La narrativa estadounidense

La narrativa estadounidense

Todas las culturas tienen una forma de concebir el mundo en base a la cual cuentan las historias: la narrativa. Esta influye enormemente en nuestra forma de pensar y de actuar, pues constituye el esquema dentro del cual nos situamos, y se expresa en todas las manifestaciones de una cultura: literatura, música, cine, filosofía… En el caso de occidente, especialmente en la era de la globalización liderada por Estados Unidos, esta se transmite, sobre todo,  a través del cine, con el cual los europeos estamos en estrecho contacto. Pero, ¿cómo es la narrativa hollywoodiense?

Maniqueísmo

Los malos son muy malos y los buenos son muy buenos. El Joker, Sauron, Voldemort, Scar… son villanos hasta el tuétano, no tienen ni un ápice de bondad en su personalidad, su único objetivo es hacer el mal e, incluso, disfrutan con ello. Simplemente son malos y lo son en todas sus facetas, siempre y con todo el mundo. Los villanos traen consigo un pack completo de actitudes  mezquinas: son crueles, inmisericordes, sádicos, soberbios, sarcásticos… Incluso tienen defectos físicos como cicatrices o cojeras, viven en las sombras y aparecen acompañados de músicas tétricas. Son malos a más no poder.

El Joker, villano de Batman, encarna a la perfección la maldad en todas sus facetas

Lo propio ocurre con los buenos, pues encarnan a la perfección todos los ideales positivos de una sociedad. Son compasivos, sensibles, empáticos… Incluso cuando cometen errores, estos se deben a la debilidad intrínseca de su naturaleza humana y a las circunstancias, por lo que se entienden y perdonan rápidamente. En definitiva, son buenas personas, siempre y en todos los aspectos.

Conflictos tecnológicos

Los problemas presentados en las películas de Hollywood suelen tener siempre una solución que viene de parte de la tecnología: el meteorito se destruye con una bomba, a los alienígenas se les hace frente con el ejército, la enfermedad mortal se soluciona con la cura… Es siempre un producto el que pone fin al conflicto.

El fin del mundo

Estos conflictos son frecuentemente de dimensiones globales: un meteorito va a destruir el mundo, vienen alienígenas a acabar con la humanidad, una enfermedad amenaza con erradicar la vida en el planeta, un apocalipsis zombi… Y, obviamente, los EE.UU. son los que acaban salvando a la humanidad.

Cartel de una película apocalíptica

La defensa de la libertad

Los Estados Unidos de América es un pueblo fundado alrededor de la idea de la libertad, y esto se ve en todas y en cada una de sus manifestaciones culturales. Los personajes tienen objetivos que cumplir y obstáculos que sortear, que pueden ser la ley, la democracia o la vida humana. Ningún elemento frena al protagonista de cumplir sus objetivos, por lo que alcanzar lo deseado o no, no es un tema de bien y mal, sino un equilibrio de fuerzas entre las capacidades del protagonista y el mundo al que se enfrenta.

La Estatua de la Libertad da la bienvenida a Estados Unidos

Finales felices

Las historias de Hollywood siempre acaban bien, completamente bien. La solución al conflicto puede ser difícil, pero se acaba encontrando y suele ser completamente satisfactoria, aunque siempre con un daño colateral. Es decir, después de que muera parte de la población o después de que un miembro del equipo tenga que ofrecer su vida para conseguir solucionar la situación planteada, se acaba resolviendo el conflicto en su totalidad. El meteorito se destruye al completo, la vacuna funciona a la perfección en todos los casos, el villano acaba detenido o muerto…

La narrativa de Hollywood tiene muchos más clichés e ideas que la fundamentan, como el papel de los rusos, que siempre están jodiendo la marrana; el de los latinoamericanos, que suelen ser pícaros y tramposos; hay siempre un momento de derrota aparente antes de la victoria… pero déjenme pasar a comentarlas más que continuar nombrándolas, porque la pregunta es: ¿por qué me importa todo esto?

¿Qué significa este discurso?

Esta narrativa refleja a la perfección la forma de pensar de la cultura estadounidense, pues una surge de la otra. Estados Unidos es un pueblo de vencedores, fundado a raíz de una conquista terrenal de parte del territorio norteamericano tras una guerra devastadora, una nación fundada en torno al valor de la libertad por encima de todo y centrada en el desarrollo tecnológico de la humanidad. Y esto se hace notar.

La narrativa estadounidense refleja un discurso de victoria. Los finales siempre son felices, pues una derrota no cuadra con su mentalidad. Estas, cuando acontecen, son siempre parciales e incluso fuente de inspiración y aprendizaje para seguir luchando y acabar consiguiendo el final deseado. EE.UU. es el país del intento, del fracaso y de las oportunidades, que acaba siempre logrando el éxito; un final clap.

Steve Jobs, típica historia estadounidense de fracaso y victoria

Esta conquista se da sobre una base bélica, pero, a diferencia de lo que ocurre con las guerras en Europa, también en un clima salvaje e inexplorado. De ahí que la distancia a la metrópoli, a la madre patria y a su capacidad de hacer respetar sus leyes, cree un clima de libertad absoluta donde todo está permitido, pues reina la ley de la selva: el más fuerte gana y los demás mueren. Además, dado que los conflictos son de dimensiones planetarias (o más allá, incluso, en la ficción), todas las acciones están justificadas, incluyendo el asesinato o el genocidio, pues se busca evitar un mal mayor: la destrucción de la humanidad. Sólo en situaciones extremas se justifican medidas extremas.

Esto quizás sea el germen del capitalismo actual, mentalidad y sistema económico por la cual cada uno tiene permitido usar todas sus capacidades (o capitales) para hacerse un hueco en la sociedad, aunque sea en contra de otros individuos o valores. Esta lleva aparejada consigo una mentalidad consumista gracias a la cual se puede dar salida fácil a una infinidad de productos que generan los que tienen el capital para invertir en ellos. Y los productos más caros y con mayor valor añadido son los tecnológicos, de ahí que se potencie la idea de que los conflictos se solucionan con tecnología.

La ciencia está enormemente presente en la mentalidad estadounidense, tanto en sus universidades y museos como en su población, en detrimento de la capacidad artística y filosófica, lo que hace que los personajes de su narrativa tengan que estar claramente definidos, sin matices ni claroscuros, para que un espectador medio falto de sensibilidad pueda entenderlos.

Qué no significa este discurso

Entender esta narrativa es importante porque nos permite delimitar el alcance de las manifestaciones culturales que la transmiten. Es decir, nos da las herramientas para diferenciar lo que es la idiosincrasia de un pueblo de lo que es la realidad. En ocasiones, una película nos cuenta una historia o unos hechos verídicos tal y como han ocurrido, a modo de documental, pero en otras ocasiones nos presenta una historia que está determinada por unos valores concretos que no tienen por qué verse reflejados en el mundo real y que no transmiten enseñanzas sino doctrinas.

En la vida real no hay siempre finales felices, por ejemplo. Si fuesen los (extintos) nativos americanos quienes escribiesen los guiones de las películas norteamericanas, estos serían muy diferentes. Disney encarna a la perfección este intento de modificar la realidad para adaptarla a su propia narrativa. El flautista de Hamelín o Caperucita roja han sido versionados por la famosa compañía, dándole finales felices a cuentos de siglos de antigüedad que acababan en tragedia: el famoso flautista rapta a cientos de niños y los mata, mientras que la pobre Caperucita se come un estofado hecho con los restos mortales de su abuela sin darse cuenta…

Imagen en base a el cuento tradicional de Hamelin (Der Rattenfänger von Hameln)

Es decir, en ocasiones se pierde. Hay muchos individuos, y civilizaciones enteras, que han sucumbido ante la incapacidad de evitar un conflicto determinado. Muchos de estos no se resuelven porque no hay una solución posible, como el conflicto entre Israel y Palestina, la partición de la India, las colonizaciones… En ocasiones el problema no es técnico, sino político, espiritual, democrático… ¿qué se puede hacer cuando dentro de una población hay dos sectores que quieren algo contrapuesto? Los conflictos de valores no se solucionan con tecnología, sino con diálogo, cultura, entendimiento, negociación… Y, en ocasiones, sencillamente no se solucionan. Como dice Sin H: «los finales son finales, nunca son felices».

En la mayoría de conflictos del planeta, los Estados Unidos no puede hacer nada, quizás porque sean conflictos locales en los que no tienen ni voz ni voto o quizás porque la población estadounidense no quiera volcarse en conflictos externos que les son indiferentes: el monzón de la India, las epidemias y la hambruna africana, la crisis de los refugiados sirios… En Hollywood, los meteoritos no amenazan una ciudad, los zombis no se extienden únicamente por Texas, las enfermedades no se circunscriben al trópico… pero en el mundo real los problemas serios afectan a comunidades menores en los que las medidas extremas no están justificadas, requiriendo de sutileza, negociación, cesiones…

La realidad es infinitamente más compleja. Los «malos» tienen buenas razones que les motivan a hacer lo que hacen, porque muchas veces no persiguen un mal, sino un bien distinto al del protagonista. En otras ocasiones, las maldades de determinadas personas están motivadas (y, en parte, justificadas) por sus experiencias vitales o sus necesidades más básicas. Muchos personajes que se nos presentan como villanos no lo son, pues defienden un bien que nosotros no entendemos. Igual que muchos héroes actúan por sus propios intereses, tienen vicios y errores imperdonables, y acaban produciendo un mal con sus acciones.

Theodore Bagwell, personaje de Prison Break, es el claro ejemplo de un villano que es tal por una situación familiar de la que, sin ser culpable, no ha podido escapar.

Valga concluir con una fe de erratas ajenas, que os veo venir. Obviamente el cine es una realidad muy compleja, el de Hollywood también, y hay películas que se salen de este esquema. Cuando escribí al inicio de este artículo el ejemplo de varios villanos, borré el de Darth Vader, pues tiene una historia muy compleja detrás, que se mueve sutilmente entre el bien y el mal (Star wars es un mundo aparte). La película del Warcraft a mí me fascina porque se sale de este esquema maniqueista, presentando un conflicto donde no hay buenos y malos, donde una situación irresoluble requeriría un final de un equilibrio entre la victoria y la derrota de las facciones involucradas en ella. También hay películas que narran historias reales, de personajes históricos o conflictos amorosos… Pero también es cierto que reservamos la palabra «documental» para dirigirnos a ellas. En definitiva, hay una cosmovisión que se expresa en la narrativa y que, por norma general, responde a los elementos mencionados (entre otros).

 

 

Durotan, un personaje complejo en una historia sin buenos ni malos (Warcraft: el origen)

 

Postscriptum: tras escribir esta entrada, buscando fotos para adornarla, encontré una reseña de la película del Warcraft junto a esta última. La leí y, para mi sorpresa, me entenré de que ¡en EE.UU. esta película fue un desastre en taquilla, mientras que triunfó en el resto del mundo! Esto confirma en parte las ideas expresadas en este artículo, pues una película compleja como esta que no responde a los elementos básicos de la narrativa estadounidense no atrae al público estadounidense…

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