisor. Al fin y al cabo, los que pagan son ellos.

   Estas actuaciones solo benefician a quienes las realizan, dejando el movimiento indiferente en lo esencial a este, pero creándole una mala imagen pública, lo que acaba traduciéndose en un descrédito generalizado, una falta de comprensión por parte de la sociedad, una carencia absoluta de medidas políticas o institucionales que busquen potenciarlo… Al final le dices a un amigo, ajeno al movimiento, que eres rapero y piensa que eres violento, que tienes una pistola en casa y que te drogas, mientras te pregunta que dónde están tus colgantes de oro haciendo unos gestos tan arrítmicos como torpes con las manos.

   Pero, ¿qué os voy a contar? Esto ya ha pasado, y sabemos cómo va a acabar porque ya lo hemos vivido. Reyes lo recoge en 25 años de rimas hablando del rap de los ochenta en España: «los medios de comunicación lo habían usado y después lo habían tirado: lo habían destruido» (Reyes, 2010: 66). Los medios de comunicación usarán el rap mientras tenga tirón, es decir, hasta que la gente se canse de él, lo que a la velocidad a la que la sociedad se aburre de sí misma ocurrirá en uno o dos años como mucho. ¿Dónde están Los Chunguitos? Y luego se apropiarán de otro movimiento u otro personaje y lo explotarán todo lo que puedan. Quizás sea el punk, quizás el flamenco o el folclore… Es igual, usarán el que mejor funcione. Y, el resultado será el mismo de siempre, un movimiento cultural desprestigiado y unos medios de comunicación con los bolsillos más llenos. Es lo que hay, es el mercado, amigos. Y, si no te gusta, calla y sigue comiendo chóped.

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