Memorias de Guatemala

Memorias de Guatemala

Undécimo día. Huyendo de Flores: el Remate

Había venido aquí a descansar un par de días hasta que saliese mi excursión hacia el Mirador. Desperté en Flores y decidí salir a dar una vuelta. Fue la peor decisión que tomé en todo el viaje. Flores es el infierno… el calor es absolutamente asfixiante y la humedad y la sensación de enclaustramiento vuelve la isla intransitable durante la mayor parte del día. Las lanchas privadas te timan con su desparpajo y su incapacidad para regatear, pidiéndote 100 quetzales por un viaje de diez minutos a Santa Bárbara o a cualquier sitio fuera de la isla, la cual, por cierto, se recorre a pie en dos minutos. Es cierto que tiene encanto, con las carreteras de adoquines, el lago por todos lados, rodeando la isla (que en verdad es una península, pues tiene un pequeño istmo artificial) y las casitas pintadas de distintos colores. Pero todas las tardes llueve de forma huracanada y por las noches cientos de miles de millones de pájaros (o más) cubren el cielo y los cables eléctricos dificultando el paso y provocando algún susto (porque, a estas horas, eso que escuchas no es lluvia… no digo más).

En fin, que decidí ir al Remate, un pueblecito a las orillas del mismo lago, pero a unos cuarenta minutos de Flores. Es más tranquilo, mucho más fresco y te puedes bañar en el lago. Por cinco quetzales puedes coger un tuc-tuc a Santa Elena (aunque a mí me pidieron 10) y de ahí coges un bus al Remate por 35 (otro timo, pero bueno). Allí me hospedé en el hotel Las Gardenias por 80 quetzales (baño y habitación privada, TV y ventilador). Lo más importante era la hamaca que tenía delante de la habitación, en la cual decidí pasar toda la tarde leyendo el Popol vuh, el libro sagrado de los mayas.

 

Reflexiones sobre el Popol vuh

La primera parte del Popol vuh narra las aventuras de Maestro mago y Brujito (Hunahpú e Ixbalanqué), dos hermanos gemelos que se enfrentan al Principal Guacamayo y sus tres hijos, que representan la soberbia y la riqueza material. Sus padres fueron retados por los demonios del infierno, de Xibalbá, a jugar a la pelota, y fueron humillados de diversas maneras. Años más tarde, los gemelos retan al juego de la pelota a los demonios de Xibalbá para vengar la muerte de sus padres. Y lo consiguen, con gran sabiduría, sabiendo esquivar las trampas que les presentaban los demonios. Al final, regresan a la superficie con la cabeza de sus padres como trofeo, atadas a un cinto.

Decidí ver lo único de interés en el pueblo: el museo del jade. Esta era la piedra preciosa que surge entre placas tectónicas muy usada por los mayas, hasta el punto de ofrecérsela a los colonizadores en lugar del oro, que no lo trataban, pues consideraban que esta tenía más valor (y el acceso al oro no era fácil en esta zona). Es una piedra que solo se corta con diamante o elementos de dureza similar. Los mayas, que no tenían acceso a los diamantes, usaban granate, que no corta tan bien, lo que implicaba que tenían que pasar días y días limando poco a poco cada una de las piedras que vemos hoy en día en joyas y máscaras. Por eso muchos objetos están formadas por varias piezas de jade pegadas unas a otras, porque hacer una máscara, por ejemplo, de una sola piedra de jade era una tarea irrealizable. Aunque hay varios tipos de jade, los mayas preferían el verde, por su similitud con la naturaleza. Por cierto, que en muchos idiomas nativos de Guatemala, la palabra que designa el color azul y la que designa el color verde es la misma, porque para ellos es “el color de la naturaleza”.

También charlé con una guía que te enseña el museo (todo gratuito, ya que en verdad te están vendiendo figuritas de jade de la tienda que puedes decidir comprar o no) acerca de la colonización y las civilizaciones maya. Hasta 1521 había varias ciudades maya, si bien es cierto que no las principales, pero la colonización acabó con ellas. Obligaban a los maya a vestirse con sus tejidos tradicionales para marcarles y separarles del hombre blanco. En fin…

Ya en el hotel cené un pez blanco pescado en el propio lago con una limonada. Volviendo a la hamaca para leer un poco antes de dormir vi una araña saltarina corriendo por el porche del hotel, bajando un par de escalones que separan el porche del jardín del hotel de un solo salto. Me provocó cierta sensación de no sé qué y qué se yo, como me pasa con este tipo de insectos. Sin embargo, todavía no había visto nada, al volver del Mirador, la araña me habría provocado risa.

Aunque quería descansar bien para lo que me esperaba de camino al Mirador, me conozco (ya van unos cuantos años tratando conmigo) y sé que un día entero sin hacer nada más que descansar, estando de viaje y teniendo tantas cosas por ver… no iba a aguantar. Así que decidí sacar entradas a Tikal para mañana. En el propio hotel compras transporte de ida y vuelta y guía a Tikal por 125 quetzales, pero tienes que tener en mente otros 150 quetzales que cuesta la entrada. Si quieres ir a ver amanecer a Tikal tienes que pagar otros 100 quetzales. Yo pasé, ya que tenía pensado ver amanecer y atardecer en otras ciudades maya y el precio me parecía abusivo.

Puedes compartir esta entrada en tus redes sociales:

Páginas: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22