Aristóteles (III): El organon – Términos

Aristóteles (III): El organon – Términos

       Aristóteles ha estado veinte años discutiendo y asistiendo a discusiones de los mayores filósofos del momento, que desde toda Grecia se dirigían hacia la academia platónica para conocer y debatir las teorías del maestro. Aquí observaría que hay una serie de formas comunes a la hora de ejercitar la dialéctica, es decir, en los debates habituales de estos pensadores, sean estas correctas, falsas o incluso malintencionadas. Sin embargo, la dialéctica en la academia se aprendía haciéndola o viendo como los sabios la ejercían, ya que esta era un ejercicio cuyo fin era orientar al estudiante hacia el bien a través de la práctica del debate intelectual, por lo que no tenía un tratamiento de ciencia en sí misma. Al fin y al cabo, para Platón la filosofía era una práctica personal, que cada uno tenía que realizar. Aristóteles recoge toda esta experiencia y la ordena, dando lugar a una ciencia del pensamiento, a la primera (y única) lógica occidental: «no es que una parte estuviera previamente elaborada y otra no, sino que no había nada en absoluto» (RS 183b35).

       Las discusiones filosóficas se realizan a través del lenguaje, que es un reflejo del pensamiento del alma: «lo que hay en el sonido son símbolos de las afecciones que hay en el alma, y la escritura es símbolo de lo que hay en el sonido» (Int. 16a5). Y el lenguaje está constituido de ciertos elementos básicos, los términos, «aquello en lo que se descompone la proposición» (AI 24b15), por ejemplo, «Hombre», «blanco», «tres» o «saltar». Estos términos no son verdaderos ni falsos, pues no implican que algo exista ni que deje de existir, son únicamente elementos con los que se construirán oraciones que sí tendrán estas implicaciones ontológicas: «en el alma hay, a veces, una noción sin que se signifique verdad o de falsedad» (Int. 16a10).

       Pero en estos términos ya encontramos una diferencia fundamental entre el sujeto y sus atributos. Hay cosas que se dicen de otras cosas, como «blanco» o «tres», y cosas sobre las cuales se dicen las otras cosas, como «caballo» u «hombre». En efecto, se dice que «los hombres son blancos» o no, que son tres o cuatro, y lo mismo ocurre con los caballos y otras entidades, pero estas no se dicen de las cosas: no se dice que «el blanco es hombre» o que «un caballo es tres». Así, «De las cosas que existen, unas se dicen de un sujeto, sin que estén en sujeto alguno, v.g.: hombre […] otras están en un sujeto, sin que se digan de sujeto alguno […] el color blanco […] otras se dicen de un sujeto y están en un sujeto, v.g.: el conocimiento […] otras, ni están en el sujeto, ni se dicen de un sujeto, v.g.: el hombre individual» (Cat. 1a-1b), algo que parecía intuir Platón en el Filebo: «hay dos tipos de cosas, uno de las que son en si y por sí, y el otro de las que tienden siempre a otra cosa» (Platón, Filebo 53d).

       Estos términos, y en definitiva todas las «cosas» a las que estos hacen referencia, quedan recogidos en la lista de categorías aristotélicas, que en su máxima expresión (pues en distintas ocasiones se exponen un número mayor o menor de estas) son las siguientes: «Cada una de las cosas que se dicen fuera de toda combinación, o bien significa una entidad, o bien un cuanto, o un cual, o un respecto a algo, o un donde, o un cuando, o un hallarse situado, o un estar, o un hacer, o un padecer» (Cat. 1b20, similar en Tóp 103b20), que pueden llamarse sustancia (o entidad), cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, situación, hábito, acción y pasión. Nótese que «nada hay común fuera de la entidad y de las restantes categorías» (Met. 1070b1), es decir, que con estas podríamos nombrar la totalidad de lo real, y que estas no son esquemas generales que usamos (a nivel lingüístico) para referirnos a las cosas, pero, en cierto sentido, también recogen una diferencia ontológica, es decir, objetiva, del mundo físico y no solo lingüístico o mental.

       La primera de estas es la sustancia, que «ni se dice de un sujeto, ni está en un sujeto, v.g.: el hombre individual» (Cat. 2a10), como Sócrates o un animal en concreto. Esta tiene un carácter especial respecto a las demás categorías, pues «Todas las demás cosas, o bien se dicen de las entidades primarias como de sus sujetos, o bien están en ellas como en sus sujetos» (Cat. 2a35). La sustancia especifica un «esto», un individual concreto; es numéricamente una e idéntica a sí misma; son el sustento sobre el cual se dan las demás categorías. Respecto al resto de categorías, se podrían hacer algunas apreciaciones, pero en general son conceptos comunes que no es necesario describir (la cantidad, por ejemplo, hace referencia al número de sustancias de las que hablamos, como es obvio).

       Estas categorías pueden tener distinta naturaleza al aplicarse a una u a otra cosa, pues pueden formar parte de su definición o ser lo propio de cada cosa o bien especificar su género o ser únicamente un accidente: «Siempre, en efecto, se hallará el accidente, el género, lo propio y la definición en una de estas predicaciones» (Tóp. 103b20). Es decir, la cualidad de «blanco» puede ser lo accidental (para un caballo, que también podría ser negro) o lo propio (para la nieve, a la que le pertenece necesariamente ser blanca). En el caso del hombre, por ejemplo, ser blanco o negro es para él accidental, mientras que lo «racional» es lo que le caracteriza propiamente (lo propio), además de formar parte esencial de su definición, mientras que «animal» también forma parte de su definición, pero no es lo propio de él (es compartido por otros muchos seres), sino que determina su género.

  •        «Definición es un enunciado que significa el qué es ser» (T 101b35), cuya expresión básica es cuando «la definición consta de género y diferencia» (T 103b15, similar en Met. 1037b25). «[U]na definición es el enunciado indemostrable del qué es» (AII 94a10), por lo que «las definiciones sólo hay que entenderlas» (AII 76b35), no se pueden demostrar. Y, en definitiva, «la definición es el enunciado de la esencia» (Met. 1031a10).
  •        «Propio es lo que no indica el qué es ser, pero se da solo en tal objeto y puede intercambiarse con él en la predicación» (Tóp. 102a15), es decir, son aquellos términos que solo se dan en un sujeto, hasta el punto de diferenciarlos de todos los demás. Por ejemplo, «leer» o ser «racional» para el hombre.
  •        «Género es lo que se predica dentro del qué es, acerca de varias cosas que difieren en especie» (Tóp. 102a30). Por ejemplo, ser «animal» para el hombre, ya que si bien se da en él de manera necesaria (no es un accidente) también se da en muchos otros seres (no es así, lo propio del hombre). Estos «otros seres» constituirían las especies del género.
  •        «Accidente es lo que no es […] ni definición, ni propio, ni género, pero se da en un objeto; y también lo que puede darse y no darse en una misma cosa» (Tóp. 102b5). Por ejemplo, estar «sentado», ser «educado» o «blanco», son accidentes para el ser humano.

       Estos términos al combinarse dan lugar a enunciados, en los que los términos se afirman unos de otros: «Enunciado es un sonido significativo, cualquiera de cuyas partes es significativa por separado como enunciación, pero no como afirmación» (Int. 16b25). Es decir, una expresión como «por favor» u «ojalá los dioses me ayuden», no son aserciones, porque no tratan la verdad o falsedad de un asunto. Más allá, un gruñido o un gemido son sonidos, pero no significativos. Solo en los enunciados significativos se dan los conceptos de verdad o falsedad: «la aserción simple es un sonido significativo acerca de si algo se da o no se da» (Int. 17a20). Es decir, «La falsedad y la verdad no se dan, pues, en las cosas […] sino en el pensamiento» (Met. 1027b25) y en su expresión, que es el lenguaje.

Puedes continuar leyendo la utilización de estos términos en Aristóteles (IV) – Dialéctica y lógica.

Citas

  • Ediciones de Biblioteca Clásica Gredos de las siguientes obras aristotélicas:
    • Cat. Categorías
    • Tóp. Tópicos
    • Int. Sobre la interpretación
    • Met. Metafísica
    • AII. Analíticos posteriores
    • RS. Refutaciones sofísticas
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