«Limitar al trabajador a una única función sencilla y repetitiva produce un alienamiento total. El trabajador ya no puede identificarse con su trabajo, pues no se reconoce en el objeto creado. De hecho, «el trabajador parcial no produce ninguna mercancía». Él no crea un traje, solo corta un trozo de tela, solo gira la rueca que hila el algodón. Durante doce, dieciséis o veinte horas, se dedica a poner un tornillo cualquiera (uno de muchos) en una parte cualquiera del producto final. Y al día siguiente igual. Durante años. Décadas. Su labor queda completamente reducida a una función con la que no puede identificarse, toda su individualidad queda integrada en un mecanismo mayor del que forma parte, la capacidad de realización es nula, igual que el estímulo. Así, el trabajador deja de controlar el proceso de producción para pasar a estar controlado por él».
«La sociedad burguesa era el sueño del siglo XVIII, que planteaba la necesidad de una clase libre e independiente, generadora de riqueza y fundamento de la paz social en cuyo seno podría desarrollarse el ser humano, una clase que eliminase los privilegios de cuna de los estamentos medievales ostentados por el rey y la nobleza, así como por el clero, para establecer un régimen basado en el esfuerzo propio y en la generación de bienes de consumo que facilitasen la vida al ser humano. Pero el sueño de libertad y paz acaba siendo solo un ideal, pues la burguesía se centra por completo en el desarrollo de la industria (o del «método de producción capitalista»). Esto no sería un problema, de no ser por su extensión. En la eliminación de los estamentos sociales y valores tradicionales, la burguesía acaba creando un nuevo orden social y unos nuevos estamentos que continúan oprimiendo a la inmensa mayoría de los ciudadanos (y no únicamente a los trabajadores)».
«Tanto la historia general de la humanidad como la historia de cada individuo no está determinada por unas reglas abstractas y teóricas de un supuesto espíritu universal que pareciera regir el mundo desde ninguna parte. Al contrario, las épocas históricas que constituyen el desarrollo social, pero también el rango de acción individual, están determinadas por las condiciones materiales: el acceso a un metal como el hierro, el descubrimiento de la pólvora, la capacidad de comprar –o no– un martillo… Por eso Marx decía que «los filósofos únicamente han interpretado el mundo de maneras diferentes, ahora se trata de cambiarlo». Y la sociedad presente está completamente determinada por el surgimiento de la industria, el desarrollo del sistema de producción capitalista y el dominio de la sociedad burguesa».
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