Diario de viajes

octubre 3, 2019 0 Por Alberto Buscató Vázquez

Antigua Guatemala

Mientras, yo iba a buscar los ríos de lava que salen de los laterales del volcán. Los vi a los lejos, pero me fue imposible llegar a ellos, ya que la roca se partía a medida que la pisaba, quebrándose y clavándose en las manos cuando necesitaba apoyarme en ellas para subir, mientras que ráfagas de calor salían del subsuelo. No sabía si bajo una piedra había un río de lava todavía incandescente…

octubre 3, 2019 0 Por Alberto Buscató Vázquez

Departamento de Quetzaltenango

Una laguna en el cráter de un volcán, termas de aguas calientes, músicas y danzas mayas, cultura y decadencia… Xelajú. «Después de darle la vuelta a la laguna y descansar un rato en sus orillas, cuando comenzamos a subir, un grupo de mayas mam empezaban un rito. Subimos oyendo sus cánticos hasta poco antes de las once de la mañana, cuando la laguna empezaba a nublarse, justo en dirección a los nativos que, con sus plegarias, parecían llamar a la niebla».

octubre 3, 2019 0 Por Alberto Buscató Vázquez

Departamento de Huehuetenango

estudiaba para profesora y que quería enseñar la gramática de su lengua natal, el mam, para que no se perdiese. Había sido reina de su pueblo (de los concursos de belleza, se entiende) el año pasado, por lo que en unos días tenía la entrega de la corona a la próxima reina. Parecía que le daban igual los honores de ser reina, pero hablaba con orgullo de vestir con sus trajes regionales y mostrarlos a la ciudad.

septiembre 25, 2019 0 Por Alberto Buscató Vázquez

Ascenso al volcán Acatenango (y fuego)

«De repente, me encuentro solo frente a un fuego encendido con cuatro palos y un puñado de pinazas. Ruth, Jon, Ander, Paul y el guía, Santos, duermen en un par de tiendas a pocos metros a mi espalda. Solo se escucha el crepitar del fuego de la hoguera y, esporádicamente, las erupciones del volcán de fuego, que se alza majestuoso, bello e intimidante frente a mí. En una palabra: sublime. Únicamente su estruendo detiene mi escritura, avisándome de que cientos de rocas incandescentes, lava y una negra humareda de CO2 y azufre salían, quizás por primera vez en millones de años, a la superficie terrestre a través del pequeño cráter situado a unos pocos cientos de metros frente a mí. Un nacimiento, en cierto sentido».

abril 21, 2019 Desactivado Por Alberto Buscató Vázquez

Cinco días en Roma

Y, entonces, llegamos. Un pequeño grupo de personas se arremolinaba en una minúscula placita que albergaba una obra maestra entre cuyos recovecos fluían calmas, como si no fuese con ellas la cosa, aguas claras como las de un lago glaciar, dando el toque justo de dinamismo a un conjunto de tritones, hipocampos y al mismísimo océano, que quedaron petrificados para poder formar parte, durante una eternidad, de la Fontana di Trevi.Cientos de pequeñas monedas relucían en su fondo despidiéndose de los turistas que las lanzaban de espaldas como si fuesen las estrellas que, en pleno día, se dejasen reflejar en sus aguas y una armonía que envidiaría cualquier paisaje natural reinaba en la plaza. El monumento reposaba sobre las calles de Roma como si siempre hubiese estado ahí, como si el resto de la ciudad se hubiese construido a raíz de ella y acorde a ella, como si hubiese surgido de la tierra de manera natural.

febrero 6, 2019 1 Por Alberto Buscató Vázquez

Memorias de Guatemala

Me he adentrado andando cien kilómetros en la selva en busca de ciudades mayas perdidas, he escalado tres volcanes, dos de ellos en activo, he dormido en medio de dos manglares, me he tumbado a descansar en el auténtico paraíso (en dos ocasiones), me bañé en dos océanos distintos, uno de arena negra y aguas enfurecidas, otro tranquilo y de agua dulce; y he estado en poblados y aldeas de varias etnias originales distintas

diciembre 11, 2018 0 Por Alberto Buscató Vázquez

Parte VII: El desierto del Thar

No sé qué hora sería. Llevábamos ya un buen rato durmiendo, eso seguro. Nos despertamos con los ladridos de más de una docena de perros que, a nuestro alrededor, aullaban y ladraban como locos. Estaban hambrientos. Los aullidos atraían a más perros, mientras el guía los espantaba con un palo sin levantarse de la cama por el frío y la pereza. Me tranquilizó verle así, pues no debía de considerarlos una gran amenaza. Menos mal que éramos cuatro adultos, un niño y sendos camellos, porque si no nos habrían comido… Si llego a estar solo, me comen. Sin duda… Menos mal que no me adentré solo en el desierto, porque no habría salido de él. Eso sí, a esta hora las estrellas, incluyendo la vía láctea, se veían de maravilla.

diciembre 9, 2018 0 Por Alberto Buscató Vázquez

Parte VI: Rajastán, hogar de maharajás y maharajinas

Historias del Rajastán: El sati, o sacrificio de las viudas, es un ritual por el cual la mujer (viva) de un hombre fallecido se arrojaba a las llamas de la cremación de este, para morir con él. Normalmente, ingerían drogas para soportar el dolor y facilitarles tomar la decisión y, en ocasiones, se dice que la droga servía para obligarla a cometer el suicidio. Era propio del Rajastán, que siempre ha sido tierra de guerreros, cuyas muertes eran por ello frecuentes.

diciembre 9, 2018 1 Por Alberto Buscató Vázquez

Parte V: Kolkata, la ciudad de la alegría

Un hombre afeita a otro a navaja en la calle, sentados sobre sendos taburetes de madera; otro va sin camiseta, con una toalla al cuello y una pastilla de jabón en la mano para ducharse en la fuente más cercana; un tercero se lava los dientes en medio de la carretera, escupiendo la espuma en una boca de alcantarilla; más allá, una mujer lava la ropa con ayuda de un pequeño barreño, frotando los saris contra el asfalto, mientras que otra friega los cacharros de la cena de ayer, para usarlos en el desayuno. Los tenderos empiezan a colocar el género a la vista, los que no llevan ya varias horas sirviendo tés o zumos de azúcar o fruta variada. Uno de ellos pela granadas una a una echando los granos en un gran barreño a sus pies, otro espera tranquilamente con un machete de gran tamaño al lado de un bloque de hielo de unos dos metros de largo, dos de ancho y unos treinta centímetros de alto a que alguien le pida un par de kilos para refrescar cualquier cosa, los carniceros (árabes) hacen volar los cuchillos con destreza y el aire de las inmediaciones del bazar se impregna de un olor a óxido denso y penetrante. Kolkata despierta.