La improvisación poética rapeada

La improvisación poética rapeada

octubre 21, 2024 0 Por Alberto Buscató Vázquez

 

Hace poco más de una década, comenzaro oficialmente las batallas de freestyle en el mundo del rap hispano, aunque desde los orígenes del hip hop se improvisaban versos sobre una base rítmica tanto libremente como a nivel competitivo. El caso es que la descripción de este fenómeno, como mera improvisación poética, podría referir a decenas (sino cientos) de movimientos artísticos similares que han surgido desde hace siglos por todo el mundo. Entre estos, la improvisación rapeada o su aspecto competitivo las batallas, forman un ejemplo más de lo que se llama improvisación poética.

¿Qué es la improvisación poética?

La improvisación poética ha existido siempre, quizás desde Homero, quien tal vez improvisase algunos versos de la Odisea o desde los ancestrales griots africanos, quienes todavía narran en verso las historias de su pueblo. De hecho, quizás haya sido la primera forma de expresión poética y el primer tipo de arte verbal, anterior a la poesía no improvisada. Sin embargo, nuestro desconocimiento de estos movimientos es total (tanto en el mundo académico, como entre los oyentes de rap). El carácter oral de estas manifestaciones hace que sea difícil estudiarlas ya que muchas veces ni se transcriben ni se graban y la memoria humana tiene sus límites. ¿Cuántas batallas de freestyle de calle han quedado solo en la memoria de los presentes por la ausencia de una buena grabación que subir a internet o por ausencia total de grabación?

Aun así, tenemos constancia de una gran diversidad de movimientos culturales en Latinoamérica, como los payadores chilenos o argentinos, los repentistas cubanos, los huapangueros mexicanos, los mejoraneros panameños y un largo etcétera. Pero también en la península Ibérica: troveros murcianos, regueifeiros gallegos, verseadores canarios, glosadores de Baleares… Todos estos son distintos movimientos artísticos en los que sus creadores improvisan versos siguiendo unas reglas determinadas.

Las décimas (llamadas espinela por quien la popularizó en el siglo XVI), por ejemplo, son unas estructuras métricas de gran belleza que parecen adaptarse connaturalmente al pensamiento y al gusto estético humano (por la razón que fuere) y que encontramos tremendamente extendidas en los distintos tipos de improvisación poética. Los llamados decimistas improvisan sus versos siguiendo de manera fija estas estructuras, como hace Nazareno Peralta en la competencia Secretos de Sócrates:

Soy hijo de la poesía
y le aclaro compañeros
que todavía los raperos
no han conseguido su día.
Se logra con jerarquía
y de la patria ir hablando
y a los dos voy aclarando
que mi décima se agita.
Les ganamos en escritas
pero más improvisando.

Y es que en muchas ocasiones estas improvisaciones se encuentran dentro de ámbitos competitivos. Así tenemos las topadas, los guateques, las versadas o las canturias como formas anteriores (aunque aún vivas) de lo que hoy llamamos batallas en el ámbito del rap. De hecho, en la mencionada liga se ha jugado a mezclar a versadores de distintos ámbitos, enfrentando a Aczino y Kódigo contra dos payadores (Emanuel Gabotto y Nazareno Peralta) o a Danger contra un huapanguero mexicano (Vincent Velázquez). Aquí, en algunos casos, unos y otros han sabido demostrar su valía no solo en su ámbito, sino también en el del contrario, mostrando como cierta la frase de Trapero (cuyo apellido viene que ni pintado) “practicaban un mismo arte, el mismo en el fondo, aunque se presente con mil caras” (Trapero 2008: 7).

Más de lo mismo

Todos estos movimientos expresan las mismas propiedades distintivas que han desarrollado de manera independiente unos de otros. Es como si estas peculiaridades fuesen consustanciales al mero hecho de la improvisación poética, ya que cuando varios movimientos expresan las mismas características y llegan a ellas de manera autónoma es porque estas dependen de aquellos.

Así, encontramos que todos estos movimientos son de ámbitos regionales y expresan las tradiciones de su entorno. Los versadores son conscientes de que canalizan la cultura de su pueblo y por ello son fieles a sus orígenes. Otra similitud es la presencia de algún tipo de acompañamiento musical y unos gestos más o menos estandarizados desde la impasividad pétrea de un versolari hasta la gesticulación exagerada de algunos margariteños o versadores cubanos en cuyo intermedio encontraríamos el marcaje del tempo de la instrumental sobre la que improvisa un rapero.

Asimismo, todos suelen tener una función festiva, especialmente en el ámbito competitivo donde la ironía y la crítica al rival suelen venir acompañadas del ingenio y el uso de recursos literarios de todo tipo (metáforas, paralelismos, calambures y un interminable etcétera). Esto también les otorga cierto carácter vulgar u obsceno que suele acompañar a las manifestaciones rurales festivas, incluyendo palabras malsonantes, humillaciones al rival y constantes bromas de carácter sexual. También el uso de pseudónimos o la escasa presencia femenina son características compartidas por la mayoría de manifestaciones de improvisación poética.

Lo mismo, pero distinto

Sin embargo, no deja de haber diferencias entre estos movimientos propias del entorno (geográfico, social, político…) en el que se encarnan. Por ello, hay ciertas características de las batallas rapeadas que dependen de sus orígenes, es decir, de un Estados Unidos de finales del siglo XX. Entre esas encontramos la libertad métrica, la gran importancia del ritmo, la absoluta inmediatez y la incoherencia estrófica o escritura axiomática.

La mayoría de improvisaciones poéticas han tenido una métrica determinada como fundamento vertebrador del arte del versador. La décima, por continuar con el ejemplo, es fundamental para la mayoría de improvisadores y consiste en diez versos octosílabos siempre con rima abbaaccddc:

La décima es tradición
no es carcelaria estructura.
Es arte, historia, cultura,
arraigo, cosmovisión.
Es fiesta en mi corazón
y cielo para volar.
No tiene caso rimar
si no se alumbra el sendero.
No seas tú de los raperos
que hablan no más por hablar.
(Vincent Velázquez. Secretos de Sócrates. 2016)

Esto no ocurre en el rap. No hay una métrica determinada ni se valora negativamente su ausencia (algo que sería impensable para un decimista). Ni que decir tiene que en todo el panorama del rap, la medida silábica de los versos ni está ni se le espera, ya que mediante la cadencia se pueden cuadrar versos con distintas medidas en un ritmo constante. Pero además las estructuras suelen ser muy sencillas en lo que a rimas se refiere excepto en casos puntuales. Las batallas de freestyle hispánicas empezaron con pareados y evolucionaron hasta las actuales estrofas de cuatro versos monorrimos (AAAA o aaaa, pues como digo, la medida silábica aquí no existe). Estas funcionan bien ya que dan fuerza al cuarto verso al cual se reserva la mejor frase y se adaptan fácilmente a un ritmo tremendamente marcado como el de las bases típicas de este arte.

Yo soy el mejor cuando rapeo, cuando fluyo,
cuando salgo al escenario, cuando te demuestro orgullo.
¿Sabes por qué soy el mejor, capullo?
Porque tengo mi nivel, pero entreno como si tuviese el tuyo.
(Chuty. La Bataxlla. 2016)

Esa es la siguiente característica notable: la gran importancia que tiene el ritmo para las competiciones de freestyle (igual que para el rap). Este es constante, muy marcado y fundamental para el rapero, quien depende completamente de él. De hecho, entrar mal en una base o clavar una rima a destiempo sí que es duramente criticado, aunque estemos hablando de décimas de segundo de desfase. Y la manipulación magistral de esta norma se convierte en un rasgo estilístico (como reivindica el Mnak en una batalla contra Skone). Esto no ocurre en otro tipo de improvisaciones poéticas, donde el acompañamiento musical está de fondo y cuyo ritmo tiene menos relevancia que para el rapero.

Otro de los rasgos propios de estas competiciones es su absoluta espontaneidad y velocidad, característica de una sociedad hiperestimulada. Los versos del rapero van completamente encadenados y las respuestas han de ser inmediatas, mientras que otros improvisadores (aunque no todos) suelen espaciar las intervenciones con unos segundos (quizás treinta o cuarenta) de instrumental, y además es habitual que se queden pensando unos segundos en mitad de una décima para planificarla adecuadamente. Los freestylers el rap riman sobre un ritmo que no les permite detenerse ni un instante.

Por otro lado, los improvisadores más tradicionales (por llamarlos de alguna forma) suelen presentar una coherencia estrófico-temática, es decir, una idea se desarrolla durante toda una estrofa, mientras que los raperos actuales suelen escribir de manera axiomática, donde cada verso o cada estrofa de dos a cuatro versos como máximo hacen referencia a una cuestión completamente distinta. En las décimas, por ejemplo, suele expresarse una única idea y las oraciones se extienden a lo largo de cinco o seis versos con facilidad, constituyendo una pequeña narración.

Te conocí cuando era
un barco sin timonel.
Se me confundió tu piel
con una playa costera.
Mas como tu abrazo fuera
más salitre que ternura,
se me quemó la cordura
en el fuego de tu pira,
y en el mar de tu mentira
naufragué una noche oscura.
(Tomasita Quiala. En Trapero 2008: 25)

Por último, cabe destacar que la improvisación rapeada presenta una dificultad técnica nunca antes vista, en mi opinión, en otros tipos de improvisaciones poéticas. Aunque muchas veces estén centradas en el ingenio, pues es lo que más espectáculo ofrece, su mayor contribución a la teoría de la oralidad es su complejidad estilística. Además del contenido, la necesidad de adaptarse a un ritmo u otro, así como a las temáticas, al rival (en las contestaciones) o al entorno (recuerden a Aczino haciendo un ollie o dando toques sobre el escenario); junto con la necesidad de una fluidez y un estilo propios y otros tantos requerimientos básicos, los raperos usan técnicas específicas como el doble tempo, el one-two (o las métricas extremas), la entonación o fenómenos concretos como el deletreo de Kódigo o el tartamudeo fingido de Chuty. Todo ello a una velocidad de vértigo, lo que hace de esta nueva forma de improvisación una de las mayores expresiones de dificultad técnica en lo que a oralidad se refiere.

Uno para todos y todos para uno

En definitiva, tanto el estilo libre como el ámbito competitivo son formas de improvisación poética, como muchas otras que han surgido desde hace siglos por todo el mundo, transmitiendo y conservando las tradiciones y formas de ser de la comunidad en la que se gestan. Estas, originadas en el siglo XX en Estados Unidos, presentan características propias de un mundo globalizado, rápido y volcado en el desarrollo técnico.

Por lo tanto, pueden aportar mucho para el estudio de la improvisación poética en general, ya que comparten similitudes con otras formas de repentismo, incluso en su forma competitiva, pero mostrando características genuinas. Además, los raperos actuales pueden aprender mucho de los artistas más tradicionales (por ejemplo, de su complejidad métrica y la coherencia temática de sus estrofas). Yo no digo nada, pero si un freestyler se presentase a una competición improvisando en décimas, se llevaría al público de calle, pues despertaría en ellos algo instintivo, ancestral. Y ahí lo dejo.

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