Parte VII: El desierto del Thar

Parte VII: El desierto del Thar

diciembre 11, 2018 0 Por Alberto Buscató Vázquez

Un viaje de ida y vuelta

Día 37. Jaisalmer, la ciudad dorada
Día 38. Jaisalmer, buscando provisiones
Día 39. El desierto del Thar
Día 40. El desierto del Thar (II)
Día 41. El desierto del Thar (III)
Día 42. Bikaner, el templo de las ratas
Día 43. Bikaner – Nueva Delhi
Día 44. Nueva Delhi, la historia de la India
Día 45. De vuelta a casa

 

Día 37. Jaisalmer, la ciudad dorada

Alguien tuvo la amabilidad de despertarme cinco minutos antes de que parase el tren, por lo que me dio tiempo a ponerme los zapatos y recoger la mochila para bajar del tren justo cuando llegábamos al andén. Ignoré unos cuantos conductores de rickshaw que esperaban ansiosos la llegada de los primeros turistas de la mañana y, con ellos, el primer timo del día. “Ya están aquí, otra vez”, pensé, mientras me ofrecían llevarme al centro a un precio ridículo, lo que significa que te van a llevar a un hotel de confianza donde te clavarán una comisión del doble o el triple el precio del hotel. Cada día… Te sale bastante cara la carrera…

Jaisalmer es mucho más barato que otras ciudades indias, especialmente en el Rajastán, por lo que te puede parecer un buen precio un servicio por el que están cobrando entre cinco y diez veces más de lo debido.

Hice una búsqueda rápida en el móvil y vi que se podía dormir dentro del fuerte de Jaisalmer y uno de los primeros hoteles que vi (el hotel Maharani) tenía buena pinta, así que me dirigí allí directamente tras negociar con un taxista, lejos de la estación, que acaba aceptando llevarme por ₹70. Al llegar a la puerta del fuerte para el taxi y me pide treinta rupias más por llevarme hasta arriba, a lo que me niego mientras me rio por la situación y le hago un gesto con la mano para que continue, lo cual hace sin discutir, pues percibe que no voy a dejarme timar. Tras rebuscar por las callejuelas del interior del fuerte, decido quedarme en el hotel Desert, que parece ser el que antes se llamaba hotel Maharani, por ₹200 la noche.

[…]

Desde hace mucho tiempo tengo pensado hacer un tour en camello por el desierto, pero sé que no debería utilizar un animal para fines tan espurios. Que sí, que a los camellos se les da agua y comida y se les cuida y se les curan las enfermedades y se les protege de los depredadores… Pero aun así se les utiliza para nuestros propios fines, obligándoles a caminar durante horas, día tras día, con una persona y equipaje a la espalda.

Sin embargo, es la única opción real de conocer el desierto, ya que en este no puedes entrar andando y menos con una mochila y comida a las espaldas. Los depredadores acabarían contigo por la noche si no lo hace el sol durante el día. Dado que planifiqué este viaje antes de ser vegano y que los desiertos son mi lugar predilecto en el mundo, lo tomaré como una última acción injustificable de abuso animal.

Para limpiar un poco mi conciencia busqué una agencia donde me asegurasen que trataban bien a los camellos. Pagué casi el doble por un viaje de tres días, asegurándome de que solo fuese una persona por camello, unas pocas horas por día, de que ninguno fuese sobrecargado y la comida la llevase otro camello y que estuvieran en buenas condiciones de salud. Recuerdo haber visto en Marruecos camellos completamente carcomidos por las garrapatas, lo cual les dificulta enormemente el trabajo, ya de por sí duro.

El caso es que, con más vergüenza que alegría, apalabro un viaje de tres días por el desierto junto a un grupo de tres jóvenes australianos (me insisten mucho en que son dos chicas y un chico). El viaje sale dentro de dos días, por lo que aprovecho la tarde de hoy para ver el fuerte de Jaisalmer. Lo espectacular de este sitio es poder vivir en él, como quien dice, pues duermes allí, comes allí, paseas día y noche entre las callejuelas del fuerte o al borde de sus murallas… Los puntos verdaderamente reseñables de este sitio son sus havelis, las fachadas de las casas antiguas exquisitamente decoradas, y el color de la ciudad, de pura arenisca del desierto. Aunque no tenga un color como nombre oficial, parece la ciudad dorada.

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