Sistema del mundo s. XX (III): próximos destinos

Sistema del mundo s. XX (III): próximos destinos

diciembre 13, 2020 0 Por Alberto Buscató Vázquez

«de eso va ser una civilización interplanetaria:

de creer en el futuro y pensar que el futuro va a ser mejor que el pasado.

Y no puedo pensar en nada más excitante que salir ahí fuera y estar entre las estrellas», Elon Musk, Space X.

La carrera espacial

          El ser humano no solo pretende conocer el espacio, sino visitarlo. Quizás podríamos decir que esta carrera por conquistar el espacio comienza en 1935, cuando dos aventureros (pues hay que tener valor) superaron los 22.000 metros de altura en un balón de helio, el Explorer II, realizando la primera fotografía en la que se puede observar la curvatura de la Tierra, lo que fue repetido con más éxito en 1948, alcanzando los 160 km y mostrándola claramente.

Explorer II

Fotografía de la Tierra desde el Explorer II

          En 1957 la URSS alcanza el espacio exterior lanzando el Sputnik 1, una esfera metálica de casi 60 cm de diámetro capaz de emitir ondas de radio, y, posteriormente, con el Vostok 1, lo hace el primer hombre (Yuri Gagarin) seguido de cerca dos años después por la primera mujer en el espacio (Valentina Tereshkova). Comienza así la carrera espacial, una lucha tecnológica y científica entre la URSS y EE.UU. para conquistar el espacio y demostrar al mundo quién tenía mayor potencial tecnológico e, indirectamente, militar.

Sputnik 1

          La siguiente gran conquista en la carrera espacial vino por parte de la NASA, que consiguió poner a dos personas (Neil Armstrong y Buzz Aldrin) en la Luna en 1969. En aquel momento todavía se desconocía la composición y textura de la superficie lunar, siendo un riesgo probable que su superficie no fuese firme, de tal manera que los astronautas quedarían enterrados por metros (o kilómetros) de polvo lunar. Agarrado todavía a la escalera del módulo lunar (el Eagel) Armstrong confirma que este sólo se había hundido un par de pulgadas en la superficie. Y, tras saltar del módulo y pisar por primera vez la superficie lunar, pronuncia una frase que se haría famosa en el mundo entero: «este es un pequeño paso para un hombre, pero un gran paso para la humanidad» (Armstrong).

          Poco más tarde leyeron la placa que dejaron en una de las patas del Eagel: «Aquí, los hombres del planeta Tierra por primera vez pisaron la luna. Julio de 1969 d. C. [después de Cristo, originalmente anno domini]. Venimos en paz para toda la humanidad», mostrando así la pretensión de que el descubrimiento del espacio pudiera ser una posibilidad para fomentar la unidad entre seres humanos. No obstante, nótese que la placa está escrita en inglés, datada según el calendario gregoriano y en referencia al origen del cristianismo. Además, poco después clavaron la bandera estadounidense en la superficie lunar.

          La carrera espacial termina poco más tarde, en 1975 con el Apollo–Soyuz o «Аполлон» – «Союз», el momento en el que el módulo Apollo de los EE.UU. y la cápsula Союз de la URSS se acoplaron en el espacio para una misión conjunta, quedando la paz simbólicamente firmada, al menos fuera de la Tierra, con el apretón de manos entre Stafford y Leonov.

          Pero las misiones espaciales continuaron. Hasta 1972 aterrizarían con éxito otros cinco módulos lunares del proyecto Apollo, estudiando la superficie lunar y trayendo de vuelta hasta 842 libras (382 kg) de material para su estudio en la Tierra. Sin embargo, el programa Apollo se detuvo porque al analizar estas muestras se encontraron diversos minerales, pero únicamente trazas de agua, lo que dificultaba enormemente el proyecto de establecer una colonia de seres humanos (y ciudades, en un futuro) en este satélite, ya que implicaría que habría que llevar grandes cantidades de esta para garantizar la supervivencia de los colonos, lo que cuesta actualmente unos 55.000 dólares por libra. Y los humanos necesitamos mucha agua para vivir (básicamente para beber y cultivar). Sinceramente, no había nada especialmente interesante (o útil) en la Luna, y arriesgar la vida de los astronautas y gastar miles de millones de dólares para traer kilos y kilos de polvo a la Tierra no parecía tener mucho sentido.

          Al menos, hasta finales de la primera década del siglo XXI, cuando la sonda Chandrayaan-1, orbitando a unos 100 km de la superficie lunar, detectó grandes cantidades de agua cerca de los polos de la Luna; lo que luego fue confirmado con la sonda Cassini (en su viaje hacia Saturno), y expandido a todas las latitudes.

          Si había grandes superficies de agua bajo la superficie, el sueño de construir una ciudad en la Luna volvía a ser factible. Surge el proyecto Artemisa, que planea enviar de nuevo a seres humanos (incluyendo a la primera mujer) a nuestro satélite. Y, en esta ocasión, para quedarse. Además del encanto y del hito histórico del proyecto, también tiene una importancia práctica, pues la Luna sería el lugar ideal para la próxima colonización espacial: Marte.

Misión: Marte

          El color rojo de Marte, visible a simple vista, ha hecho siempre de este un planeta especial. Pero, a medida que se avanzaba en su observación, comenzó a ser algo más que el dios de la guerra: un posible hogar. Ya a finales del siglo XIX, Schiaparelli’s realiza el primer mapa de la superficie marciana, usando para ello un telescopio terrestre, pero no es hasta 1964 cuando la Mariner 4 consigue las primeras imágenes del planeta rojo desde el espacio, en las que se vio que la atmósfera era muy delgada, que no había campo magnético, ni radiación ni agua en la superficie (posiblemente por el viento solar). Tampoco parecía haber vida en Marte, al menos en el 20% de la superficie observada por la sonda.

          Pero eso no significaba que no haya habido vida alguna vez. Las Mariner 6 y 7 descubrieron que la atmósfera de Marte era básicamente CO2, pero también observan cauces de antiguos ríos. Posteriormente, la Mariner 9 consigue mapear el 85% de la superficie del planeta, incluyendo el icónico volcán Olimpo (la montaña más grande del sistema solar, con más de 22 kilómetros de altura sobre la base).

          Pero el objetivo no era únicamente observar al planeta rojo, por lo que en 1976 las sondas Vikings consiguen no solo una imagen en mosaico de gran parte de la superficie de Marte, sino aterrizar exitosamente en el planeta, tomando datos sobre el clima de Marte y sobre su tierra, descubriendo que es principalmente arcilla rica en hierro (de ahí su color).

La sonda Vikings aterriza en Marte.

          Sin embargo, el objetivo de estas sondas era únicamente aterrizar en el planeta. Su propia estructura no tenía capacidad para moverse, no estaba pensada para ello. Tampoco se sabía si la superficie de Marte iba a ser lo suficientemente sólida como para soportar el peso de una nave o si se iba a hundir o si estaba cubierta de decenas de metros de polvo… Pero parecía que tenía un suelo sólido que, quizás, en el futuro podrían pisar los humanos.

          Estas incursiones parecían mostrar que Marte podría ser un lugar habitable. Es cierto que apenas tenía atmósfera y que esta es básicamente CO2 (tóxico para los animales), pero su superficie es rocosa como la terrestre, con ríos de lava antiguos como los de la Tierra, incluso parecía que el agua líquida había fluido sobre la superficie de Marte en determinados periodos de la historia del planeta, y se observaban deltas producidos por ríos ya desaparecidos. Pero, además, se encontró agua (disponible para usar, tras extraerse) bajo las regiones polares de Marte. El Mars Reconnaissance Orbiter ha descubierto hasta 821.000 km cúbicos de hielo en los casquetes polares de Marte (un cuarto del agua que tiene el mar Mediterráneo) y se encontró perclorato, que es un alimento de algunos microorganismos terrestres, en los depósitos subterráneos de agua de la región polar de Marte (llamada Phoenix). Quizás costase varias décadas (quizás no siglos) colonizar Marte, pero era evidente que alguna vez había existido vida en el planeta o que, por lo menos, podía haber existido. Pero para llegar allí había que seguir estudiando y, en primer lugar, poder moverse por él.

          Entonces se lanzan el Pathfinder lander y Sojourner Rover (1996), que consiguen aterrizar con éxito y enviar de vuelta miles de imágenes y millones de mediciones sobre la atmósfera, la temperatura y la velocidad del aire en la superficie del planeta, además de ser (el Sojourner) el primer rover con ruedas capaz de moverse por Marte, con lo que comenzamos a explorar el planeta, saludando primeramente a la roca Yogi, que nos esperaba impasible.

          Y a partir de entonces se envían distintos rovers cada vez con más instrumentos y capacidades. El Spirit y el Opportunity aterrizan sobre Marte y envían hasta 200.000 fotos a lo largo de seis y quince años respectivamente, así como mediciones meteorológicas del planeta, de la estructura química del suelo y del aire, probando que en Marte hubo ambientes habitables, no solo con agua líquida fluyendo sobre la superficie, sino con temperaturas elevadas y una atmósfera más densa. Se encuentra hematita, un mineral que se forma principalmente en el agua (aunque también en otras situaciones), así como rocas que presentan la misma erosión que en la Tierra las piedras desgastadas por el agua. El Opportunity, la misión más larga desarrollada en otro planeta, tenía planeado sobrevivir noventa soles (días marcianos, que al cambio serían unos 92,5 días terrestres), pero duró más de 5.000, hasta que se perdió la comunicación con él tras sus últimas palabras: «mi batería está baja, y está oscureciendo».

          La última misión en Marte es el Curiosity, que analizó por primera vez muestras de suelo, detectando azufre, oxígeno, nitrógeno, carbono… y otros elementos indispensables para la formación de la vida tal y como la conocemos en la Tierra. Y continuó haciendo mediciones que serán útiles para la futura vida en Marte, como los análisis de la radiación sobre la superficie, descubriendo que es similar a la que reciben los astronautas en la Estación Espacial Internacional.

Puesta de Sol sobre Marte. Las diferencias en la atmósfera le dan su característico tono azul.

          El pasado 30 de Julio se lanzó el próximo rover, el Perseverance, que busca encontrar restos de vida en Marte, preparar muestras para una misión de ida y vuelta (de otra nave) que las traerá a la Tierra para su posterior análisis, estudiar el impacto de la atmósfera marciana en los trajes espaciales humanos y probar el vuelo no tripulado sobre la superficie.

(Concepto artístico del Perseverance).

          Quepa mencionar que las misiones espaciales han estado siempre dirigidas por los Estados, pero, en las últimas décadas, Elon Musk se ha abierto camino en este ámbito a través de sus múltiples empresas privadas (como Space X), abaratando enormemente los costes de un vuelo espacial, permitiendo hacer una realidad de los viajes comerciales alrededor de la Tierra, de la Luna, en Marte o incluso en la propia Tierra (permitiendo vuelos transoceánicos en alrededor de media hora), así como haciendo más realizable el establecimiento de una colonia de seres humanos en Marte en las próximas décadas, gracias al exitoso uso de sus cohetes espaciales que, entre otras cosas (como su tamaño y su potencia) son reutilizables.

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