Parte VII: El desierto del Thar

Parte VII: El desierto del Thar

diciembre 11, 2018 0 Por Alberto Buscató Vázquez

Día 37. Jaisalmer, la ciudad dorada
Día 38. Jaisalmer, buscando provisiones
Día 39. El desierto del Thar
Día 40. El desierto del Thar (II)
Día 41. El desierto del Thar (III)
Día 42. Bikaner, el templo de las ratas
Día 43. Bikaner – Nueva Delhi
Día 44. Nueva Delhi, la historia de la India
Día 45. De vuelta a casa

 

Día 41. El desierto del Thar (III)

Cuando despierto, los guías ya están preparando el té, Joseph sigue durmiendo a pierna suelta y John se levanta conmigo. Se nota el cansancio en nuestro vacile a la hora de despertar. Desayunamos lo mismo que ayer, recogemos, nos preparamos y emprendemos la vuelta a Jaisalmer, también en camello. Tras dos horas, paramos para que beban estos y luego continuamos una hora y media más. Los guías ponen a los camellos a trotar para que lleguemos antes, aunque el desgaste es así mayor para todos. Tras cuatro horas en camello, ya marchando de nuevo entre molinos de viento, John le dice al guía que quiere parar, que no continuamos. Secundo la moción, sin duda…

Así que, nos detenemos en un lugar agradable para comer, con varios árboles y un poco de hierba, una especie de oasis verde en medio de la dureza del desierto, y nos ponemos a cocinar, como siempre, con el comal al fuego. Un pastor se une a nosotros, mientras su rebaño pasta las pocas hierbas del lugar. Tiene los ojos rojos y la mirada profunda y enloquecida a partes iguales. Cuando te mira fijamente, gira un poco la cabeza hacia un lado, quizás inconscientemente. La soledad del pastor debe ser insoportable, más si cabe en este árido desierto.

Estamos cerca de Jaisalmer, pero en camello podemos tardar cuatro horas más en hacer un trayecto que el jeep puede hacer en cinco minutos. Hemos visto una carretera cercana, así que le decimos al guía que preferimos que el conductor venga a por nosotros. Cuando llega este, nos despedimos de los guías, de los camellos y del desierto, y nos marchamos. Por el camino el conductor le dice a John que le ha conseguido una habitación por ₹800… Esto no son más de diez euros, pero yo estoy pagando cuatro veces menos por un buen hotel… ¿Qué clase de hombre tima a un señor mayor que viaja solo con su hijo pequeño? Miserables…

Volvemos a Jaisalmer por una carretera de asfalto crudo sobre un pavimento rudimentario. Sin arcén, ni mediana, ni pintura marcando los carriles, mordido por los bordes debido al clima… Hasta que, poco antes de llegar al pueblo, paramos en una carretera a repostar, de nuevo. Si cinco minutos más tarde el conductor parase para depilarse las ingles no me extrañaría lo más mínimo, porque tiene unos huevos…

En fin, que vuelvo al hotel donde me quedé antes de partir al desierto. Esta noche salgo hacia Bikaner, pero pago una habitación (aunque vaya a usarla solo unas horas) para ducharme (que llevamos tres días sin hacerlo), descansar un rato, escribir a la familia usando la Wi-Fi… Además, la habitación no cuesta más de tres euros por un día completo, así que pago sin dudarlo. Cuando estoy vaciando la mochila, veo salir corriendo uno de los escarabajos del desierto. Ya sé lo que hacía ruido la última noche…

[…]

Después de llamar a casa y decir que sigo vivo (aunque unos perros casi nos comen), ducharme, cenar, dar una última vuelta por Jaisalmer… Me dirijo a la estación. Si las estaciones de tren indias me han demostrado ser poco fiables, cuando vi que aquí los trenes estaban escritos a mano sobre una pizarra ya tuve claro que no podía confiar en los carteles. Además, estaban escritos en hindi, pero total… quizás diesen información sobre los trenes de la semana pasada. Al final acabo encontrando el mío, que está en su andén tres horas antes de salir, pero cerrado a cal y canto. Espero sentado en un duro banco de la estación, muerto de sueño, a dos metros de mi cama hasta que abren.

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