¿Capitalismo y rap crítico?

¿Capitalismo y rap crítico?

 

Traducción por Alberto Buscató Vázquez de un artículo original de Yusuf K., publicado en «critica» Zeitung von dielinke.SDS. Ausgabe Nr. 23/2019. Seite 13.

Las razones por la que he decidido traducir este artículo son principalmente dos. En primer lugar, por lo acertado de su análisis del rap actual, que, aunque centrado en la realidad alemana, es extrapolable a la española. En segundo lugar, porque estas similitudes muestran la idiosincrasia común del rap que es, en definitiva, europeo, y que por ello sufre por los mismos procesos de construcción y deconstrucción. Para hacer la traducción y el artículo original más comprensible, he decidido poner entre corchetes ejemplos españoles análogos a los ejemplos alemanes expuestos por el autor.

Tanto el hiphop como el rap han estado tradicionalmente asociados a grupos populares desfavorecidos, pero aun así el neoliberalismo ha caído con fuerza sobre el rap alemán [y español]. A este respecto, es interesante investigar cómo los raperos desarrollan su carrera en el entramado de Bertelsmann (igual que anteriormente con la unión de Sony BMG) [grandes industrias musicales] (véase: «MC Pan – Die Gegendarstellung» [Tote King – Mentiras]).

La progresiva expansión ideológica del neoliberalismo en gran parte de las letras del rap es innegable. Si bien anteriormente este se ocupaba de las oposiciones de clase, la pobreza y la exclusión de sectores sociales, actualmente se describe otro contenido en la mayoría de las lista de artistas exitosos del género: símbolos de estatus, menudeo de drogas como actividad empresarial, marcas propias de tabaco de cachimba [o de ropa], canciones tipo «yo solo visto Gucci» [«vida Grimey […] identificado con la marca que me viste»], hasta nombres de artistas como «Capital Bra» [C. Tangana, que hace referencia a la tángana o chito, un juego que consiste en tirar un cilindro de madera con un disco metálico para llevarse el dinero apostado].

Aunque esta temática ya existía anteriormente, cada vez se encuentra menos oferta de contenido relacionada con la conciencia de clase, incluso donde anteriormente se encontraba con facilidad este conflicto entre ricos y pobres (véase: «Animus – Malcom X» o «Azad – Blind» [Jarfaiter – Mi propia guerra o Ivan Cano – Sacrificio y pasta]). Allí dominaba la claridad sobre la situación social, la procedencia de barrios pobres, así como la conciencia de que la diferencia entre ricos y pobres crece, los ricos conducen limusinas despampanantes, etcétera. Antes del neoliberalismo, existía una sensibilidad más fuerte respecto a cómo el consumo y la venta de drogas, así como el deseo de participar del bienestar, daba lugar a una amarga pobreza; en lugar de incidir en el plano espíritu consumista postmoderno.

Cambios en la producción musical

El hecho de que las listas de éxitos musicales semanales estén cada vez más dominadas por el rap tiene mucho que ver con los métodos de producción y realización de este arte. La desaparición de textos socialmente críticos va de la mano con los cambios de estilo de vida de la mayoría de los raperos conocidos, pero también son fundamentales los producidos en la industria musical para entender la capitalización del rap y su conversión en una empresa artística, así como las consecuencias derivadas de ello para el propio movimiento. El monopolio de los grandes conciertos de música por parte de Warner, Universal y Sony es la razón del éxito de muchos músicos que han triunfado sin mayor esfuerzo, a través de las relaciones de producción y de contratos comerciales.

Esto también tiene su encanto: sueldos elevados, gestión profesionalizada, comercialización externa, grandes anticipos, etcétera. Todo ello unido a la aceleración de la producción: las fechas de entrega determinadas por contratos para los proyectos dan lugar a una reducción en la extensión de los álbumes, que pasan de 18 a 12 canciones aproximadamente; la longitud de estas se acorta, etcétera. Nuevas son también esas abominables cajas de discos, donde junto al CD se venden pequeños regalos promocionales, camisetas de talla grande y demás mierdas. A menudo a un alto precio (nunca por debajo de los 40 euros), elevando así la facturación musical en las primeras semanas de la aparición de un álbum y hacerse con un puesto alto en las listas de éxitos.

También la desaparición de EPs, mixtapes y temas gratuitos son subproductos de la capitalización. La música gratuita se reduce a los singles que te redirigen a la compra de un álbum. Asimismo se ha originado un mercado gigantesco de entrevistas, donde los artistas hablan durante horas sobre sí mismos y sobre otros, algo que no tiene nada que ver con la música en sí. El artista normalmente se independiza en las entrevistas, desarrollando una dinámica apartada de la música (véase: «Bosstransformation» [diversas entrevistas a raperos en «La resistencia»]).

Por qué el rap puede ser progresista, a pesar de todo

A pesar de las nuevas condiciones de producción en la industria musical, quedan todavía artistas con contenido progresista. Es cierto que uno no debe fantasear con un panorama socialista donde cada individuo sea un «Disarstar» (véase «Kein Glück» o «Kapitalismus» [Los chikos del maíz véase «No pasarán» o «Barrionalistas»]). Creer que todos los artistas se preguntarán en sus textos acerca del sistema es exigir demasiado. Las letras se mueven a menudo entre la mera descripción de las circunstancias y la crítica desorientada a los comportamientos de los líderes. Tras dos o tres videos conspirativos en YouTube, esta crítica puede transformarse rápidamente en una visión del mundo completamente distinta.

A pesar de todo, las preguntas sociales y el respecto a la paz son siempre tematizados, aunque no se formule en base a los conceptos de clase (por ejemplo «Vega&Bosca – Alle Kameras an?» o «Warheit – Hölle auf Erden» [«Nach, Lesk y Madnass – 2055» o «La Ruina – Luego vendrá la historia»]). A menudo es incluso más claro en el rap autodenominado de izquierdas, que se desliza con rapidez al pseudointelectualismo y al chauvinismo, cuando denigran a la Blockupy- o la Stuttgart 21-Proteste [movimientos similares al 15-M].

 

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