Historia del FFX (ejercicio sintáctico)

Historia del FFX (ejercicio sintáctico)

     «Claro que creo que los videojuegos son arte, ¿cómo no voy a pensar que la historia del Final Fantasy X es arte?».

 

 

     «Claro que creo que los videojuegos son arte», le respondí, pensando en los gráficos de la mayoría de juegos actuales, pero decidí contestarle con la historia de uno en particular, así que dije: «¿cómo no voy a pensar que la historia del Final Fantasy X, en la que el protagonista se ve arrancado de su mundo para aparecer en el pasado para acabar derrotando a Sinh, en un combate que termina con una lucha de carácter freudiano contra tu propio padre, cómo no voy pensar –decía– que esta historia es arte?».

 

 

     «Claro que creo que los videojuegos son arte», le respondí a mi amigo cuando me preguntó al respecto, pensando tanto en las cinemáticas del WoW, que son espectaculares, como en los gráficos de la mayoría de juegos actuales o las historias que hay detrás de muchos de ellos, pero decidí contestarle con la historia de uno en particular, así que dije: «¿cómo no voy a pensar que la historia del Final Fantasy X, en la que el protagonista se ve arrancado de su mundo para aparecer en lo que parece el pasado, en donde la sociedad ha sido arrasada por la encarnación de nuestros pecados para acabar derrotando a Sinh, en un combate que termina con una lucha de carácter freudiano contra tu propio padre tras la cual te das cuenta de que tú no eres más que un sueño, cómo no voy pensar –decía– que esta historia es arte?».

 

 

     «Claro que creo que los videojuegos son arte», le respondí a mi amigo cuando me preguntó al respecto, pensando tanto en las cinemáticas del WoW, que son espectaculares, como en los gráficos de la mayoría de juegos actuales o las historias que hay detrás de muchos de ellos, pero decidí contestarle con la historia de uno en particular, así que dije: «¿cómo no voy a pensar que la historia del Final Fantasy X, en la que el protagonista se ve arrancado de su mundo para aparecer en lo que parece el pasado, en donde la sociedad ha sido arrasada por la encarnación de nuestros pecados, contra la cual se lucha, por una parte, utilizando los propios pecados; por otra, mediante la austeridad religiosa fomentada por un grupo fanático pero autorizado; y, por un tercer frente, mediante la magia y la fantasía de unos personajes llamados invocadores, para acabar derrotando a Sinh con estos últimos, en un combate basado en un cambio del paradigma de muerte y reencarnación de la tradición que se había establecido, por la cual el invocador sacrificaba su vida para transformar a uno de sus guardianes en el próximo Sinh, con lo cual se conseguían diez años de paz, tras los cuales este volvía a arrasar el mundo, que termina con una lucha de carácter freudiano contra tu propio padre, que 1) fue el último guardián transformado en Sinh; 2) es la figura paterna cuyos pasos estabas destinado a seguir; y 3) representa un personaje ya pasado al cual amas, porque es tu padre, pero también odias profundamente, porque siempre ha sido un gilipollas, tras la cual te das cuenta de lo que durante todo el juego se te ha ido insinuando, que es que tú, o sea, el personaje principal, no eres más que un sueño de unos antiguos invocadores que se conjuraron para producir una última invocación, en forma de sueño encarnado que llevase la sabiduría y los valores de dichos invocadores y acabase con el mal que asola el mundo, cómo no voy pensar –decía– que esta historia es arte?».

 

 

     «Claro que creo que los videojuegos son arte», le respondí a mi amigo cuando me preguntó al respecto, pensando tanto en las cinemáticas del WoW, que son espectaculares, como en los gráficos de la mayoría de juegos actuales o las historias que hay detrás de muchos de ellos, pero decidí contestarle con la historia de uno en particular, así que dije: «¿cómo no voy a pensar que la historia del Final Fantasy X, en la que el protagonista se ve arrancado de su mundo para aparecer en lo que parece el pasado, pero que resulta ser el futuro, en donde la sociedad ha sido arrasada por la encarnación de nuestros pecados, contra la cual se lucha, por una parte, utilizando los propios pecados; por otra, mediante la austeridad religiosa fomentada por un grupo fanático pero autorizado, que resulta estar podrido por dentro y ser una casta elitista que solo busca mantenerse en el poder utilizando una estrategia basada en el miedo y la alianza unilateral con dicha encarnación de nuestros pecados; y, por un tercer frente, mediante la magia y la fantasía de unos personajes llamados invocadores, para acabar –el protagonista, o sea, tú– derrotando a Sinh con estos últimos, en un combate basado en un cambio del paradigma de muerte y reencarnación a través de la tradición que se había establecido, por la cual el invocador sacrificaba su vida para transformar a uno de sus guardianes en el próximo Sinh, con lo cual se conseguían diez años de paz, tras los cuales este volvía a arrasar el mundo, que termina –el combate, digo– con una lucha de carácter freudiano contra tu propio padre que 1) fue el último guardián transformado en Sinh; 2) es la figura paterna cuyos pasos estabas destinado a seguir, hasta que tomes las riendas de tu propia vida; y 3) representa un personaje ya pasado al cual amas, porque es tu padre, y ¡cómo no vas a quererle si padre no hay más que uno!, pero también odias profundamente, porque siempre ha sido un gilipollas de mucho cuidao que ha hecho que crezcas bajo su sombra, debido a su arrogancia, pero que también te ha ayudado a construirte a ti mismo, porque un padre es un padre, tras la cual te das cuenta de lo que durante todo el juego se te ha ido insinuando, pero tú no has querido creerte, que es que tú, o sea, el personaje principal, Tidus, no eres más que un sueño de unos antiguos invocadores que justo antes de perecer en la batalla contra los defensores de la tecnología y el uso abusivo de las máquinas se conjuraron para producir una última invocación, en forma de sueño encarnado que llevase la sabiduría y los valores  de dichos invocadores y acabase, de una vez por todas, con el mal que asola el mundo para traer una época dorada de paz y felicidad mediante el sacrificio simbólico de la historia de amor que se va gestando durante todo el juego con la otra protagonista, que es la invocadora Yuna, cómo no voy pensar –decía– que esta historia es arte?».

 

 

     «Claro que creo que los videojuegos son arte», le respondí a mi amigo cuando me preguntó al respecto, pensando tanto en las cinemáticas del WoW, que son espectaculares, como en los gráficos de la mayoría de juegos actuales o las historias que hay detrás de muchos de ellos, pero decidí contestarle con la historia de uno en particular, así que dije: «¿cómo no voy a pensar que la historia del Final Fantasy X, en la que el protagonista se ve arrancado de su mundo para aparecer en lo que parece el pasado, pero que resulta ser el futuro, en donde la sociedad ha sido arrasada por la encarnación de nuestros pecados (que no son otros que los de la sociedad moderna), contra la cual se lucha, por una parte, utilizando los propios pecados (a saber, el abuso de las máquinas, como crítica a la tecnología y el desarrollo incontrolado de la inteligencia artificial); por otra, mediante la austeridad religiosa fomentada por un grupo fanático pero autorizado, que resulta estar podrido por dentro y ser una casta elitista que solo busca mantenerse en el poder (símbolo de la iglesia moderna) utilizando una estrategia basada en el miedo y la alianza unilateral con dicha encarnación de nuestros pecados (la cual se llama Sinh, nombre que recuerda tremendamente a la palabra anglosajona «sin», aunque el videojuego sea japonés, y que significa «pecado»); y, por un tercer frente, mediante la magia y la fantasía de unos personajes llamados invocadores (que son una representación de las culturas paganas, las creencias populares, el pensamiento no racional y la esperanza en lo desconocido), para acabar –el protagonista, o sea, tú– derrotando a Sinh con estos últimos, en un combate basado en un cambio del paradigma de muerte y reencarnación de la tradiciónque se había establecido, por la cual el invocador sacrificaba su vida para transformar a uno de sus guardianes en el próximo Sinh, con lo cual se conseguían diez años de paz (en clara referencia a la paz armada actual de occidente), tras los cuales este volvía a arrasar el mundo, que termina –el combate, digo– con una lucha de carácter freudiano contra tu propio padre (alegoría de la emancipación y maduración personal) que 1) fue el último guardián transformado en Sinh; 2) es la figura paterna cuyos pasos estabas destinado a seguir, hasta que tomes las riendas de tu propia vida; y 3) representa un personaje ya pasado al cual amas, porque es tu padre, y ¡cómo no vas a quererle si padre no hay más que uno!, pero también odias profundamente, porque siempre ha sido un gilipollas de mucho cuidao que ha hecho que crezcas bajo su sombra, debido a su arrogancia, pero que también te ha ayudado a construirte a ti mismo, porque un padre es un padre, tras la cual te das cuenta de lo que durante todo el juego se te ha ido insinuando, pero tú no has querido creerte, que es que tú, o sea, el personaje principal, Tidus, no eres más que un sueño de unos antiguos invocadores (que hacen las veces del idealismo histórico) que justo antes de perecer en la batalla contra los defensores de la tecnología y el uso abusivo de las máquinas (imagen del capitalismo o del neoliberalismo descontrolado) se conjuraron –los invocadores, digo, no los liberales– para producir una última invocación (símbolo del salvador, de la parusía, o de lo que leches sea, que está aún por venir), en forma de sueño encarnado que llevase la sabiduría y los valores (a nivel inconsciente, claro) de dichos invocadores (quienes conservan el legado de la tradición) y acabase, de una vez por todas, con el mal que asola el mundo para traer una época dorada de paz y felicidad mediante el sacrificio simbólico de la historia de amor que se va gestando durante todo el juego con la otra protagonista, que es la invocadora Yuna, cómo no voy pensar –decía– que esta historia es arte?».

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