Parte IV: Varanasi, la ciudad más sagrada del mundo

Parte IV: Varanasi, la ciudad más sagrada del mundo

diciembre 2, 2018 0 Por Alberto Buscató Vázquez

Día 18. Varanasi, la ciudad sagrada
Día 19. Yoga y meditación, un lugar de estudio
Día 20. Manikarnica, la ceremonia de cremación
Día 21. La otra cara de Varanasi
Día 22. Trae la luz a la oscuridad
Día 23. El auténtico maestro
Día 24. Salidas por Varanasi: el Sarnath y la vida nocturna
Día 25. Varanasi – Kolkata

 

Día 25. Varanasi – Kolkata

Seis noches de hotel, incluyendo comidas, cafés, tés y alguna que otra merienda de fruta: ₹7150 (unos ochenta euros). No está mal. Me tomo el último café pago la cuenta y me marcho. El tren de hoy también es nocturno, ya que el trayecto dura unas doce horas, por lo que me queda gran parte del día para visitar los últimos rincones de Varanasi. Decido ir al museo de la universidad, a ver qué tal, ya que con los museos siempre te la juegas. Pueden ser espectaculares y estar bien trabajados o encontrarte cuatro exposiciones malas mezcladas sin orden ni concierto.

Tuve suerte. Es el museo que más me gustó de los que vi en la India. Después de pagar sus buenas ₹500, dejar tus pertenencias personales y de ser revisado por un policía, el museo abre sus puertas para ti. Bien es cierto que te recibe con unas fotos completamente aleatorias que seguramente no supieran dónde más poner, pero luego está muy bien estructurado y las exposiciones son todas buenas.

Hay una de esculturas donde se puede observar el exceso de joyas y objetos con los que los indios representan a sus dioses, lo cual contrasta con la austeridad de la escultura griega, por ejemplo; otra de objetos de oro y joyas que está, literalmente, dentro de una caja fuerte enorme, como esas de los bancos donde se guarda el dinero (y que se ve en las películas, no es que yo haya estado nunca en el interior de un banco); una de libros, mapas y tablillas antiguas con pinturas y versos de los libros sagrados, llamadas pata, que se van desenrollando a medida que el patua canta lo escrito en ellas; fotos de Varanasi antiguas; una sala dedicada a Alice Boner (artista multidisciplinar); dibujos del siglo XVI-XIX; y otra de monedas, donde te explican con todo lujo de detalles cómo la iconografía impresa en ellas te muestra los distintos imperios y culturas que han conquistado la India (culturas indias primitivas, Roma, Grecia, los Gupta que trajeron de nuevo la cultura india originaria, los árabes, el imperio mogol, los británicos y los indios de nuevo). Nunca me habría imaginado que una exposición de monedas pudiese ser lo más mínimamente interesante… pero así fue.

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Cuando termino de ver el museo de arriba abajo recojo mis cosas y, ahora sí, me marcho a la estación. El conductor del rickshaw que me lleva me dice que me puede enseñar el barrio árabe y su artesanía. Seguro que quiere venderme algo, pero como tengo tiempo le digo que me parece bien. Vamos a un taller de tintura de unos quince metros cuadrados donde un par de hombres meten unos saris blancos en un cubo enorme lleno de tinte rojo. Lo remueven un poco con un palo de madera y lo sacan a los pocos segundos. Mientras, un tío hace como que utiliza un telar en el que hay una prenda a medio tejer, moviendo los hilos muy despacito, como si no hubiese usado un telar en su vida. Está fingiendo saber usarlo, claramente. El caso es que luego me llevan a la tienda y me ofrecen una pashmina por ₹1300. Yo, fiel a mi lema de “no compro na”, me marcho. La verdad es que, a diferencia de la mayoría de sitios de este estilo, se portaron con bastante educación.

Y llegamos a la estación. El tren partía a las 16:15. Luego lo anunciaron para las 17:30, y luego lo retrasaron hasta las 18:30. Doy varias vueltas por la estación, me tumbo en el recibidor principal a leer, vuelvo a dar una vuelta… Ojeo el libro de Krishna y veo que es malísimo, pura propaganda para quien no haya leído un libro en su vida. Lo tiraría de no ser porque en un momento dado lo dejé en el suelo y un chico lo recogió, le quitó el polvo con cuidado y me lo puso en las manos. Ya lo dejaré por ahí cuando nadie me vea. El caso es que llegan las 18:55, las 19:30 y luego las 20:00. A mí la falta de puntualidad me mata, por lo que no dejo de repetirme los versos de Izi draro: “paciencia de árbol, paciencia de árbol”, Alberto. Con cuatro horas de retraso acaba llegando el maldito tren.

La megafonía de las estaciones de tren de las principales ciudades indias suena todo el rato. TODO EL RATO. Avisan de que llega un tren en hindi y en inglés. Lo vuelven a avisar. Luego dicen que, por favor, está prohibido escupir, que nos comportemos. En hindi primero y en inglés después. Luego vuelven a anunciar el tren que llega. Luego, por favor, no escupan. Así durante horas y horas y horas. A nadie parece importarle, pero a mí me desquicia.

[…]

La cultura se hace notar siempre en todas sus facetas. En el servicio de reserva de trenes de la India (el IRCTC) no iba a ser menos. La existencia de personas transgénero está aceptada en la India desde hace muchos años y no es extraño verles por todos lados haciendo vida normal (algo que en Europa a día de hoy no ocurre). De hecho, en el propio IRCTC te da esta opción como alternativa a los géneros tradicionales (masculino y femenino), algo que en España y muchos países europeos está lejos de ser una realidad. Por otro lado, a pesar de su subdesarrollo en muchos aspectos, están muy avanzados en concienciación ecológica. Todos los billetes funcionan virtualmente y te insisten en que no los imprimas si no es necesario (algo que en Europa está introduciéndose ahora). La relación directa entre el cambio climático y el mayor o el menor número de muertes producidas por las lluvias monzónicas les ha llevado a la necesidad (perezosa en los países llamados “desarrollados”) de crear un ministerio contra el cambio climático y una concienciación muy fuerte al respecto.

Las primeras horas del recorrido las paso leyendo El sari rojo. La que arman los sijs… ¡madre mía! Aunque es cierto que luego se pasan con ellos. Pero lo acaban pagando caro unos y otros. Pobre Indira…

Los sijs son miembros de una religión minoritaria de unos quinientos años de antigüedad que se extiende por la India y Pakistán, en sendos estados llamados Punjab y está basada en el respeto al trabajo, a la naturaleza del cuerpo humano y a la caridad. Es gente seria, trabajadora y responsable, por lo general con una mentalidad bastante sana y tolerante. Suelen lucir un turbante cubriendo su cabeza y unas largas barbas que no cortan durante toda su vida. Es una religión que ha sido vilipendiada durante todo el siglo XX, como todas las religiones minoritarias.

[…]

“Ok, voy a hacer spoiler del libro, excepto a los que sepáis un poquito de historia, pero tengo que contar esto. Indira Gandhi muere asesinada en la mismísima puerta de su casa por un miembro de su escolta personal, un sij, en respuesta a la destrucción del Templo Dorado Harmandir Sahib, la cuna del sijismo a nivel mundial. Unos sijs se habían atrincherado dentro del templo con todo tipo de armas y amenazaban con no salir hasta que se reconociese al Punjab como estado independiente. A Indira se le va todo de las manos y acaba ordenando al ejército que vuelen el templo por los aires. Pero a donde quiero llegar es a lo siguiente.

Se sabía que iban a atentar contra la vida de Indira, por lo que tenía un dispositivo de máxima seguridad. MÁXIMA SEGURIDAD. Es decir, que los mejores guardias del país estaban encargados de su protección. Un país como la India, con cientos de millones de habitantes, una economía emergente, unas relaciones comerciales y diplomáticas abiertas al mundo… Pues bien, un miembro de su escolta personal, saca una pistola y le mete catorce tiros mientras los otros tres guardias que acompañaban a Indira en ese momento se quedan paralizados sin saber qué hacer. La guardia de la primera ministra se queda estupefacta nte la versión más pobre posible de un ataque que, a todas luces, se esperaba. ¿No había mejores guardias? ¿En serio?

Pero la historia no acaba aquí. Cuando los guardias reaccionan e inmovilizan al asesino (que tampoco se resiste a ello), van a llamar a la ambulancia que estaba veinticuatro horas al día frente a la casa de Indira para estos casos. Pues bien, el conductor no estaba. Había dejado la ambulancia cerrada y se había llevado las llaves a donde sea que hubiese ido. Días más tarde se descubrió que estaba en una calle cercana tomando un té tranquilamente durante sus horas de trabajo. Un tío cuyo servicio es de máxima URGENCIA, que protege a la máxima autoridad de un país de un más que posible atentado contra su vida.

Tuvieron que llevar a la primera ministra del país en un coche particular. Nadie despejaba la carretera para que pasase un coche normal y corriente (ya son reticentes cuando tienen que abrir paso a una ambulancia, imagínense…), por lo que tardaron unos cuarenta minutos en llegar al hospital. No se pudo hacer nada.

El caso es que… ¡QUÉ INÚTILES! O sea… es que la matan sin plan, sin conspiraciones, sin maniobras elaboradas… Ni un veneno indetectable en una carta, ni un disparo milimétricamente colado a través de una rendija estratégicamente abierta de una ventana, ni un fuego cruzado entre policías y asesinos… Nada. Un tío, un arma, un cargador y a bocajarro. Es la muerte más torpe que haya podido tener un primer ministro de una gran nación como India en la historia. Su escolta, acojonada; el encargado de la ambulancia, de jarana; el propio pueblo cortando las carreteras sin preocuparse por abrirle paso a un coche que, con pañuelos blancos por las ventanillas, pide paso… Claro, como allí todo el mundo pita, no hay forma de llamar la atención. Pedro y el lobo…

El que considero peor de todos es el conductor de la ambulancia. Los indios, al igual que los mediterráneos, son del “no pasa nada”. Pero, como dice el refrán: “no pasa nada, hasta que pasa”. Y cuando pasa, pues tienes que estar preparado y las cosas tienen que estar puestas en su sitio. Si no, cuando pasa lo que pase, pasa lo que pasa. Todo esto, pensaba yo, después de coger un tren con cuatro horas de retraso lo cual aquí, por lo visto, es natural. De aquellos polvos… ¡¡¡Arg!!! Inútiles…

Será mejor que me vaya a dormir por hoy… Kolkata no va a estar exenta de emociones y experiencias únicas. Las experiencias únicas aguardan en cada ciudad india, pero los mejores momentos del viaje los viví ahí.

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