Antiguos raperos y trovadores modernos (I)

Antiguos raperos y trovadores modernos (I)

septiembre 1, 2024 0 Por Alberto Buscató Vázquez






Antiguos raperos y trovadores modernos


#RapEnLasAulas, sí, pero… ¿en qué asignatura?

El panorama rap siempre ha sido consciente del valor del movimiento y ha esperado a que el futuro se lo reconozca popular y académicamente. Aunque esta intuición se conoce en las distancias cortas y se expresa en el tú a tú, también la han plasmado públicamente algunos autores, desde la premonitoria y temprana frase de Frank T «en el futuro todos los niños estudiarán mis rimas en el cole»1 hasta las afirmaciones de Sharif:

¿Una asignatura de rap en los institutos? No, de momento no. Igual un poco pretencioso. Muy improbable en los tiempos que corren. Pero, ¿por qué no la presencia de raperos en libros de literatura con los que se imparten clases en los institutos?2

Y ahora estamos en el mejor momento para llevar a cabo este proceso. A pesar de que muchos críticos y oyentes del rap piensan que este está en decadencia desde antes incluso que naciera (ya decía Anki Toner que «el hip-hop está en crisis», en 1998 [Toner, 1998: 107]), la escena tiene un desarrollo histórico y una madurez nunca antes vista. Quizás para el oyente actual sea desesperante ver el nuevo single de moda escrito en función a los trending topics de las redes sociales, por puras cuestiones de SEO, pero para el historiador y el oyente iniciado, el rap hispano ha dado a luz a suficientes figuras, obras y estilos como para considerarlo una cultura seria, madura y digna de estudio.

La cuestión es… ¿dónde habría que estudiar a los raperos? Estos siempre han sido conscientes (véase la anterior frase de Sharif) de que su lugar está en la asignatura de Lengua y Literatura, en la facultad de Filología Hispánica, en el ámbito de las letras (el aspecto musical del rap pertenece a otro ámbito de estudio, el DJin’), pero, ¿en la sección de poesía? El rap rima, es cierto, pero no versifica exactamente, supliendo la estructuración silábica por la fluidez oral, además, no tiene nada que ver con la indeterminación conceptual que sugiere la trascendencia en la poesía. El rap es más racional y menos espiritual, pero no es prosa. Es cierto que hay rap que se asimila a la poesía (como Lechowski), a la narrativa más oscura (como Nova Mejías), a la filosofía (como Ozelot)… Pero también es cierto que la mayoría de raperos no comparten estas características. ¿Qué les une, entonces?

El rap es un movimiento cultural y artístico cuyo carácter literario es de naturaleza oral, está basado en la narración de historias, así como pensamientos y axiomas, donde la autenticidad es un valor fundamental. Lo importante es contar tu historia, lo que vives, lo que ves. Desde ahí puede ser crítico, intelectual, poético… Puedes criticar tu situación o exponerla sin juicio, puedes plantear soluciones o narrar una realidad de forma poética… pero siempre haciendo una función de representación basada en la autenticidad. Y por ello, los raperos son más parecidos a trovadores que a poetas. Vemos algunas características de este movimiento, pensando en las similitudes que muestra respecto al rap (en ocasiones parece que estamos describiendo un movimiento cuando hablamos del otro). En concreto: el valor de la autenticidad (I), los distintos tipos y estilos, así como sus funciones (II), y el papel que juega la improvisación y las batallas (II).

La autenticidad del barrio

Los trovadores eran una suerte de poetas medievales (siglos XII y XIII) que componían textos y la música que los acompañaba, dando lugar a obras de distinto carácter. En palabras de Martín de Rique, uno de los mayores estudiosos del tema: «El trovador es aquel que compone poesías destinadas a ser difundidas mediante el canto y que, por lo tanto, al destinatario le llega por el oído y no por la lectura […] no fueron compuestas para ser leídas, sino para ser escuchadas» (Los trovadores, 1975: punto 14 [los nombres entre paréntesis a partir de ahora hacen referencia a esta obra]).

Los trovadores eran individuos de cualquier condición, incluyendo «reyes, grandes señores, obispos, canónigos, militares, burgueses y gente de baja condición» (16), incluso el papa Clemente IV fue trovador. Y si bien algunos lo hacían por placer o por amor al arte (nunca mejor dicho), también algunos se dedicaban profesionalmente a ello, siendo considerado el primer caso conocido de escritura profesionalizada en Europa (antes los escritores tenían otra profesión). No obstante, es una cultura popular, desarrollada al margen de las academias y destinada mayoritariamente al pueblo llano (de ahí el uso de un lenguaje vulgar y sencillo). Solo posteriormente pasará a ser estudiado y sus reglas (hasta entonces no escritas) se plasmarán en sesudos volúmenes que estudiaban el movimiento y lo llevaron a las academias y escuelas.

Esta diversidad de condiciones e intereses creó la confrontación, que perdura en nuestros días, entre las necesidades económicas del escritor profesional y el valor de la cultura y el arte de los más puritanos. La comercialización del producto cultural se contrapone a la elaboración pura y desinteresada de los movimientos culturales, y estos acaban desenvolviéndose en una tensión entre las necesidades económicas de los más necesitados y las avaricias de los más pudientes (que nunca tienen suficiente), frente al deseo de proteger y defender una cultura en su ámbito puramente espiritual o artístico.

El Conde Raimbaut d’Aurenga decía: «yo no canto en modo alguno por dinero».3 Ocho siglos más tarde, Charlie rapearía: «obsoleto el rollo que hago. Sé que no es lo que se lleva y sé que no dará ni un chavo»4 y Piezas asegura que «el día que lo haga por un salario, yo mismo me autodespido».5 Y es que la autenticidad es un valor fundamental para todo movimiento crítico que busque narrar lo que ocurre en una determinada comunidad.

Selh, quif aulas di […]
qu’entiers e sals remazes
non pot, que sa falsa fes
lo ten fat en s’aurania.

El que cuenta embustes […]
no puede permanecer íntegro ni salvo,
pues su falsa fe lo mantiene necio
en su demencia.6

Amor al banco donde me crie
nunca me mentí en una letra desde que empecé.7

Tanto los raperos originales de guetos estadounidenses, como los madrileños o venezolanos actuales, o los ocitanos del siglo XII, cuentan lo que ven, lo que viven. El nombre de un tipo de composición, vers (al que ahora volveremos), proviene de «verus», que significa «verdadero» en latín, símbolo de la importancia que tiene la autenticidad para este movimiento. Los siguientes versos de Piere Cardenal también inciden en este punto, aunque se podrían haber puesto ejemplos de Guilhem Ademar, Guiraut Riquier, Cerveri de Girona…

Tengo intención de hacer un verso verdadero […]
porque ningún cantar conviene que sea llamado vers,
si no es verdadero por todas partes.

Pareciera ser la versión medieval de esos versos de Canserbero, donde se reivindica la importancia de la autenticidad sobre la fama y la fachada de parte del movimiento:

Me sabe a mierda cultura: putas y fama.
Esta canción no es pa que pegue,
ya tiene verdad pegada.8

Esto llega al extremo de afirmar que no se tiene nada (especial) que contar. No es la ausencia de contenido lo que importa, sino de autenticidad. El rapero y el trovador narran lo que ocurre, y si no ocurre nada especial, no hay nada que contar. Y si las situaciones no cambian, las críticas tampoco y las canciones pueden repetir la misma historia (con otros formatos, otros estilos…). Y no pasa nada (nunca mejor dicho), no hay por qué inventarse una gran gesta que no ha ocurrido. Guilhem de Peitieu dice:

Farai un vers de dreit nien:
non er de mi ni d’autra gen,
non er d’amor ni de joven,
ni de ren au.

EHaré un verso sobre absolutamente nada:
no será sobre mí ni sobre otra gente,
no será de amor ni de juventud,
ni de nada más.

Al igual que Lopes y Charlie:

Nada nuevo que contar,
solo el dinero que ahorro y el dinero de gastar.9

HB mi clicka y punto,
poco nuevo que contaros.10

Estas similitudes también las encontramos tanto en los estilos como en los valores fundamentales de uno y otro movimiento, como veremos en la siguiente entrada: Antiguos raperos y trovadores modernos (II).

  • 1 Frank T. La gran obra maestra. En Los pájaros no pueden vivir en el agua porque no son peces. 1998.
  • 2 Sharif. El rap: lenguaje (in)dependiente. TEDxZaragoza. 2017.
  • 3 «qu’ieu no chant mia per aver».
  • 4 Charlie. Yugo y yunque. 2017.
  • 5 Piezas. Melancholia. En Melancholia. 2015.
  • 6 Bernart Marti. D’entier vers far ieu non pes.
  • 7 Lopes. Lume. En Callejero shitness. 2017.
  • 8 Canserbero. Jeremías 17:5. En Muerte. 2012.
  • 9 Lopes. Bandolero. En 16H de plaza. Vol. 2. 2016.
  • 10 Charlie. Yugo y yunque. 2017.


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