Parte III: Agra, la ciudad monumental

Parte III: Agra, la ciudad monumental

noviembre 18, 2018 2 Por Alberto Buscató Vázquez

Día 14. De vuelta a Rishikesh

Día 15. Rishikesh, la capital del yoga

Día 16. Rishikesh – Agra, la ciudad monumental

Día 17. Agra – Benarés, la ciudad sagrada

 

Día 17. Agra – Benarés, la ciudad sagrada

Esta noche saldría hacia Benarés, la ciudad más sagrada del mundo. Por lo tanto, tenía el día de hoy para exprimir al máximo Agra. Empecé yendo a ver la tumba de Akbar, que fue el último gran emperador mogol. Los historiadores cuentan que fue un hombre con una gran vocación cultural y preocupado por su pueblo. Heredó una India compleja (que nunca ha dejado de serlo) en la que el pueblo era hindú pero sus gobernantes musulmanes y mientras que los primeros eran mayoría los segundos constituían una minoría, ambos con prácticas inversas en muchos casos (por ejemplo, los musulmanes comen carne de vaca y tienen prohibido el alcohol, mientras que en el hinduismo es al contrario).

Eso podría haber llevado a la guerra civil o a la expulsión de una facción por parte de la otra, pero para Akbar fue un acicate para promover la tolerancia entre religiones. Invitaba a muchos sabios cristianos, musulmanes, jainistas, hindús… a discutir sobre todo tipo de cuestiones, suprimió impuestos abusivos que se aplicaban a los no musulmanes (herencia de un imperio mogol islámico) e incluso, a pesar de que era inicialmente musulmán, llegó a crear una religión sincrética que mezclaba elementos de otras pero que no llegó muy lejos (el Din-i-Ilahi). Muestra de esto es la puerta que da paso a su mausoleo, que contiene elementos cristianos (las cruces de los laterales), musulmanes (la estrella de ocho puntas en la parte superior) e hindús (el símbolo que parece nazi, pero es al revés en el inferior de la imagen).

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La tumba de Akbar se encuentra en un mausoleo rodeado de jardines perfectamente simétricos, al estilo mogol, y poblados por distintos animales, incluyendo antílopes y pavos reales. Por las noches estaba alumbrado con antorchas de fuego que se reflejaban en unos canales de agua que era bombeada gracias a la fuerza de los elefantes. Es un lugar relativamente austero. No deja de ser un mausoleo de un emperador, pero no tiene el esplendor del Taj Mahal o similares, no por falta de capacidad del imperio de Akbar, sino porque creía más en las políticas sociales que en los monumentos. Eso sí, es un lugar creado para mostrar respeto, por lo que antes de entrar tienes pasar por una puerta demasiado pequeña, hecha a propósito, que te obliga a agachar la cabeza.

Su hijo debía de ser un listo. Construyó, en el mausoleo de su padre, un puticlub y un edificio de cristal para el vino, cuyos reflejos se veían desde bien lejos. En fin… Después de la visita, fui a ver el Itmad-ud-Daula, que es llamado el baby taj (el pequeño Taj Mahal). Es parecido a su hermano mayor, si bien es más modesto y de menores dimensiones, pero con detalles preciosos que hace que merezca la pena visitarlo.

Los monumentos se han acabado por hoy. El Taj Mahal, el fuerte de Agra, la tumba de Akbar, el baby Taj Mahal… Los putos monos… La visita a la ciudad ha merecido la pena, mezcla de cultura y surrealismo, pero ahora solo quedaba dirigirme a la estación de tren para ir al próximo destino: Benarés, la ciudad sagrada.

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