Memorias de Guatemala

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Día decimoctavo. El manglar de Río Dulce

Pasaron a recogerme al hotel a las ocho de la mañana y me dejaron en el autobús más lujoso en el que he estado en mi vida. Era de Fuente del Norte (aunque las otras grandes empresas de transporte tienen autobuses similares), tenía sillones súper amplios, con un metro y pico de distancia entre asientos, Wi-Fi, baño, aire acondicionado, blindaje… Innecesario, pero no deja de ser cómodo.

Pasé la mayor parte del viaje durmiendo y, cuando llegué a Río Dulce, nada más bajarme, un hombre me esperaba que parecía ofrecerme la oportunidad de mi vida para ir a Livingston, lo que activó inmediatamente la alarma de “no te fíes”.

  • Lancha pública a Livingston, es la última amigo. ¡Qué suerte has tenido!
  • No, gracias. Voy a un lugar recomendado por una amiga: el Bulldog Café.
  • ¿Dónde?
  • Al Bulldog Café.
  • ¡Ahhh! El Sundog Café.
  • No, no. El “Bulldog Café”, que me lo ha recomendado una amiga –el Sundog será algún negocio suyo seguro, pensé–.
  • Aquí no hay ningún Bulldog Café. Tienes que ir al Sundog Café.
  • No, no, no, no. No se preocupe, ya encontraré yo el Bulldog Café.
  • ¡Que no hay ningún Bulldog Café! El Sundog está justo ahí.

Me quedé indeciso, mirando a donde me señalaba el paisano. A pocos metros había una señal grande del Sundog Café, y no tenía mucha pinta de que hubiera ningún Bulldog cerca… Me marché manteniendo cierta dignidad, como pensando que estaba en lo cierto, sin admitir mi error (discutí con el señor lo suficiente como para ser humillante aceptarlo). Pero cada vez estaba menos seguro. Decidí hacerle caso y fui al Sundog Café, con cara de circunstancias. Tenía razón él… Y yo erre que erre defendiendo el honor de mi amiga…

En fin, desde aquí te recoge una lancha para llevarte al hotel Casa Perico. Esperé unos minutos tomándome un té frío de rosa de Jamaica (una bebida típica guatemalteca).

El hotel está en medio del manglar, lo cual es espectacular. Por la noche se escucha todo tipo de insectos, ranas y pájaros alrededor, por lo que la mosquitera de la cama iba a venir estupendamente.

Por 60 quetzales tienes una habitación compartida con baño a un par de minutos de la habitación y en el restaurante se puede descansar tumbado en una hamaca además de comer bastante bien. En el propio hotel te dejan un kayak para que vayas al lago Izabal a bañarte (en unas plataformas colocadas en medio del lago). Dicen que no es peligroso y vi varias personas bañándose, pero aun así no quise regodearme en el baño (entré y salí rápido del agua). Continué leyendo la segunda parte del Popol vuh, donde se narra la creación de los hombres a partir del maíz y descansando durante gran parte del día.

Al llegar la noche, cené una hamburguesa de róbalo (pescado) por 35 quetzales, reservé una visita a Livingston por 125 quetzales para el día siguiente y a dormir. Hacía fresquito por la noche, pero la mosquitera agobiaba un poco, para qué engañarnos.

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