Antigua Guatemala

Antigua Guatemala

La ciudad que antaño fue capital del Estado de Guatemala es una ciudad de tanto encanto como poco interés para el turista europeo. Su diseño colonial hace que sea similar a muchas ciudades europeas, las cuales tienen mucho más interés que su copia guatemalteca. Sin embargo, sí merece la pena pasar en ella un par de días, aunque sea para comparar la experiencia con la de las comunidades nativas.

Entre las visitas que decidimos hacer en esta ciudad se encuentran el Convento de las Capuchinas; el Cerro de la Cruz, desde el que se tiene una buena panorámica de la ciudad, el Volcán de Agua y el del fuego; el Arco de Santa Catalina; el mercado de artesanías; la Iglesia de la Merced; y los parques de Tanque La Unión y el Parque Central. Nada que no puedan ver en una guía turística. Sin embargo, la exposición de la Cooperación española sobre los dioses mayas sí merece detenernos unos instantes.

Pero antes déjenme recomendarles un par de lugares para comer en Antigua: el Terruño, un pequeño local con comida típica centroamericana y muchos proyectos sociales vinculados con la comida es una buena opción; y, yendo a lo vegano y más moderno, el restaurante Wachumá, cerca del Parque Central.

Cooperación española

Una de las exposiciones más espectaculares que vimos es la de «las imágenes de los dioses maya en el s. XVI, encuentro de dos mundos», acompañada de la exposición de fotos «Antigua Guatemala suspendida en el tiempo», en el centro cultural Cooperación española.

Se recoge el uso de imágenes de los dioses mayas en todo tipo de objetos, desde instrumentos musicales y máscaras para los bailarines, hasta objetos de uso cotidiano como vasijas o utensilios de cocina, pasando por sellos e ídolos de los dioses de cada comunidad. También se puede ver el desarrollo cultural y tecnológico de las culturas prehispánicas, que ya tenían claros precursores de la imprenta, incluyendo unos sellos parecidos a los tipos usados en Europa, así como una gran riqueza de libros y documentos que recogen sus historias, escritos en papel de fabricación muy similar a la europea, aunque ya se desarrollaba alrededor del 300 a. C.

En Europa el papel no se utiliza hasta el siglo XI, cuando lo introducen los árabes desde el mundo asiático (donde se empezó a usar en el siglo II a. C.). Anteriormente se usaba el papiro en Egipto y el pergamino (creado a partir de pieles de animales) en Europa.

Los sellos prehispánicos «son objetos portátiles que combinan el arte de la escultura y la decoración impresa. Los sellos se utilizaron para pintar o imprimir en casi todas las superficies». Centro cultural Cooperación española.

«El cuarzo o cristal de roca es una piedra poderosa desde la antigüedad, probablemente por su fuerte vinculación a las cuevas como entradas al inframundo. Estos cristales aún se encuentran en los altares mayas de los Aj’q’ij’ab (guías espirituales mayas)». Centro cultural Cooperación española.

«Desde la época prehispánica, la máscara y el atuendo son el canal por el cual el danzante se transforma y asume el comportamiento natural y sobrenatural del personaje representado, siendo este una deidad, una persona o un animal. Para las batallas, los guerreros vestían máscaras y trajes de animales conocidos por sus habilidades predadoras o de cacería». Centro cultural Cooperación española.

La exposición recoge, basándose en los textos originales, las opiniones de muchos frailes que vinieron con las primeras expediciones colonizadores, recogiendo tanto las costumbres y creencias propias de los nativos como las impresiones que los cristianos tenían de estas.

«Sus ceremonias eran ejercitadas caminando con mucha música de flautas melancólicas, atabales, pitos y caracoles, que hacían en tal composición estos instrumentos una música más aina molesta que armoniosa». Francisco Fuentes y Guzmán.

El propio Francisco Marroquín, cuyo nombre luce con orgullo la universidad más importante del país (ver Vida académica y cultural de la ciudad), hizo varios actos de fe pública donde se quemaron cientos de indígenas como castigo por practicar sus tradiciones, así como miles de estatuas y utensilios con imágenes de los dioses mayas. Estos actos eran alabados por muchos de los frailes cristianos, quienes parecían despreciar la cultura indígena.

«El año de 1554 el dicho obispo en la dicha ciudad de Guatemala hizo un acto público delante de los señores de la Audiencia Real y de muchos religiosos, en el cual quemaron y quebraron grandísima cantidad de ídolos que habían hallado a los naturales de algunos pueblos del dicho obispado, a los cuales a muchos azotaron y trasquilaron y encorozaron y pusieron en escaleras a la puerta de la iglesia con todo el rigor posible para que escarmentasen». Fray Luis Carrillo de San Vicente.

«Usaba también esta gente de ciertos caracteres o letras con las cuales escribían en sus libros sus cosas antiguas y sus ciencias, y con estas figuras y algunas señales de las mismas, entendían sus cosas y las daban a entender y enseñaban. Hallábamos gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y les dio mucha pena». Fray Diego de Landa, 1566.

«Los lucos y nemorosas cuevas (donde en cultos idolátricos era adorado el Demonio) que demolió y destruyó el padre Fray Francisco Colmenar, fueron muchas». Fray Francisco Vázquez.

Todos estos actos fueron realizados por el intento de eliminar lo que los cristianos llamaban idolatría, así como todo lo que tuviera que ver con las creencias no cristianas de América.

«Durante los siglos subsecuentes a la Conquista y Colonización del Reino de Guatemala, uno de los objetivos principales de la Iglesia en la provincia fue evangelizar al gran número de la población indígena. Uno de los mayores obstáculos fue la persistencia y la propagación de la adoración a las deidades locales, lo que el clero consideraba como “idolatría”». Centro cultural Cooperación española.

«La idolatría es el pecado más grave. Porque así como el crimen más atroz en una comunidad terrenal parece ser que un hombre le dé honor real a otro que no sea el verdadero rey… entonces, en los pecados cometidos contra Dios, que de hecho son los pecados mayores, el mayor de todos parece ser que un hombre le dé el honor de Dios a una criatura [ídolo], desde entonces…». Santo Tomás de Aquino, 1596.

En un artículo antiguo defendí la influencia del cristianismo en la diferencia del bien y del mal (ver Lo que Cristo no entendió). ¿Cómo no verlo reflejado en este texto?

«Los mayas practicaban la piedad hacia las imágenes de sus antiguos dioses y las fuerzas sobrenaturales que movían el mundo. A diferencia del concepto cristiano que dividía claramente entre el bien y el mal, entre Dios y el diablo, el panteón maya prehispánico no dividía tan fácilmente entre bueno o malo». Centro cultural Cooperación española.

Al margen de esta exposición, los museos de Antigua no tienen nada de especial. Además, llaman museo a cualquier cosa (algo muy habitual fuera de Europa). Los numerosos museos del jade, los museos del chocolate o los museos de gastronomía regionales no son más que tiendas.

Subida al Pacaya desde Antigua

Una de las excursiones que realizamos desde Antigua fue la subida al Pacaya. Nos levantamos temprano con la esperanza de llegar pronto al volcán. Craso error, ya que en Guatemala todo ocurre más lento de lo que debería. La ciudad está a escasos 20 km en línea recta del volcán, pero tuvimos que subirnos en tres buses distintos, esperar sendos tiempos muertos que no parecen obedecer a ninguna causa y pasar por Escuintla y San Vicente Pacaya, desviándonos del camino. Sea como fuere, los nativos empezaron a hablar con nosotros en el autobús y a contarnos historias sobre el Volcán de Fuego y el Acatenango.

En primer lugar, pasamos por o, mejor dicho, sobre las aldeas que fueron arrasadas por el Volcán de Fuego en la erupción del 2018. Casas, puentes, campos y carreteras quedaron destruidos por una lengua de piedra incandescente de unos doscientos metros de ancho que destrozó todo a su paso hasta varios kilómetros de distancia del cráter del volcán.

Poco más tarde pasamos frente a la montaña de la mujer embrujada, donde nos contaron las leyendas regionales sobre el lugar. Al parecer, un hombre encerró a su hija en una cueva de la montaña, la cual quedó maldita de tal forma que nadie que entrase a robar en las tierras de dicho señor podría salir, pues se perdería en sus caminos para siempre. Los nativos decían que a día de hoy la mujer sigue morando estas tierras, y que la montaña ha tomado la forma de ella.

El caso es que llegamos al volcán sobre las 11:30 y empezamos a subir después de convencer a los de la entrada de que no necesitábamos guía (ya que yo sabía el camino). Una hora y media más tarde estábamos en la cúspide.

Mi madre se quedó observando las fumarolas y las erupciones del volcán mientras, según sus propias palabras, calentaba unos marshmellows al calor de las rocas volcánicas, mientras yo iba a buscar los ríos de lava que salen de los laterales del volcán. Los vi a los lejos, pero me fue imposible llegar a ellos, ya que la roca se partía a medida que la pisaba, quebrándose y clavándose en las manos cuando necesitaba apoyarme en ellas para subir, mientras que ráfagas de calor salían del subsuelo. No sabía si bajo una piedra había un río de lava todavía incandescente, así que viendo el panorama, me di la vuelta a la media hora y regresé con mi madre. Otra vez será.

La última excursión que realizamos desde Antigua Guatemala, la experiencia definitiva, se la cuento en Ascenso al volcán Acatenango (y fuego).

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