
Lo que Cristo no entendió
Desengáñate, tu pensamiento no es libre. Miles de años de historia lo condicionan y determinan. Detrás de cada decisión que tomamos en nuestro día a día hay varias ideas fundamentales que no nos hemos planteado pero que determinan cómo actuamos. Si somos fieles o no, si comemos carne o verduras, si apreciamos o no a otra cultura… está influenciado por una tradición que no conocemos. Porque pa qué.
Parte de esta tradición está determinada por la evolución de las religiones. Aunque la devoción cada vez esté más ausente en nuestra cultura, no ocurre lo mismo con los valores que estas transmiten. No se puede entender la historia de occidente (esto es, tu historia, tu forma de pensar y actuar) sin comprender el papel que las religiones han tenido en su constitución. Y no es por lo que las religiones hayan introducido en occidente, sino por lo que han eliminado. En resumen, nuestra cultura se basa en una historia reinterpretada por los padres de la iglesia católica, quienes reintroducen la filosofía en Europa y determinan, bajo su criterio, el origen de nuestra historia.
Una decisión importante a este respecto, que tú encarnas en tu forma de vivir pero que ni te has parado a pensar, consiste en situar como origen del pensamiento occidental la filosofía griega, menospreciando todo lo anterior a ella, especialmente lo que tiene que ver con India (así como con el mundo árabe). Los padres de la iglesia del siglo X, XI y XII decidieron (por su cuenta) que todo lo que ocurrió antes de Grecia no tenía valor, que no afecta a nuestra cultura. Que no nos interesaba, vaya. Por eso tú estudias a Platón y Aristóteles en el colegio, pero no tienes ni idea de qué son los Vedas. Habrás escuchado de pasada el mito de la caverna de Platón (al menos, habrás visto Matrix), pero no tienes ni idea de qué significa Shiva. Y esto es grave, porque no lo has decidido. Ni tú ni yo. Decidieron por nosotros cómo teníamos que pensar y, si no revisamos la historia, seguiremos pensando como nos dijeron. Seguiremos siendo esclavos de nuestra tradición cultural.
Este sesgo cultural empezó con un joven profeta llamado Jesús (o Cristo por quienes creen que era la encarnación de Dios) cuya vida se narra en la Biblia, concretamente en los Evangelios. Hay cientos de evangelios, si bien sólo cuatro de ellos fueron considerados “apropiados” por quienes montaron la Biblia allá por el siglo cuarto de nuestra era. Otros, en los que un joven Jesús mataba a varios niños con su mera palabra o transmitía mensajes paganos, no fueron considerados adecuados para crear la imagen del “hijo de Dios”. Pasaron a llamarse apócrifos, esto es los escritos (-fo, residuo de grafo, como en autógrafo) ocultos (del griego -cri- o krāu-, como en cripta) que hay que separar del pueblo (apo-, como en apoquinar).
«Y el hijo de Anás el escriba se encontraba allí, y, con una rama de sauce, dispersaba las aguas que Jesús había reunido. / Y Jesús, viendo lo que ocurría, se encolerizó, y le dijo: insensato, injusto e impío, ¿qué mal te han hecho estas fosas y estas aguas? He aquí que ahora te secarás como un árbol, y no tendrás ni raíz, ni hojas, ni fruto. / E inmediatamente aquel niño se secó por entero». (Evangelio de Tomás el israelita, III, 1-3).
Los evangelios oficiales no dicen nada de la vida de Jesús entre los doce y los treinta años de edad. Comentan algunas anécdotas de Jesús de niño, quien aparece de nuevo con treinta años y trayendo consigo un mensaje: la buena nueva (eu-angelion). Pero algunos de los evangelios apócrifos narran la presencia de Jesús en India durante varios años, que era un lugar de espiritualidad y estudio en aquella época (véanse las conferencias de Rudolf Steiner sobre el evangelio de san Lucas). Dada la notable presencia de caravanas mercantiles entre India y Europa (entre otros lugares), no es de extrañar que fuese relativamente fácil para un joven hebreo salvar la distancia entre ambos lugares en carretera. Bueno, «carretera»… ya me entendéis.
Y tampoco es de extrañar que Jesús trajese parte de las enseñanzas adquiridas en India a su vuelta a Jerusalén. De hecho, es lo más normal entre los maestros hindus que vuelven de su etapa formativa a su tierra, predicando lo que han aprendido. Esto se puede seguir viendo a día de hoy. La postura de rezo cristiano, con las manos juntas sobre el pecho es la posición de namasté india, con la cual se siguen presentando a día de hoy los devotos ante sus dioses; la trinidad cristiana (Padre, hijo y espíritu santo) recuerda en su formulación a la trimurti Hindú (Brahma, que es padre; Shiva y Visnú); la idea de Dios encarnado en un cuerpo humano (es decir, en Cristo) responde al concepto de avatâra en la India, de donde deriva la palabra avatar; Shiva, el dios de la destrucción, recuerda enormemente al demonio cristiano, ya que es un ser que porta un tridente y danza en un círculo de fuego mientras que, impasible, provoca la muerte de los hombres (y demás seres vivos). Hasta el propio nombre de Cristo no parece ser más que la pronunciación aramea del siglo I del nombre de Krishna, uno de los avatâra de Visnú, quien se encarna en un cuerpo humano para traer «la buena nueva».
Cierto es que Cristo (o Jesús), no repetía sin más las enseñanzas del hinduismo, sino que les dio un carácter propio. Para los de la LOGSE: tuneó el mensaje. También es cierto que es la práctica habitual de casi todos los maestros hindús. Esta palabra, hindú, no tiene origen hindi ni sánscrito, sino persa, y designa «todo aquello en lo que creen los del valle del indo». Y allí hay una tremenda variedad entre las distintas escuelas o darsanas (literalmente: «puntos de vista») que no tiene parangón en ninguna otra religión. En resumen, las discrepancias entre un maestro y el (inexistente) canon hindú son más la norma que la excepción en la religión del indo (la cual prefiere llamarse a sí misma sanatana dharma).
En definitiva, que es más que probable que Jesús se formase en India. Y aquí es a donde quería llegar. En la readaptación que Jesús hace de lo aprendido en la India, hay un elemento más que notable que diferencia la mentalidad occidental de la hindú (y la oriental en general): la comprensión de Shiva. Cristo no entendió a este dios hindú, o bien decidió darle la vuelta para formar una buena nueva sobre esta interpretación. Y tú, querido lector, eres víctima inconsciente de esta forma de pensar. Entonces… ¿quién es Shiva?
Shiva es el dios de la destrucción y la muerte, entendida como posibilidad de regeneración. Junto con Visnú (el regenerador) y Brahma (el creador), Shiva es parte fundamental de la trimurti y de la concepción hindú de la vida. Desde hace más de cinco mil años, y hasta el día de hoy, es adorado en millones de templos repartidos por toda la India, que los fieles adornan día a día con guirnaldas de flores, leche y dulces. A veces se le representa en postura de meditación cubierto de cenizas y con cobras en el cuello, como gran asceta que dicen que es; otras, danzando en el centro de un círculo de fuego pisando con un pie un cuerpo humano. Dicen que cada una de las posturas de su baile representa a un individuo, que perece en el fuego a cada instante para dar lugar al siguiente. Sólo cuando un movimiento se termina, se puede empezar el próximo.
Lo que este dios representa está enraizado en lo más profundo del pensamiento indio. La cosmovisión hindú es completa y armónica, es decir, contempla todos los elementos de la realidad en constante equilibro. La vida, la salud y la felicidad son una parte esencial en el pensamiento de los indios, quienes celebran cada nacimiento y matrimonio con una gran alegría; pero también lo son la muerte, la enfermedad y la tragedia, que aceptan con una templanza inigualable. Porque para ellos, la muerte forma parte de la vida, igual que las desgracias y los accidentes. Los indios queman los cuerpos de los fallecidos en público, sin hacer gala de ello pero sin esconderlo; sufren los síntomas de muchas enfermedades sin buscar una cura ni un remedio para ellas; son capaces de vivir entre animales e insectos, así como entre basura y suciedad, sin preocuparse por mejorar su situación. Y no es porque sean vagos o sucios, en absoluto (de hecho son bastante pulcros con la higiene personal). Es porque, sencillamente, entienden que las enfermedades y los insectos forman parte de la realidad y aceptan su presencia como ningún occidental podría hacerlo.
De hecho, fue difícil introducir la agricultura estilo occidental (de monocultivos en grandes extensiones) en la India ya que los agricultores se negaban a utilizar pesticidas para acabar con las plagas. Entendían que, en primer lugar, los cultivos son tanto de las plagas como de ellos y, en segundo lugar, que si una plaga arruinaba la cosecha, es lo que había. Y punto. Podría contar mil anécdotas al respecto, pero creo que cualquiera que haya estado en la India coincidirá conmigo en esta… capacidad de aceptación o impasividad frente a las circunstancias. Y esto es representado por Shiva, cuyos atributos (la muerte, la destrucción) forman parte de la vida.
Y a esto Jesús le dio la vuelta. Seguramente quedaría horrorizado al ver a miles de personas ofrecer sacrificios (algo habitual en aquella época) a un dios inmisericorde que aniquilaba toda forma de vida en el mundo sin inmutarse. Detestaría el inmovilismo hindú motivado por la ley del karma, la cual desaparece en el cristianismo. Allí donde Krishna predicaba la aceptación de las circunstancias, la actividad pasiva del hombre preso del destino, la indiferencia frente a los acontecimientos; Cristo defendió la lucha, el cambio y la alteración del entorno. La aceptación se vuelve adaptación; lo que los indios toleran, los occidentales lo transforman. De hecho, uno de los textos más importantes del hinduismo, el Bhagavad-gītā, narra como Arjuna le dice a Krishna que no quiere participar en una batalla, a lo que Krishna responde, más o menos, que da todo un poco igual (entiéndase la simplifacación, este es uno de los mayores textos de la historia de la humanidad y su mensaje es de una gran riqueza y profundidad):
«Considerando iguales la felicidad y la desdicha, la ganancia y la pérdida, la victoria y la derrota, pelea por la pelea misma, y así no caerás en pecado […] Actuar (con deseo del fruto) es muy inferior a la devoción mental […] ¡Desdichados aquellos que trabajan en pos del fruto!» (Bhagavad-gītā, 2.38-2.49).
Shiva queda, por lo tanto, relegado al infierno. Con su tridente, su fuego y todo, pero con un estatus inferior a Dios (el único Dios, según Jesús) que, igual que Brahma anteriormente, es creador y padre del mundo. Y la cultura judeo-cristiana (es decir, la tuya y la mía, seamos o no judíos o cristianos), además de la árabe (en cierta medida) queda impregnada del deseo de cambio y de la necesidad de manipular el entorno. De ahí el espectacular avance de la ciencia y la tecnología en occidente mientras que la India sigue siendo hogar de babas y sadus, los cuales siguen vistiéndose con cenizas en las calles de Varanasi; de más de mil millones de peregrinos y devotos que siguen llevando flores casi a diario a los templos; de áshrams en los que los jóvenes estudian los textos sagrados; de meditación, yoga y espiritualidad.
Por eso los occidentales no nos conformamos con las circunstancias y vivimos en casas con aire acondicionado y calefacción, mando a distancia y miles de canales de tele y radio, con un móvil cada vez con más aplicaciones que nos permite saber el tiempo que hará el mes que viene, con medios de comunicación que nos dicen qué está pasando en el mundo (a su manera, claro). Por eso inventamos el reloj, los mapas y las matemáticas, para hacer modelos del mundo. Por eso desarrollamos las ciencias biológicas e intentamos curar no solo todas las enfermedades, sino el propio envejecimiento. Por eso nos esforzamos en entender el mundo, porque para manipularlo, en primer lugar hay que conocerlo. En nuestra cosmovisión no hay nada como Shiva, y lo que este representa es rechazado frontalmente por nuestra cultura.
A la mentalidad india no le importa el entorno. No necesitan conocerlo porque no quieren manipularlo. Allí donde el occidental mira hacia afuera, el hindú mira hacia dentro. Su opción vital es conocerse a sí mismo, centrar su felicidad en sí y, una vez conseguido, el mundo puede seguir girando hacia donde quiera que al hindú no le va a importar. De ahí las sobradamente conocidas anécdotas sobre maestros hindús capaces de aguantar el dolor, el frío, el hambre… sin inmutarse. De ahí que Gandhi hiciese huelgas de hambre donde Churchill construía aviones de guerra, o que en la India se mantengan las enseñanzas milenarias que no han cambiado desde que fueron escritas por primera vez en piedra, mientras que en Occidente duplicamos el conocimiento científico cada seis meses.
De ahí que tú, lector, tengas una paupérrima vida espiritual, pero estés rodeado de objetos materiales que buscan darte control sobre el entorno mientras intentas que todo gire a tu alrededor. De ahí que busques la felicidad fuera de ti, en una pareja, en una casa grande o en la consecución de la meta que sea que te hayas puesto. De ahí que cuando te quedes solo te aburras y tengas que ponerte a hacer algo inmediatamente, sea ver la tele, salir con los amigos o escuchar música. Porque tú, querido lector, igual que yo, eres presa de una tradición cultural que no conoces.
Fe de erratas ajenas. Esto no quiere decir que los indios no sufran las desgracias ni que los occidentales no seamos capaces de sobreponernos a las circunstancias. Evidentemente. Tampoco quiere decir que en occidente no haya espiritualidad (aunque cada vez menos) ni en la India laboratorios científicos (aunque vayan de la mano del colonialismo).
[…] Es verdad que en la sociedad platónica los brahmanes y chatrías están unidos en la figura del gobernante (que debe ser filósofo y político a la vez) y los esclavos no forman un estrato como tal (pues Platón no tenía buena estima de la esclavitud), y es verdad que el concepto de Brahman se divide en los universales y el bien absoluto. Por supuesto que Platón fue un pensador original, pero también es cierto que recogió muchas ideas de una tradición cultural anterior. Las tuneó, como es habitual en el hinduismo, como ya he comentado en Lo que Cristo no entendió. […]
Ni Dios mata a nadie ni destruye nada del ser humano, sólo lo transforma en energía pura es debido a no conocer a Shiva (Dios) que el ser-humano se ha maldecido así mismo, cambiando los valores espirituales por valores terrenales y es ahí donde se ha degradado por completo, Dios ha de venir y cambiar la conciencia humana en un ser divino haciendole puro. Shiv Baba, es el Océano del Amor, Océano de Paz y Pureza, Él es incorporal y el amor que Él tiene por sus hijos (las almas) es incondicional, cómo se le puede llamar el que dá su frimiento o castiga a los seres humanos, es debido a que se le hadifamado tanto que el mismo ser-humano se ha maldecido así mismo. Los actos que realiza uno mismo no tiene nada que ver con el Otorgador y el Benefactor. los actos de Dios son puros y benevolentes. Sólo el amor de Shiva puede cambiar al corrupto y degradado en el ser más puro y virtuoso. Om shnati. Dios es el Océano de la Paz no el océano del sufrimiento.
Hola Buscató:
He leído tu entrada «Lo que Cristo no entendió» y me gustaría comentarla contigo. Creo que puede ser muy enriquecedor.
Me ha llamado la atención la forma en la que empiezas el texto. «Desengáñate, tu pensamiento no es libre” y después das por hecho que no hay escapatoria de todo aquello que nos rodea, como si todo se redujera al entorno y condicionantes con los que nos hemos criado. Yo creo que por suerte somos mucho más que eso, porque el hijo que ha sufrido maltratos por parte de su padre no tiene por qué convertirse sí o sí en maltratador. Claro que tenemos criterio propio y claro que estamos influenciados por las tradiciones, pero eso no significa que las personas estén dispuestas a seguirlas o estén absolutamente sometidas a ellas.
Yo creo que nuestro pensamiento es libre… las personas no.
Pero sin desviarme del tema principal, que es la religión, la espiritualidad… Me incomoda cuando te diriges a mí, como lector, y das por hecho que tengo una paupérrima vida espiritual y que me encuentro rodeada de objetos materiales (…).
¿Por qué das por hecho que todos tus lectores son hedonistas? ¿Por qué no ofreces el beneficio de la duda? ¿Cómo te defines tú en este aspecto? En el supuesto de que te consideraras una persona crítica y de que te importara la búsqueda interior ¿no te parece que con esas palabras hacia nosotros, tus lectores, transmites ciertos aires de superioridad? También escribes lo siguiente… “una decisión importante a este respecto, que tú encarnas en tu forma de vivir pero que ni te has parado a pensar (…)” ¿por qué tachas a todos tus lectores de conformistas y sumisos?
Y sobre todo, ¿por qué das por hecho que soy presa de una tradición cultural que no conozco? Entonces no entiendo qué quieres comunicar a lo largo de la entrada. ¿No quieres arrojar un poco de luz gracias a la información documentada que ofreces? ¿De qué sirve entonces la valiosa información histórica y cultural que has escrito? ¿Es incompatible estar enganchado a Netflix y realizar meditación todos los días?
Y alguna pregunta más…
¿Es necesario conocer el pasado cultural, las raíces de una sociedad para transformar el presente y poder cambiar las cosas?
Por último y por deformación profesional (soy periodista), me gustaría que me informaras de la fuente que has utilizado para afirmar que cada vez hay menos espiritualidad en occidente.
Además, creo que idealizas a los indios reduciéndolos únicamente a un carácter muy espiritual como si ese aspecto fuese sinónimo de bondad absoluta. No hay que olvidar que es uno de los países con mayor índice de violaciones y que es un país muy machista. Occidente claro que tiene mucho que mejorar pero gracias a Shiva y en ese aspecto, nada tienen que ver. Además, no comparto en absoluto la idea de que “a la mentalidad india no le importa el entorno. No necesitan conocerlo porque no quieren manipularlo”… Entonces, ¿cómo me explicas que India sea uno de los países que pueda quitar el liderazgo tecnológico a EE.UU.?
En definitiva, creo que los seres humanos somos mucho más que tradición y cultura, entorno, religión… Claro que nos marcan, claro que en cierto modo pueden llegar a definirnos. Pero los individuos somos mucho más que una serie de conceptos, ideas, etiquetas… que nos agrupan como sociedad. Cada ser es único y maravilloso y hay muchos de nosotros que, con las herramientas que tenemos a nuestro alcance, buscamos a través de un pensamiento crítico mejorar la situación, en definitiva, no creemos que el exterior nos pueda influir tanto en nuestro interior como para no permitirnos cambiar el mundo.
Gracias por leerme!
Querida Cristina,
gracias por tu mensaje y el tiempo que le has dedicado. Es un gusto que te lean con tanto detalle
Creo que tienes razón en todo lo que me comentas, si bien habría que matizar mi postura para que nos entendiésemos.
En primer lugar, respecto al determinismo, puedo estar de acuerdo contigo en que no estamos determinados. Cuando me refiero a que «tu pensamiento no es libre, lector», no defiendo un determinismo absoluto, sino un mero condicionamiento del que no somos conscientes la mayoría de las veces. Quizás debería decir «tu pensamiento no es puro», pero eso ya implica una jerga que no quiero usar en este artículo, creo que no es necesario. Incluso las premisas más absolutamente básicas del pensamiento (como las contradiciones, o el principio de identidad) están culturalmente influenciadas, y darse cuenta de ello y ser libre al respecto es posible, pero extremadamente complicado.
Pero sí déjame decirte que últimamente le doy muchas vueltas a las situaciones verdaderamente complejas, de las que es difícil salir por mucho que lo intentes. Si naces en un pueblo perdido en medio del desierto, es posible que llegues a ser un escritor de éxito, pero es complicado. Si no te enseñan a leer ni a escribir, y tienes que trabajar en el campo desde los siete u ocho años, la libertad del individuo se ve mermada hasta un punto en el que el que acaba liberándose de esas cadenas impuestas socialmente es más la excepción que la norma.
Cuando me refiero a la paupérrima vida del lector… ¡es un recurso! No quiero menospreciar al lector, ni muchísimo menos. Si así fuese no estaría escribiendo. Ese tipo de expresiones, que también están en mi entrada «Cuarto y mitad» https://albertobuscato.wordpress.com/cuarto-y-mitad/ pero las refiero constantemente también a mi persona, buscan ser un picotazo. Una interpelación directa y, sí, molesta, para que nos replanteemos hasta qué punto tenemos una vida espiritual tristísima o un conocimiento extremadamente pobre. De ahí que este artículo busque dar información y dirigir la atención sobre ideas que (presupongo) no nos hemos planteado mucho, a la par que busca interpelar al lector para motivarle. Recuerdo a un profesor de la carrera que, con gran cariño, nos decía que éramos unos catetos por no saber nada más que lo que estudiábamos en clase, y su razón nos hacía (a algunos) buscar más allá, para dejar de serlo.
Considero que todas las personas son iguales, dignas y merecen un gran respeto. Mis lectores no iban a ser menos
El dar por hecho la paupérrima vida espiritual del lector (que me lee en español, y seguramente sea occidental) es una de las tesis de este artículo (y de otros documentos que estoy escribiendo ahora mismo). Según esta, la esencia cultural de occidente está más en el desarrollo técnico y científico orientado a la manipulación del entorno (la creación de vacunas, de medios de comunicación y transporte…) que a la vida espiritual, mientras que lugares como la India (o más concretamente, la India hindú) están orientados a la vida espiritual. Claro que hay espiritualidad en occidente y centros de investigación en la India, pero hay una esencia cultural detrás de cada región que permea la forma de vivir de sus habitantes.
Además, no sé… Mira a tu alrededor. ¿Ves a gente calmada y tranquila en su día a día, dedicando su vida a vivir el presente y encontrar la felicidad? Quizás sí, pero lo que yo veo en occidente es otra cosa. Trabajo, estrés, responsabilidades, calendarios imposibles de cumplir… La meditación se reduce a una hora los fines de semana para ayudar a combatir el estrés del día a día (lo cual está muy muy muy lejos del fin real de la meditación) y Netflix se usa para descansar y desconectar del trabajo. Es un tema complejo, y tienes razón en que requeriría más explicaciones de las que doy aquí. En resumen, no pretendo creerme superior a nadie, si bien interpelo al lector (bastante menos que a mí mismo) a que se plantee las cosas de nuevo.
Por cierto, yo también estoy (y he estado muy) metido en esa mentalidad de trabajo, estrés y responsabilidades. Pero me estoy desenganchando poco a poco.
Preguntas: «¿Es necesario conocer el pasado cultural, las raíces de una sociedad para transformar el presente y poder cambiar las cosas?» No lo sé. Me explico. No me planteo tanto el «para qué», como el «qué» y el «cómo». Creo que del conocimiento surge todo: la realización personal, la transformación social, el disfrute de la propia vida y cultura… ¿Se puede transformar la sociedad sin conocimiento? Desde luego. Pero… ¿hacia dónde? ¿Qué vas a cambiar si no conoces tu sociedad y sus problemas; si no has buscado en otras sociedades y visto cómo funcionan?
Respecto al tema de la espiritualidad en occidente y la tecnología en la India, creo que voy a escribir otro artículo al respecto en un par de semanas. Me interesan los estudios culturales, pero hay que tener cuidado con ellos, porque las culturas son complejas, con notables excepciones, con préstamos unas de otras, influencias coloniales o traídas mediante la globalización… Y, más aún, los individuos de estas culturas, que pueden cumplir fielmente con lo que se espera de ellos o buscar en otras culturas. Desde luego. Sin embargo, creo que sí hay una esencia cultural determinada. Pero, como te digo, creo que escribiré sobre ello próximamente, será un gusto comentar ese tema contigo entonces
¡Gracias por tus comentarios!
Alberto Buscató
¡¡Gracias a ti por responder a todas mis preguntas con tanta paciencia!!
Siempre es un gusto intercambiar opiniones y más con personas que están dispuestas a recibir feedbacks (dice mucho de ti) y hacer una escucha activa. Estoy taaan cansada de las personas que solo quieren emitir…
Con respecto a la entrada de la que hablas estoy deseosa de leerla.
¡Nos vemos por la red!
Un saludo